El Consejo

Uno cree haber llegado al límite de su capacidad de asombro cuando tiene noticia de la última sandez de Isabel Díaz Ayuso; Sin embargo siempre hay un nuevo asunto capaz de epatar esa mente que ya creyó curada de espanto.

Vayamos por partes.

Un juez es un juez, del mismo modo que una jueza es una jueza. No le pasa nada más. Es un señor o una señora que ha superado una oposición dura y un curso en la Escuela Judicial igualmente exigente. Ya está. No está investido de ninguna cualidad áulica, ni tiene otra capacidad de causar estado (sentar cátedra, para entendernos) que la que la de fallar en aquellos asuntos que ventila en única o última instancia, puesto que incluso sus demás sentencias se revisan por órganos superiores que pueden hasta estar residenciados fuera del territorio nacional. Un servidor público que, como todos los servidores públicos, presta un enorme servicio al Estado. En este caso imparte justicia. La Justicia emana del pueblo, ni de Dios, ni de la corte celestial, de ningún poder extraterreno que se inocule por arte de magia en los juzgadores. Emana del pueblo. Y se administra en nombre del rey. Ya está. Esto último es más bien retórico, pues no está el rey pendiente de las miles de sentencias que se pronuncian al día, ni esto se le permitiría puesto que los jueces solo están sometidos al imperio de la ley. Así es como lo manda la Constitución española en su artículo 117, aunque esta precisión no añada mucho al razonamiento.

Se puede inferir de aquí que el hecho de que el rey asista o no a la entrega de los títulos de la promoción de cada año (a los que pomposamente llamamos ‘despachos’ porque los viste muchísimo más) añade muy poca cosa a la condición de juez o jueza de quienes se estrenan en la carrera. Reflexionaremos más tarde sobre esto.

El órgano de gobierno de los jueces se llama Consejo General del Poder Judicial. Está presidido por el que lo es del Tribunal Supremo. Es un órgano de gobierno: no tiene funciones jurisdiccionales, pero acuerda los ascensos de los miembros de la judicatura y asigna todos sus puestos de relevancia (unos por sí mismo y otros mediante propuesta al Consejo de Ministros), con lo que, por decirlo de alguna manera, manda bastante. Lo integran 20 miembros, además del presidente, 12 de la carrera judicial y 8 entre juristas de reconocido prestigio, todos ellos con más de 15 años de experiencia en su ejercicio profesional.  De los 20, 10 los elige el Congreso y 10 el Senado, siempre por mayoría de 3/5 de cada cámara, esto es con el voto de 210 diputados y de 159 de los 265 senadores que en esta XIV legislatura componen la Cámara Alta. La duración de su mandato es de 5 años. Al presidente lo elige este mismo órgano, hoy en día Carlos Lesmes.

Aquí un inciso. Adviértase que resulta escandaloso que la actual fiscal General del Estado (un nombramiento cuya competencia recae directamente en el Gobierno pues la Fiscalía depende jerárquicamente del Ministerio de Justicia) haya sido ministra del PSOE, pero que a nadie sin embargo extraña que el presidente del Tribunal Supremo haya ejercido durante casi 9 años, 9, como director general en gobiernos de Aznar y activo colaborador de FAES. Para ministro, por lo que se ve, no llegó a darle.

Continuemos. Como es de comprender, ningún partido acopia en sus filas ese ingente número de escaños, por lo que las renovaciones del Consejo (así parecieron quererlo los padres de la Constitución) se vienen acordando mediante arduas negociaciones entre los principales partidos que nutren las cámaras. Suerte tiene la derecha que, cuando está en el poder, el PSOE se aviene a negociar y el Consejo se renueva, mas cuando es al PP al que le toca pactar desde la oposición, se niega con las excusas más extravagantes y logra torticeramente que se mantenga la composición que se obtuvo en la última renovación, casualmente, de mayoría conservadora.

No iba a ser menos el PP de Casado, por supuesto.  Y así, el Consejo General caducado que se designó en los primeros tiempos de Rajoy (2013), continúa su mandato en funciones desde 2018, no ya pagando la luz de la sede y la nómina de sus empleados, esto es, limitando su ejercicio a las cuestiones de administración ordinaria, sino tomando las decisiones de mayor calado, designando puestos que se mantienen hasta la jubilación, como las más altas magistraturas del Tribunal Supremo, ajenos, a lo que se ve, a su condición de órgano ya carente de la legitimidad con la que fue nombrado, pues está solo pendiente para su renovación de que el sentido de Estado (vana ilusión) se apodere de la mente obstruida del presidente popular.

Pues bien, decide el Gobierno de España que no debe el rey asistir a la entrega de despachos de los nuevos jueces.

Aquí otro inciso: los actos del rey son refrendados por el Gobierno. Siempre. El rey es constitucionalmente irresponsable. De sus actos son responsables las personas que los refrendan, lo que quiere decir que carece de autonomía para decidir por sí mismo, porque ¿en qué democracia estaríamos si alguien que no responde de sus actos los pudiera decidir libremente? Quiero decir con esto que el rey no tiene capacidad (y menos mal) para decidir lo que hace y lo que no hace como jefe del Estado. Esa capacidad es del Gobierno. Y esto es así desde que la Constitución reguló sus funciones, con independencia del color del ocupante de turno del palacio de la Moncloa. Aclarado queda: es al Gobierno al que le toca decidir si el rey va o no a un acto en el que actúa como jefe del Estado. Nadie le cuestiona, por ejemplo, si debe asistir o no al cumpleaños de su sobrino Juan Froilán, pero su agenda como jefe del Estado, la marca el Gobierno.

Continuamos. Decide el Gobierno de España, decía, que no debe el rey asistir a la entrega de despachos de los nuevos jueces ¡y se lía la de Dios es Cristo! El presidente del Consejo General de Poder Judicial (de cuya independencia, como se ha dicho, nadie duda), ajeno (como también se ha dicho) a su condición de cesante, clama a lo más grande en su discurso olvidando por completo a qué poder representa y cuáles son sus límites respecto de las competencias de los demás y, lo que es más pintoresco, el buen Casado y sus portavoces hablan y hablan de la falta de respeto que el poder ejecutivo muestra con el judicial, como si el bloqueo que ellos mismos producen desde el legislativo a su normal funcionamiento fuera una simple cuestión de trámite sin más valor. Llamaremos a eso cinismo en estado puro; desfachatez.

A mí, en concreto (como se puede comprender), me importa un huevo que el rey esté o no presente en tan emotivo acto (imagino que los papás y mamás de sus señorías harán lo suficiente para convertirlo en inolvidable). Pero me enorgullece que el jefe del Estado no legitime con su presencia en él la barbaridad, la extorsión a la democracia, que el Partido Popular comete, a sabiendas, negándose a cumplir con su mandato constitucional, con tal de mantener fraudulentamente en el Consejo esa mayoría que permite a los conservadores quitar y poner presidentes de Sala o de tribunales superiores de Justicia. Que luego Felipe VI telefonee a Carlos Lesmes y este lo pregone a los cuatro vientos o que un magistrado ‘de la cuerda’ entone un vivo ¡viva el rey! al finalizar el acto… pues mire usted que se diría que todo el mundo se ve con la valentía de echar pulsos al Gobierno (este sí, legítimo) de España. ¡Cosas!

Sus señorías, to tristes

No se alarmen, señorías. Si han de pedir audiencia en Zarzuela, que sea para amortizar el outfit adquirido para la ocasión. Son ustedes tan jueces, tan juezas, como las que más. Si algo debe molestarles (y de esto no les he oído hablar) es la obstrucción infame a la justicia que se hace desde las Cortes Generales por la irresponsabilidad del principal partido de la oposición. Lo de que el rey esté o no presente para darles el título, en serio, lo mismo da.

El dibujo es de mi hermana Maripepa


8 respuestas a “El Consejo

  1. En esta entrada de hoy no estoy muy puesto, por que la verdad cada vez veo menos informativos, cansa ver el mamoneo que trae siempre la oposicion contra cualquier decision del gobierno, es una pena que España vaya cada vez peor , creo que la libertad de mentir en redes sociales nos hace mucho daño, mas de lo que pudiesemos pensar y estos señores mienten mucho.
    Si me vale esta entrada para conocer lo que desconocia, yo no veia bien que el gobierno tome la decision de si el rey va o no , claro desconocia el punto de la constitucion que lo regula, por lo que cambio de parecer.
    Por lo que veo el rey es una figura decorativa que solo tiene la obligacion de pasarselo bien en cacerias y lo que con lleva la terminacion de la misma ( un rato muy agradable si la parte femenina tambien asiste) como ya conocemos de nuestro rey emerito y nunca mejor dicho vivir como un rey ahora comprendo el dicho.

    Buen domingo.

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    1. Se ha hablado tan poco del rey con ese pacto no escrito de protegerlo a toda costa que se cerró con la Constitución, que no tenemos ni puta idea, ni de lo que hace como jefe del Estado (de todo lo demás sí), ni de lo que puede o no hacer.

      Pero parece que el resumen es ese: vivir como un verdadero rey, ya sea emérito o en el ejercicio del cargo.

      Pocas más funciones le asigna la Cosntitución, a parte de recibir los despachos de los embajadores vestido de lagarterana… pocas más.

      (Creo que lo de darnos el tostón en nochebuena va de gratis, aunque no cabe ninguna duda de dónde se escribe su discurso, y es en la Moncloa)

      Si ahora se dispone a echarle un pulso al Gobierno, perderá. No está la Casa Real para muchas filigranas.

      Un abrazo, amigo. GRACIAS, como siempre.

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      1. Ayer, en la ristra de respuestas del tweet de Pablo Casado vi uno que me hizo gracia. Después de mandar a Venezuela a todos los votantes de PSOE/UP, y acusarles de etarras, mandar a Garzón, Iglesias y al «complice» Sánchez poco menos que a la tapia del cementerio por quererse «cargar la Constitución»; a continuación le dice a Casado que no desista en el bloqueo a la renovación del CGPJ «con la que está cayendo». Era un ejercicio de cinismo tan simple que hasta me resultó tierno.
        Este tema..
        Mi pareja es letrada, su hija médico y otro familiar muy cercano es auxiliar de farmacia en el Reina Sofia en Sanse. Hablé ayer con ella y me dijo que están hasta arriba.
        No me gustan los jueces, sin embargo siento una profunda admiración por todo el personal sanitario, desde las personas que limpian, habitaciones, UCIS o quirófanos hasta la o el mas experto cirujano o patòlogo.
        Sin embargo una persona que decide, como vocación, juzgar a otros, no hace que me fíe mucho de el.
        Aparte es una oposición para ricos, como fiscales notarios o registradores. Un trabajo en solitario memorizando temas y pagando un entrenador que es un juez que cobra un pastizal.
        Para mí, motivo de discusión con mi pareja, aunque luego ella misma echa pestes de la primera instancia. Yo creo que a la judicatura deberían llegar médicos jubilados y letrados con 20 o mas años de sobarse la toga en los juzgados. Por ejemplo: ese abogado laboralista que ha ganado en el supremo el pleito de los rayders contra Glovo.
        El «acto» yo me pongo del lado de mi hijastra que he conocido su carrera y sé lo dura que es.
        Resulta que una médico con diez años de formación, de las mejores del mundo, por cierto, se marcha de la Sanidad Pública por las condiciones laborales, no es que sean malas, son insultantes o ideadas por un psicópata.
        Tratar de pagar a un médico un salario de 900 € por una jornada de 14 horas y decir que no se encuentran profesionales, no.. lo que no se encuentran son idiotas. Los que tienen atrapados en la bolsa de trabajo tragan, el que llega de nuevas obviamente no.
        Sánchez debe ser un «venao» desde el «no es no» hasta parar en seco el país, no se le pone por delante un monarca por muy Felipe que se llame.
        Le quitó la diversión de medallones, togas y puñetas y el otro ejerció de Borbón llamando a Lesmes y pasándose la Constitución por el arco voltaico, resultado: le soltó la jauría de Pablo Iglesias y Garzón, un Vicepresidente y un ministro arreàndole al rey con el Artículo 64 de la CE.
        Sánchez debió pensar que no estaban las cosas para fiestas y que trasladar un contingente de Madrid a Barcelona cuando todo el mundo está diciendo que Madrid debería estar confinada no era buena idea.
        Lo de el numerito «coreano» de la puerta del Sol le debió dejar con muy mal cuerpo.
        He participado en la organización de montones de «actos solemnes» y llevan detrás un montón de horas de trabajo que solo sirven para hacer fotos y escribir una crónica en una revista profesional, mucho boato y poca chicha.
        Otra cosa hubiese sido que el monarca hubiese, emulando la película de Los Intocables en que el juez permuta los jurados, pues igual; cesar a todo el CGPJ, ya que no tienen la decencia de dimitir, y nonbrar otro con los nuevos jueces.
        He visto un titular de un artículo que defendía que el Ministro de Justicia no debería refrendar con su firma las decisiones del CGPJ, pero no he podido leerlo aún. No me fío de los titulares.
        Bien dicho ese término pomposo de «despacho» a unos opositores que no son aún del todo jueces, no han firmado ni una sentencia.
        Sin embargo un médico que termina el MIR que sería el equivalente a la oposición y la escuela jurista, ya ha salvado unas cuantas vidas.
        El monarca no asiste a las firmas de los contratos de esos médicos que se han jugado y se juegan la vida ejerciendo su profesión.
        Por último las maestras y maestros, esos 11.000 que iba a contratar la CAM, al monarca tampoco se le ha visto en la conversión de esos profesionales en servidores públicos. Y sin embargo sin ellos no habría ni jueces ni médicos; políticos sí, está claro que ni Casado ni Diaz Ayuso ni Aguado tuvieron la suerte de cruzarse con un buen maestro.
        Imagina una presa enorme, a la altura de la mitad hay una pequeña grieta por donde se filtra el agua.
        La presa se llama monarquía y la grieta Felipe.
        Estamos absolutamente de acuerdo.
        Abrazos, feliz domingo.

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      2. Lástima que tal mecanismo de «cese» no exista, porque nada me gustaría más que esa foto en tropel abandonando sus despachos, incluido el de presidente de Tribunal Supremo, que debe dar un morbo de la hostia.

        Jueces, nada menos; despachos en lugar de títulos, señorías en vez de señores o señoras. Pero jueces. Nada menos, pero nada más.

        Si Lesmes, desoyendo sus obligaciones como representante de un poder del Estado, decide poner en tela de juicio las decisiones de otro, cuando son absolutamente legítimas, demuestra quién es. Y demuestra su lealtad, no a la institución, sino a quién lo nombró.

        (Ya estudia el Gobierno la fórmula para no dar carta de soberanía a esos nombramientos que tan tardíamente pretende el Consejo).

        Se ha puesto de moda poner zancadillas al Ejecutivo (tampoco Podemos ayuda demasiado), pero parece que no se dan cuenta de que, cuantas más le ponen, más fortalecido sale porque, al fin y al cabo, no toda la gente es idiota y está aprendiendo a leer más allá de los tuits enardecidos de estos que caminan por rutas imperiales.

        Y el rey… pues nada, que reine, que reine.

        Más foco en el personal sanitario. Este sí que es el problema. Más foco en la investigación… más foco en lo que importa. Y las intrigas de palacio, mejor en el ¡Hola!

        Gracias, Javier. Como siempre, en completa sintonía.

        Un abrazo fuerte.

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  2. Magnifica exposición y bien desarrollada, ya suponía yo que el rey era un irresponsable, su padre más, y además conducía como un loco. Pero la afición de echar pulsos al gobierno, está tomando muy mal cariz, el reto cada día es más abierto y de más instituciones y creo que no es momento de duelos bajo el sol pero creo que el concepto ,lealtad institucional, no figura en el diccionario en este momento. Es mucho mejor hacer leña y si no jugamos todos, pues rompemos la baraja.
    Por cierto, Pepa lo ha clavado.

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    1. Es muy buena, la cabrona. Cuenta en un segundo lo que yo tardo horas en contar… Ya se sabe: una imagen.

      Según vamos sabiendo más, nos vamos enterando de que vale para menos. Esto va así. Y si ya ni siquiera él respeta la lealtad institucional, como bien dices, es que la cosa se está poniendo muy malita.

      Vamos a ver quién es capaz de poner orden en el puto lío que se está formando.

      GRACIAS, Miguel Ángel.
      Fortísimo abrazo.

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  3. Va a ser necesario apretar los dientes y mucho, sobre todo a la vista que la falta de vergüenza y recato institucional ha pasado a ser una de esas cosas que ya asumimos como normales.
    No entraré en lo del Rey me sumo a Miguel Ángel y Juan Carlos, pero lo de Lesmes tiene usía, un hombre que ya , su nombramientor, sorprendió hasta a lo más rancio de la judicatura por su falta de méritos (en esto no sabría decir, soy de pedagogía), se lamenta y mosquea, por que no asiste, porque así lo decide quien debe, con razón o sin ella, y no mueve un dedo b para prestigiar un poder del Estado, vilipendiado por los que lo utilizan como arma política para mantener su control sobre designaciones que les afectan y, no, no que va, ni con maniobras oscuras sino con luz y taquígrafos.
    Bastante se está aguantando ya. No es que no vaya el Rey es que no debería caber, siquiera,que se avalaran, desde el Gobierno, ninguna de sus decisiones.
    Por cierto, Aznar decidió, en la entrega de diplomas de la 49 promoción, que el Rey no asistiera.
    Lo dicho, nada sorprende.

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    1. Asumimos como normales la falta de vergüenza y recato institucional. Esa es la verdad. Esa es la puta clave de tantas cosas como están pasando.

      ¿Cómo se le dice a Pablo Casado que cumpla de una vez con su mandato constitucional? Que de las poquísimas cosas que le exige la Constitución una es renovar las instituciones que le tocan, acordando con lealtad al rey, los cargos de quienes las conforman. ¿Cómo se le dice que es un tramposo, que las personas nombradas por los gobiernos de su color están haciendo trampas a sabiendas, que no se puede jugar con las instituciones del Estado al capricho de su color político, que la sinvergonzonería de blindar las salas del Supremo y los tribunales superiores de Justicia de las comunidades autónomas las va a tener que pagar aunque sea a base del mínimo prestigio que mantienen las personas que están acordando fraudulentamente todos esos nombramientos?

      Y ¿a Lesmes? ¿Cómo se le explica que está en funciones, que carece de legitimidad para hacer lo que está haciendo, que no puede tener la desvergüenza de plantearle pulsos al Ejecutivo, aunque no lo ostente quién (con más o menos merecimientos, que esto siempre estuvo ahí) le puso al frente del Judicial?

      ¡Cuántas cosas son capaces de romper, y qué importantes, con tal de mantener o recuperar el poder!

      Hemos asumido como normales la falta de vergüenza y recato institucional. Tienes toda la razón del mundo. Y nos va mal.

      Gracias, amigo, Gracias.

      Siempre atinas. Gracias por eso.

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