El Rey

La monarquía es una cosa antigua, muy antigua. Tiene que ver con los derechos de los señores sobre los territorios y las personas que los ocupan, usos y costumbres que se instauran en la Península Ibérica con los visigodos (año 410 d.C. monarquía Tolosana) y que aún conservan reminiscencias en nuestros días en los que, por cuestiones de nacimiento, algunas familias conservan determinados privilegios sobre naciones enteras y, lo creamos o no, sobre sus gentes.

Una monarquía es, realmente, una cosa muy antigua.

Sin ánimo de rigor histórico, la Casa de Borbón o dinastía de los Borbones, fue restaurada en el trono de España por el dictador Francisco Franco, a su muerte, pues dispuso a modo de un emperador ser sucedido por el hijo de quien entonces era el jefe de la Casa Real, Juan de Borbón, que vivía dulcemente asilado en Portugal con una pingüe asignación del Gobierno de España y otras riquezas de más oscuro proceder. Una inconveniencia histórica, pues era a este y no a su hijo al que correspondía tan alta dignidad, pero por lo visto no se caían bien los dos personajes y mandar, lo que se dice mandar, mandaba más el dictador (mucho más, en realidad). De modo que esta incorrección sucesoria le importó un carajo, para entendernos.

Allá por el año de gracia de 1977, Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona, renunció a su derecho dinástico y a la jefatura de la Casa Real en favor de su hijo, ya Rey, en un pomposo acto en el Palacio de la Zarzuela, en presencia de todo bicho viviente y las más altas magistraturas del Estado. Y así Juan Carlos de Borbón y Borbón, que reinó con el nombre de Juan Carlos I, ejerció la Jefatura del Estado con todos los honores hasta que, también él, tuvo que abdicar en su hijo (no el primogénito, pero sí el varón) Felipe de Borbón y Grecia, hoy ya Felipe VI. El no menos pomposo acontecimiento tuvo lugar en 2014, en el Palacio Real, Madrid.

Cuento este cuentito solo para dejar constancia del absurdo que supone en nuestros días que dictadores, padres e hijos se repartan legados de esta naturaleza. Uno hereda junto con sus hermanos y hermanas un apartamento en Santa Pola o la representación en bronce de la Última Cena que colgaba de la pared del salón, pero ¿un estado? ¿Se puede heredar un pueblo? ¿Entero?

Pues sí. Se puede.

Aceptada esta premisa, no por razonable sino por cierta, España entera asumió el capricho del dictador y soportó a un Rey al que solo se daría legitimidad después de que la Constitución Española fuera votada en referéndum y aprobada con el bicho dentro, es decir, incluyendo la restauración de la Casa de Borbón, que se proclama “hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica”, según el literal (incorrecto hasta entonces) de su artículo 57.

Hasta aquí todo es Historia. Algo más que discutible en términos generales, pero Historia.

Nada que decir de los fondos oficiales que ha manejado y maneja la Casa Real. Son tan opacos en su gestión como cuantiosos en su cifra, pero son las reglas del juego, se aprueban cada año (bueno, algunos no) dentro de los Presupuestos Generales del Estado y no suponen, verdaderamente, un bocado escandaloso: apenas alcanzan los ocho millones de euros, que se aplicarían igualmente en cuantía similar a una hipotética Presidencia de la República, si bien es cierto que otras muchas partidas presupuestarias se ocupan de gastos regios. Reglas del juego. Aceptemos.

Pero ¿y los otros? ¿Y los fondos no oficiales que manejan los monarcas? ¿Las cuentas en paraísos fiscales? ¿El desconocido patrimonio privado que las familias reales manejan al margen de su asignación presupuestaria?

Sabemos hoy que en el turbio caso de Juan Carlos I le llegaba para regalarle a su princesa ¡sesenta y cinco millones de euros! (probablemente bien ganados en servicios a la patria o tal). Y especulamos con los números que arroja la prensa internacional que cifra su fortuna en entre 2.000 y 2.300 millones de dólares.

No importa hacer cuentas para saber que semejante cantidad es imposible ahorrarla por las buenas ni, por lo tanto, para intuir que en la Casa Real Española han pasado cosas que es necesario saber.

20200308_003836Tampoco importa recordar aquellos discursos regios de las navidades, cuando el monarca se marcaba un ‘Rodrigo Rato’ denostando, mientras la practicaba, la lacra de la corrupción que asolaba al país, para explicarnos hasta qué punto le parecía execrable al buen hombre. No es necesario decía, recordarlos, para asumir la catadura moral del sujeto en cuestión. Pero a lo mejor sí importa recordar que esos cien millones de dólares ahora en cuestión, tan generosamente repartidos con la princesa también en cuestión, se los regala el Rey saudí al de aquí en los alrededores del año 2011 (fecha de la adjudicación a un consorcio español del contrato multimillonario para la construcción del Ave Medina-La Meca). En esos años en España los mortales comunes nos estábamos quitando a hostias la penuria que había producido la gran crisis de 2007. Y que esa donación graciosa (de su graciosa majestad, que se muere de risa) está siendo investigada por la Fiscalía suiza, que parece no verla tan clara.

Y quiere la izquierda española (o parte de ella) una comisión de investigación para aclarar tanta duda. ¿A alguien le parece mal?

Haría muy mal el PSOE impidiéndola junto al PP. Porque si la corrupción es efectivamente execrable, cuando alcanza la Jefatura del Estado y salpica a un tipo al que, sin comerlo ni beberlo, por el mero hecho de pertenecer a una familia con orígenes feudales, se le ha dado todo y se le ha permitido vivir como un rey (nunca mejor dicho) a costa de todos, si alcanza a este tipo, es ignominiosa.

No me importan nada las consideraciones jurídicas sobre la inviolabilidad del monarca emérito y hasta dónde alcanzan en el tiempo. Me importa saber.

Tenemos derecho a saber. Y a decidir en consecuencia.

Porque a lo mejor esto de la monarquía se desvela a la luz de los hechos como algo verdaderamente antiguo. Y, también a lo mejor, podrido.

(PD. En el momento de cerrar estas líneas, ya en el día internacional de la mujer, la eurodiputada popular Dolors Montserrat ha cometido la insensatez de decir que con el Gobierno de Sánchez hay más mujeres asesinadas que con el PP. Si el Partido Popular no se lo hace mirar cuanto antes y sigue cayendo tan bajo, más pronto que tarde se va a confundir con la misma mierda en que quiere convertirlo todo. Hay cosas con las que no hay que jugar y, quien juega con ellas no merece estar en política.)

Y el dibujo es de mi hermana Maripepa.

6 respuestas a “El Rey

  1. No tengo nada en contra de la corona, pero a favor tampoco, me pasa como con los curas que no enseñan nada malo pero bueno tampoco, ahora si alguien me explica el trabajo que realiza y el beneficio para España pues a lo mejor es necesaria, claro que tambien podia ser elegido por democracia cualquier ciudadano español, yo me llamo Juan Carlos ahí lo dejo por si nos ahorramos lo de buscar nombre.
    Si señor un tio que sabe hacer regalos, con dos cojones, criticar es muy facil pero no sabemos si es que los trabajos que realizaba su princesa eran tan extraordinarios que se merecia esa ridicula cantidad, realmente los demas nos conformamos con bisuteria pero en ese caso es especial.
    Que nuestro Rey Emerito ha sido un gran ahorrador ,ahí esta la prueba, a multiplicado los panes y los peces, creo que estoy mezclando, y ahora en serio, si ese señor ha cometido un delito que lo pague devolviendolo con creces pues si se supone que tiene esa fortuna que se la retiren y le dejen la paga de un jubilado de 800 euros, nada de carcel como su yerno que el problema de este pais es que somos muy cortos de memoria.

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    1. Pues a mí me pasa con la corona como con los curas… que no los soporto. Que no me enseñan nada bueno pero sí todo lo malo.

      Y que no entiendo esto de los derechos dinásticos en pleno siglo XXI, ni lo entendía en el XX.

      Creo que el PSOE se va a equivocar evitando la comisión que quiere el resto de la izquierda. No sé si es sentido de Estado o miedo al ridículo internacional. Pero ¿no lo estamos haciendo ya con el resto de las instituciones?

      En fin, no es solo Urdangarín el que tiene que estar en la trena, ni a la vista de lo que estamos viendo era el peor de todos.

      Espero que esto no pase de largo…

      ¡Nos vemos en la mani!

      Un abrazo fuerte (o un codazo… según nos dé)

      GRACIAS

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  2. De abajo a arriba; espero que lo que ha dicho esa sra de los dolores no lo crea realmente y sea fruto de alguna orden «de arriba». O no..sea como sea espero que le c aiga un rayo a la o el responsable, que le carbonice y no le conozca ni su madre.
    Si es así a lo mejor comienzo a creer en curas y todos esos inventos.
    Después de 25 años surfeando por Internet ayer «cazé»una pieza mayor. Uno de esos que por no saber manejar las redws sociales, cosas de la edad, mezcla cofradías y cabildos con páginas. . Que da hasta vergüenza nombrarlas.
    Un digno exponente de doble moral que al parecer ha practicado la c asa real. A veces ver esa cara oculta es un shock. Aunque ver actualmente al emérito ya da grima. Tanta codicia y tanto acumular…
    Visto que lo de Urdangarín ha salido de aquella manera, no sabemos si está en la cárcel o en Suiza, no armería mucho lio.
    Mandaría a la familia a vivir s un piso de 50 metros en el Pan Bendito. Les daría una tarjeta prepago donde todos los meses se les ingresaria el SMI retirandoles dni, pasapirte y carnet de conducir. Nombrar un ministro de asuntos reales para la actividad del rey, protocolos y credenciales, uso del Palacio Real..algo así como el jefe del jefe del estado.
    Así de paso el resto oyen cs campanitas de alarma que los privilegios se acumulan como ls basura en los rincones con el viento.
    Vi hace unos días como trabajan los diputados suecos. Pura sobriedad y sencillez. Unos funcionarios mas y oye..tienen monarquía.
    Feliz domingo y a dejarse la garganta que se oiga bien. Javier

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    1. Parece que esto de la doble moral se ha afincado por estos lares para no irse jamás.

      Pero en cuanto a la solución que propones, a mí se me antoja una mucho más sencilla. La llamaríamos cariñosamente III República Española y en los pasaportes haríamos escribir el título de República de España. ¿Imaginas?

      Yo deseché esa idea hace un tiempo, cuándo creí ver en ella a Aznar como presidente y se me cayó al suelo todo el romanticismo que encerraba. Pero, pasado el tiempo de esta momia, vuelvo a abrigar la esperanza de una reforma constitucional que dejara a España sin rey y sin curas. Al menos sin curas en las escuelas… ya me bastaría.

      Creo que no la veré. Hacen falta demasiadas cosas para llegar hasta ahí. Así que me conformaré con ver procesado al emérito Rey de España por corrupción y la nueva Ley de Educación sacando la asignatura de Religión de las escuelas. Es poco, pero es a lo máximo que creo poder aspirar.

      Ni Rey, ni dios, ni patria. Así resumiría yo el estado perfecto, como forma de encarnación del poder.

      Un abrazo, amigo.

      Gracias por tus reflexiones. Nos vemos en la mani.

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  3. Con lo que me gusta a mi Koproknic que me vas a contar.
    Dos pequeños apuntes: el Psoe votando con Vix ¿? tumbó la comisión.
    Ayer leí en Público que el emérito habia susctito en rl 2006, una fundación off shore en Panamá asociada a una cuenta de un banco en Suiza, ponía el banco, para recoger una donación de 63 millones de euros llegada de su amigo de Arabia Saudí. Y en la que figura como segundo beneficiario Felipe.
    Sigue gustandome mas mi solución. Es convertir al rey en un rmpleado de un puesto que se hereda, como pasaba con los peajes de Cataluña. Ya verás como las siguientes generaciones renuncian al puesto y tienen que sacar una oferta en Infojobs.
    Paciencia en la reclusión.

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    1. Pues… igual tienes razón.

      Pero vamos a pensar despacio en los requisitos que le pedimos al hipotético presidente de la República. Siempre sospeché que si lo echábamos a votos nos salía Aznar y eso casi me convierte en monárquico de convicciones.

      Pasado el peligro de Aznar… ¿no será Abascal al que elijan las urnas?

      No sé qué me da más miedo…

      Bueno, sí lo sé.

      ¡Salud y república!

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