Discapacidad (social)

De un país en el que un niño de 19 puede comprar un arma de guerra al precio de un teléfono móvil se puede decir que tiene problemas.

Si después de una matanza de 17 chicos en un colegio, el presidente del país reflexiona sobre el grave problema de la salud mental de quienes las disparan, ya no hay ninguna duda: el país tiene problemas.

De un país en el que una señora de 83 años mata a su hijo de 64, sordo, mudo, ciego y con problemas de movilidad e intenta suicidarse después con el mismo cóctel medicamentoso con el que perpetra el homicidio, todo ello porque ya se ve sin fuerzas para seguir haciéndose cargo de él tras 64 años de dedicación, se puede decir que tiene problemas.

Si después la Fiscalía acuerda con la defensa una pena que no implica privación de libertad, ni limita el ejercicio de los derechos de la anciana, más allá de someterse a tratamiento psiquiátrico, algo conforta nuestra maltrecha conciencia de ciudadanos. Esto ha sucedido esta misma semana y nos ha hecho congraciarnos con el “sistema”, aunque sea por unas horas.

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En el primer caso, los defensores de la libre tenencia de armas declaman henchidos la Segunda Enmienda de su Constitución: “Siendo necesaria una Milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar Armas, no será infringido”. El texto y su significado se comprenden mejor al saber que fue escrito en 1789, año en que las Cortes de Castilla, de la mano del Rey Carlos IV, aprobaban una Pragmática Sanción, también vigente e igual de antigua, que otorgaba al heredero varón la preferencia en la sucesión al Trono volviendo así al orden sucesorio de las VII Partidas. Todo muy antiguo. Aquella enmienda se introdujo en aquel tiempo para que la ciudadanía se pudiera defender del poder del propio Estado en el caso de que este abusara de su fuerza, evitando así la indefensión de mujeres y hombres ante el “aparato” que se constituía. Los constituyentes no se fiaban mucho de lo que estaban construyendo, por lo que se ve. Mucho parece pretender que, a su amparo, los niños de 19 puedan comprar, portar, usar, armas de guerra.

En el segundo caso, a pesar de la tranquilidad que nos produce saber que la sentencia no impondrá sino el tratamiento psiquiátrico de la anciana, no proclamamos nada. Solo nos preguntamos qué hará una señora de 83 años al cargo de un hombre de 64 que no se mueve, que no ve, que no oye, que no habla. Y nos preguntamos quién se vería con fuerza moral para condenarla por haber intentado, 64 años después, descansar en paz ella y su hijo.

En el primer caso hablan también de la discapacidad, pero solo de eso. Los fabricantes de armas tienen dinero y, por ende, poder suficiente como para que de ellos no se hable. Se preguntan cómo evitar que las personas que la padecen molesten a la sociedad hasta el punto de liarse a tiros en los institutos o en los supermercados. No se habla de lo inconveniente que resulta que las personas puedan armarse libremente hasta los dientes.

Algo muy raro está pasando en el mundo. Sin embargo, mientras allá se preguntan cómo evitar que sus discapacitados sean molestos hasta el punto de matar, aquí, como no matan, nos preguntamos cómo la sociedad no protege a sus madres de la pena de 64 años de cuidados absolutos, esa pena brutal que conduce a la cordura —locura por eufemismo para que opere la eximente absoluta— de pensar que, lo mejor, lo mejor sin duda, es hacerla acabar.

Dos formas diferentes de entender el mundo. Esta manera nuestra de entenderlo conforta, abriga. La estulticia de nuestros políticos no alcanza según qué cotas. A pesar de todo, el grado de civilización que ha alcanzado nuestro pensamiento no puede por menos que resultarnos amable.

La nuestra es una sociedad avanzada. Consigamos que los defensores de la cadena perpetua, los amantes de la venganza, los perseguidores de la diversidad, en suma, los que odian, no nos la jodan.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

10 respuestas a “Discapacidad (social)

  1. Buenos días, tocas dos temas muy duros.
    La verdad que lo de EEUU es bastante vergonzoso, se están refiriendo a leyes que deberían de estar derogadas, piensan que estamos en la época de los vaqueros e indios.

    Sobre el acto de la madre de 83 años es un gran acto de amor, de valentía. Aunque alguien me podrá decir que no. Para mi una persona ver que esta cada vez peor y que ve que nadie va a cuidar de su hijo y pensar, y realizar dicho acto. Lo siento me tengo que arrodillar de ese acto de amor. Y los jueces como esta claro lo sabían, pero algo le tenían que imponer algún castigo, pero ella lleva ya su castigo, ya que ella al final ha sobrevivido.

    Y esta sociedad que no protege a los mas débiles, debemos de pensar en cambiarla.

    Otra vez estoy de acuerdo contigo (esto se esta convirtiendo en costumbre) , algo pasa en la sociedad.

    Un saludo.

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    1. ¡No te asustes! Los temas de hoy dejan poco lugar para el desacuerdo. Ni la venta de armas en EEUU, ni el hecho de que el «sistema» comprenda lo que cualquier ser humano comprende. Seguiremos siendo discrepadores impenitentes, a pesar de que hoy tengamos que estar de acuerdo.

      La verdad es que las distintas formas de tratar los temas que tienen unas culturas y otras dan mucho que pensar. Pero es muy alentador ese acuerdo con la Fiscalía.

      Ahora toca pensar en cómo se puede evitar que esas situaciones tan duras se den en nuestro país. Mientras en otros sitios el debate está en cómo seguir protegiendo el derecho a tener armas de fuego, a pesar de los datos escalofriantes de los muertos en tiroteos.

      Coincidimos en esto. Esta sociedad lo tiene mejor estructurado en la cabeza.

      Gracias, Antonio. ¡No tenemos que preocuparnos! ¡¡¡Seguiremos discutiendo en todo lo demás!!!

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  2. Americanos algo pasa en la sociedad americana, pero no nos extrañe viendo al presidente que han elegido nos podemos ir dando cuenta del estado de las mentes de ese país , el control de las armas SÚPER importante por qué según tenemos la sociedad ocurre lo que cada poco tiempo es noticia en Estados Unidos como e. Este último caso que 17 personas que tenisn todo el derecho a la vida hoy están muertas y en vez de responder enérgicamente en las urnas llenan de flores los escenarios de los crímenes ya está solucionado.
    Y como hoy tenemos dos temas vamos a por El Segundo,
    Esa señora sin aprobar lo que hecho no a visto otra salida por qué nadie se la ofreció seguro por tener falta de recursos económicos para poder haberle dado a su hijo una vida digna al fallecer ella y haber estado 64 años de su vida cuidando de ese hijo ya es un gran trabajo el que realizó durante tanto tiempo.

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    1. Matar siempre es matar. Qué duda cabe. Pero el valor de la vida no es absoluto. En Ciudad del Cabo, dónde una ráfaga de ametralladora te la puede segar en un instante y una madre relativamente longeva ve morir a la mayor parte de sus hijos durante su vida, el valor no debe ser el mismo que en Sevilla (un poner) dónde la esperanza de vida se multiplica casi por dos y el orden natural de la vida y la muerte se respeta casi en su totalidad.

      Estos protectores de la boca chica, que reniegan del aborto clamando al cielo y arman a sus jóvenes para que puedan ametrallar impunemente a la salida de clase, deben tener un lío importante en la cabeza.

      El problema no es solo que cualquiera pueda comprarse un aparato que mate muchísimo. El problema es que esa libertad ha creado una cultura de la vida y la muerte difícil de asumir en una sociedad avanzada, tanto, que cuando el suceso se presenta, el imbécil de Trump habla de los discapacitados, y no del comercio de armas entre la población civil. Cosas…

      Aquí, cuando hablamos de la discapacidad, hablamos de cómo protegerla, no de cómo protegernos de ella. De cómo proteger a las personas con discapacidad y a sus cuidadores, no de cómo limitar los derechos de los discapacitados para que no nos maten.

      Esa es la diferencia. Y es una gran diferencia.

      ¡Gracias, Juan Carlos! A ver si conseguimos que esta involución en la que estamos inmersos no contamine la lucidez que aún tenemos de diferenciar lo que importa de lo que no importa.

      ¡Un abrazo!

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  3. Si que parece que hay poco debate hoy.
    No hay cómo mirar un poquito hacia la «capital del mundo libre» para congraciarse con nuestra sociedad, que no con el sistema, que permite que una mujer pase toda su vida condenada a cuidar de su hijo totalmente incapacitado sin encontrar una salida mejor que matarle antes de morirse ella.
    Al menos aún nos queda confiar en algunas personas, capaces de entender según que cosas… Pero me parece demasiado confiar.
    Buen domingo!

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    1. Así es como yo lo veo. La diferente manera de asumir una cultura y la otra problemas que arrancan del mismo sitio.

      Es verdad que este sistema nuestro permite que una persona agote su vida en el cuidado de un hijo tan enfermo, sin los medios, sin la preparación, sin la ayuda que necesita (de la Ley de la Dependencia y su nula aplicación deberíamos hablar un rato); pero también lo es que ese es el debate en nuestra sociedad. Y es un debate intenso, reinvindicativo, completamente arraigado: la defensa de la respuesta del Estado a las situaciones de necesidad.

      El otro debate, el de la capital del mundo libre, es mucho más cruel. Ahí parece que se trata de cómo librarse de las personas con necesidades y de los inconvenientes que acarrean. No deja de resultar chocante que ese sea el verdadero precio del progreso, como parece ser.

      Cero gasto social. Todo en las manos privadas. Impuestos limitados al sostenimiento de la defensa que, a su vez, sostiene la industria del armamento… y todos progresando. Hasta que te toca la china y el niño con síndrome de down es el tuyo. Y no tienes nada que hacer con él. Hasta que te toca la china y el niño ametrallado es el tuyo. Hasta que te toca la china y resulta que te han engañado con todo, que el sueño americano se concilia entre sábanas de hilo… y las tuyas no son esas.

      Me quedo con este debate. Por lo menos te deja la esperanza de que algo avance, mejore, progrese. O, por lo menos, te queda la capacidad de pelear porque así sea.

      ¡Graicas, Javier! A ver cuánto nos dura la ilusión.

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  4. Desde luego poco discrepancia nos debe dar el tema, si acaso, el hecho de que los dos tienen un punto, a mi juicio en común, pero l individualismo.
    Las sociedades desarrolladas avanzan hacia ese abismo que es el yoismo. Digo abismo porque como primates somos animales sociales y eso es mucho más que solamente vivir en “una” sociedad. Implica compartir, ser solidario, avanzar juntos… no hacer esto nos pone contra nuestra propia naturaleza.
    Es verdad que es diferente, frente a esa afrenta a la inteligencia que es el hecho de que se puedan llevar armas para dirimir nuestras diferencias o simplemente para responder con la fuerza a un peligro real o imaginario y que esto esté amparado por leyes del s. XVIII y refrendado por las actuales, que apuntalan un individualismo feroz e inmisericorde frente a cualquiera y frente al Estado que se considera un enemigo ¿?;decía que frente a esto; el abandono de una cuidadora que sabe que su única alternativa, la suya y la de su hijo, es la muerte, que sabe que no tiene otra esperanza de futuro, ni institucional, ni social, que sabe que a nadie le importa lo que le está pasando, que la vida sigue y ellos para todos son ya una lastre…. en fin, sí,consuela, que al final se atisbe un halo de humanidad.

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    1. Lo cierto es que, si el final de esta historia hubiera sido el encuentro de madre e hijo yaciendo muertos cuatro o cinco semanas después de que aquello tuviera lugar, nuestra reflexión hubiera sido otra. El abandono, la miseria, el Estado que deja a su suerte a una anciana y a su hijo a merced de la muerte, 64 años después… Tienes toda la razón. Este acontecimiento sombrío, de la soledad, del desamparo, hubiera enmudecido el asesinato de Florida, porque todas las cámaras se hubieran centrado en él.

      Lo que me hace pensar de esta historia es, precisamente, el final. Porque consuela. Porque a pesar de la involución tremenda que estamos viviendo, tanto en la aplicación de recursos a la protección de los no afortunados, como en el propio pensamiento, hemos centrado ahí nuestro debate, en la protección de los no afortunados (madres o hijos) y no en como librarnos de las molestias que nos producen, como en el caso de la historia paralela que me sirve de antagónica.

      Eso, aunque solo sea eso, me hace atisbar, como bien dices, ese resquicio de humanidad que me congracia con este país. Parece que nos queda ese rincón del pensamiento vivo, que no está todo perdido. Que en algún momento alguien lo hará espabilar y comprenderemos que nada es demasiado si se trata de proteger la dignidad humana. Y nuestra forma de entender la dignidad humana, todavía, se congracia con el Derecho Natural, con ese concepto de «homo socialis» que pretendemos mantener vivo. A pesar de que a duras penas lo conseguimos.

      Por eso me aterran esos movimientos pro cadena perpetua, que pronto serán pro pena de muerte, que pronto inundarán nuestras calles junto con el derecho inalienable a portar armas de fuego.

      ¡Un abrazo enorme, José Ricardo! Siempre nos haces reflexionar un poco más allá. Gracias por eso.

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  5. ¡Hola, Justo!

    (No es la primera vez que tengo la tentación de escribir en tú blog pero sí es la primera vez que lo hago: La noticia de esta madre que decide poner fin a su vida me llega muy adentro y me hace pensar demasiado)

    No creo que esta madre necesite tratamiento psiquiátrico por lo que ha hecho. Quizá sí necesite tratamiento psicológico para llevar su vida hasta el final después de haber sufrido una amputación tan terrible y dolorosa.

    Seguro que esta madre no quería ni necesitaba que la administración se hiciera cargo de su hijo después de su muerte. Mucho menos antes. Ni siquiera su comprensión ni la del resto de la sociedad. Su hijo formaba junto a ella un solo cuerpo. Te lo puedo asegurar. ¿Quién podría cuidarle mejor que ella? ¿Quién podría entender mejor una mueca, un movimiento de la cabeza, un balbuceo o un gemido? ¿Quién podría saber lo que realmente le hace feliz? ¿Quién podría ofrecerle su olor, su tacto, su cariño y comprensión?… Sólo ella.

    A lo largo de estos 64 años había pensado muchas veces en el final. Ahora, a sus 83 años, todavía tenía la fuerza suficiente para llevarlo a cabo. Quizá más adelante no hubiera tenido la suficiente sangre fría para, como bien dice Antonio Bastante, realizar ese “gran acto de amor y de valentía”.

    Tal vez podría haberla ayudado el disponer de los recursos suficientes para que alguien pudiera compartir con ella, en su casa, los cuidados de su hijo y de ella misma (83 años). Pero seamos realistas, la mayoría no dispone de estos recursos y esta sociedad, egoísta, que no sabe si en unos años podrá cobrar la pensión, ni dispone de recursos ni voluntad para llevar a buen fin la Ley de Dependencia, nunca va a llegar hasta el extremo de cuidar de los hijos discapacitados y de los padres a la vez, en su casa. (Al que le toque “la china” que se la guise y que se la coma).

    Todos los padres en esta situación quieren cuidar de sus hijos hasta el final, igual que cuidan de ellos mismos porque son uno: Un mismo ser en dos cuerpos separados.

    Ojala y en un futuro muy lejano, todos estos niños tan dependientes se marchen un minuto antes que sus padres para que éstos no tengan que tomar decisiones tan terribles y, a su vez, tan comprensibles y llenas de amor.

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    1. Seguramente hay situaciones, hay dolores, que la Administración no va a poder resolver nunca. Ni se pretende.

      La Ley de Dependencia debería haber venido a resolver parte del terrible esfuerzo físico y del inmenso esfuerzo económico que tiene que hacer ese o esa al que le toca «la china». Pero, ya sabes, no está. Ni se espera que esté en un futuro próximo.

      El esfuerzo moral no puede venir a paliarlo nadie.

      Estoy seguro de que se trataba de un único ser vivo en dos cuerpos diferentes, Estoy seguro. Fatalmente no todas las personas se hacen uno con su «china» y viven inseparablemente con ella desde que nace hasta que la muerte los separa de una u otra manera: baste con recordar a este padre al que le ha tenido que obligar un juez a hacerse cargo de su hijo con la discapacidad que sea. No me atrevo a pensar cuántas situaciones se viven de una manera o de la otra, haciéndose los dos uno o desentendiéndose por completo y lárgandose a vivir su vida.

      A pesar de todo, a pesar de que la «china» de cada uno es la suya propia y de que, a quien le nace vivirla como tú describes, no le hace falta que nadie se haga cargo, creo que las instituciones deberían haber aprendido a dar la talla. Y creo que aunque nadie pudiera sustituir los cuidados de su madre, ni su olor, ni sus caricias, ella tenía todo el derecho del mundo a pensar en su propia muerte sin que esta llevara inmediatamente aparejada la de su hijo. A saber que nunca le faltaría lo básico, aunque ya no tuviera aquello que solo ella podía darle.

      Las instituciones tienen que poder dar la talla y proveer lo necesario para que la vida de las personas fluya con naturalidad sean las que sean las circunstancias que les tocan. En definitiva, para que una madre no tenga que hacerse cargo a solas de tantísimo cargo (no sé como provee a las necesidades básicas de la vida de un hombre de 64 que no ve, no oye, no habla, no se mueve) y tener que matar a su hijo después, antes de que su propia muerte lo deje en la estacada.

      Y, afortunadamente, aunque nuestras instituciones no estés dando ni mucho menos la talla, nuestro debate es este; no el de cómo defendernos de las personas con discapacidad, sino el de cómo la cosa pública debería estar actuando para hacer que su vida y la de las personas que pasan su vida con ellas, sea vivible.

      Muchísimas gracias Lorenzo. Ahora sabemos un poco más de esta realidad. Sabemos que es un mismo ser en dos cuerpos separados. Yo no lo sabía.

      Un abrazo enorme. Gracias.

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