Lo legítimo

La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria.

Parece un asunto menor y, sobre todo, parece un asunto olvidado, pero el parlamentarismo representativo tiene sus reglas y no vale hacer como que no nos hemos dado cuenta y actuar como si, de hecho, nos las pudiéramos saltar sin que nada se resienta en el normal devenir de las cosas públicas.

A diferencia de los estados presidencialistas (habitualmente las repúblicas, aunque no todas lo son), en España no votamos al jefe del Gobierno.

El jefe del Estado (diferente del jefe del Gobierno), por más que a algunos nos joda, nos viene ya nacido y criado por la gracia de Dios. Es un ahorro en términos de gasto electoral, pero es un engorro en términos de inteligencia política: a estas alturas de la jugada se juzga anacrónico que un muchacho o una muchacha nazca ya jefe o jefa de un estado sin comerlo ni beberlo y lo vaya a heredar sí o sí, como un apartamento en Santa Pola, a la muerte o abdicación de su padre el rey o su madre la reina.

Y tampoco votamos al jefe del Gobierno.

Parece que lo sabemos, pero no lo sabemos del todo porque todos los focos están puestos desde el minuto uno en la persona que cada partido decide (democráticamente o no) que será investida presidente o presidenta del Gobierno si su formación gana las elecciones. El matiz es importante: los españoles votamos opciones políticas, partidos políticos, representantes parlamentarios que serán quienes decidan, ahora sí a través de un sistema absolutamente democrático, a qué persona se encarga la Presidencia y la formación del Gobierno.

Luego, el jefe del Estado le da un abrazo y lo nombra y eso, pero su elección, la elección del jefe del Gobierno se produce en la cámara de representantes, en el Congreso de los Diputados para ser más precisos, y recae sobre la persona que aglutina más consenso, la que tiene más votos, en una palabra, entre los representantes democráticamente elegidos por los españoles a través de sus partidos políticos.

Lejanos ya los tiempos de las mayorías absolutas, aquellos ‘felices’ días en los que una sola formación política podía obtener más representantes en la Cámara que todas las demás juntas y, por ende, dependía de sí misma para elegir al jefe del Ejecutivo, los arcos parlamentarios del momento exigen acuerdos a veces nada fáciles, consensos entre partidos e incluso coaliciones de gobierno, para que un candidato obtenga los votos precisos para ser investido (recordemos, mayoría absoluta en primera votación, más síes que noes en la segunda).

Así funciona. Y cuando el candidato investido es del Partido Popular funciona estupendamente.

Distinto es si el candidato resulta ser del Partido Socialista. Entonces el ruido es ensordecedor, porque el Partido Popular considerará, indefectiblemente, que los apoyos obtenidos por el candidato socialista son espurios, indecentes, inaceptables de todo punto y, por consiguiente, la elección del presidente está viciada y su Gobierno será ilegítimo cada uno de los días que ostente el poder. Y entonces, ruido.

El Partido Popular otorga legitimidades y las quita. Seguramente esto es porque, como en el caso de la Jefatura del Estado, la cosa les viene de Dios, ellos lo saben y se permiten el carísimo lujo de cumplir o no con la Constitución según concedan o no legitimidad al Gobierno legítimo. Y ruido, ruido, ruido… Tanto que, cuando finalmente obtienen el Gobierno, la ciudadanía descansa y respira profundo agradeciendo el ejercicio pacífico de una oposición responsable que no se desgañita en insultos cada sesión parlamentaria, cada rueda de prensa, cada acto político. Y les vuelven a votar.

Parlamentarismo.

No importa que Feijóo llene las televisiones de mentiras y que Sánchez se las trague como un principiante y suelte alguna más (por cierto que ya nos gustaría que fuera en la televisión pública, que es la de todos, y no para enjugar la audiencia de emporios tan dudosos de estar al servicio de la información como Atresmedia). No importa que le alcance un papel exigiendo firmar que gobernará el que más votos tenga en las urnas (si fuera él), pretendiendo escenificar en directo el fracaso del acuerdo de Bayona (1388). Ni siquiera importa que el jefe de los populares se haga un Tump deslegitimando las instituciones de antemano y advirtiendo de que, si el PP pierde las elecciones, será porque el PSOE ha hecho trampa con el voto por correo y el gobierno de Sánchez será, claro, ilegítimo.

Y digo que no importa (bien es verdad que convendría no decir gilipolleces), porque no funciona así. Porque los ciudadanos no estamos eligiendo al jefe del Ejecutivo. Los ciudadanos, insisto, estamos votando opciones políticas, ideologías, formas de entender la sociedad, las libertades individuales y los servicios públicos. Y entre las formaciones que encarnan unas u otras formas de entenderlo se construirán los consensos necesarios para llevar adelante la legislatura. Las decisiones que cambian los países y los hacen evolucionar se toman en el Parlamento a propuesta, casi todas, del Gobierno que legítimamente (aun cuando no sea del Partido Popular) haya formado el candidato elegido con el apoyo de su partido y de todos los que, con su partido, comulguen en mayor o menor medida con esa forma de entender la sociedad.

No se elige al presidente de la república, porque no es una república esto nuestro. Ni se elige al jefe del Gobierno, porque no es una democracia presidencialista. Es una democracia parlamentaria. Se eligen formas de entender la sociedad y, de entre ellas, se elegirá a quien habrá de dirigir el Gobierno de la nación. Solo… o con el apoyo de otras fuerzas políticas con ideologías compatibles y representación en el Parlamento.

Así de sencillo. Así de legítimo.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.


7 respuestas a “Lo legítimo

  1. Y así nos va.
    Tanto exceso de ideología, para qué? En mi opinión para tener adeptos en sus cuentas de empresa.
    Luego nos quejamos de que nos llame Jazztel o Vodagone etc..
    Estas empresas, que se llaman partidos políticos, tienen vendedores mucho más agresivos.
    Un abrazo

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    1. La cuenta de resultados de los partidos políticos se mide en votos. A sus vendedores se les llama candidatos y algunas semanas uno se quedaría con los de Jazztel…

      ¡Cuánto ruido, Pacix! ¡Qué mal venden! Qué mal se venden… y qué bien nos venden.

      ¡¡Un beso enorme!!

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  2. Pues a riesgo de que me digas antiguo, sigo pensando que unas votaciones sobre quien queremos que nos gobiernen durante 4 años, eran las anteriores a los pactos, por una simple razon, no pueden gobernar y decidir los menos representados, no puede ser, todo partido tiene derecho a participar en unas elecciones e intentar llevarse el gato al agua, pero tendremos que pensar hacerlo de otra manera , no puede ser que 4 indocumentados chupopteros aprovechados pacten y si no no me das no te apoyo, asi no se deberia de consentir,¿ quieren participar en unas elecciones? me parece bien, solo dos opciones gobierna el partido mas votado o aunque nos cueste duplicar las elecciones una segunda vuelta y asi aquellos que han decidido votar a partidos oportunistas como vox que decidan de los dos ganadores a quien apoyan, pero asi no, que un partido poniendo un ejemplo tenga 160 escaños otro 155 y manda el de de los 35 , vamos no me entra en la cabeza ¿ para que vale el voto de la mayoria? para nada decide el listillo de turno apoyado por los inoculados del virus.

    De verdad deberiamos pensarlo friamente, pero mientras tanto seguiremos mirando quien nos convence aunque sea con mentiras perfectamente contrastables , pero miente que algo queda.

    Buen domingo

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    1. ¡¡Difícil!!

      Soluciones hay al problema que planteas: la segunda vuelta, un porcentaje mínimo aplicable al conjunto de las circunscripciones electorales (a todo el territorio)… El simple sistema que aplica en los ayuntamientos: mayoría absoluta en primera votación o cabeza de la lista más votada.

      Nuestra Ley electoral, sin embargo, quiere acuerdos. No sé si era el espíritu del legislador en 1985, cuando se redactó la Ley y las mayorías absolutas estaban a la orden del día, pero ahora nuestra Ley obliga a pactos.

      El efecto no querido de la norma es el abuso de que algunos hacen gala, cambiando votos por prebendas. Y, sin embargo, su espíritu es el consenso.

      Quizás la Ley electoral se redactó en un tiempo en el que el consenso era posible y el momento actual exige revisarla. Pero ¿no sería más sencillo revisar el sentido político de quienes la aplican? La lealtad institucional se ha convertido en una ‘rara avis’.

      Eso es lo que yo creo que hay que revisar.

      Un abrazo fuerte, amigo. GRACIAS

      (Te echamos de menos el domingo pasado)

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  3. Justo, deja de llamar consenso a la «ejemplar transición» aún conozco a un ex falangista presidente de un Consejo General de Colegios que fué jefe de protocolo del CSD y qué, por cierto, también estuvo de colaborador con Elena Salgado. Creer que fulanos como Fraga eran democráticos a éstas alturas es peor que creer en el papa del Palmar.
    En cuanto al jefe del estado, teóricamente no pinta nada, podría ser una señora o señor que hable idiomas con una jornada laboral de ocho horas y viva en un piso en Moratalaz; pero ésto es España y tenemos una dinastia de monarcas con dos obsesiones, el sexo y amasar fortunas para fundirselas, generalmente en putas.
    Y luego estamos nosotros, los españoles. Que usamos la tripa para todo, hacer morcillas, hacer chorizos, en el más amplio sentido de la palabra, los encumbramos, los envidiamos, los admiramos e incluso nos los comemos, también, por supuesto, para votar.
    Va primero en las encuestas un tipo que si algo ha dejado claro es que no tiene palabra, con todo lo que implica. Pero da igual, vivimos en el mundo de sálvese quien pueda.
    Los judíos alemanes votaron masivamente a Hitler, algo que habría que repetir constantemente.
    Todo lo demás que has dicho está muy bien pero no te lo va a entender nadie. Se trata de darle al falconeti de Perro Sánchez, eso sí lo entendemos bien.
    Ni Feijóo ni ninguno de sus cómplices ha usado la palabra PSOE, solo sanchismo. Luego está la palabra gilipollas que es donde entramos todos los demás que nos tragamos toda esa «política de taberna»
    Sí, el franquismo nunca se fué, estaba atado y bien atado desde la Zarzuela entre whisky, comisiones y amantes. Luego ya consolidado con Felipe González en el gobierno.
    Y ahora cuando han aparecido los rojos ya con estudios esos franquistas se han quitado aquellas chaquetas y han sacado su verdadera cara y todas las armas de guerra de que disponen. Hemos tragado como siempre.
    En nuestra guerra civil ganaron los curas y perdieron los maestros que fueron asesinados masivamente. De aquellos polvos éstos lodos.
    Todo eso que has dicho está muy bien pero aquí no encaja, aburre; es mucho mejor «que te vote Txapote» eso sí da votos no SMI, que no saben ni lo que significa. Todo lo hecho bien es una obligación, un derecho que ni saben que tienen. Por eso sale lo que sale en las encuestas.

    Que te vote el del cogote (Rato)
    Que te vote el chapapote

    Me sabía más pero se me ha olvidado.
    Feliz domingo, abrazos.

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    1. Predicar en el desierto es como una cosa bíblica que no estoy seguro de que me ponga demasiado.

      Sin embargo, lo hago en la seguridad de que decir lo que uno piensa es bueno para la salud. No para la sanidad: esa batalla la tenemos perdida, pero sí para la salud individual de uno mismo.

      Sé que todo aquello que no cabe en un tuit y se destila por los intestinos es poco o muy poco efectivo, pero sigo intentándolo sumido en la desgracia de que lo que yo pienso, o se resume en ‘que te vote el del chapapote’ o no cabe en 250 caracteres.

      Si hubo consenso. Visto con perspectiva un consenso viciado y engañoso, pero quienes nos engañaron estuvieron de acuerdo en hacerlo. Y algo fue algo, porque aun soportando los lodos que nos vienen de aquellos polvos (globalmente considerados), vivimos en una sociedad amable y disfrutamos de derechos universales de una calidad más que aceptable. No fue la mejor, ni siquiera fue la buena, pero fue, y lo fue por consenso, a pesar de que los falangistas siguieran campando a sus anchas y nos negáramos la posibilidad, entonces, de la verdad, la justicia y la reparación.

      Tiempo al tiempo. A riesgo de aburrir, lo seguiré contando como sé contar las cosas. Y cuando mi pensamiento quepa en un tuit… habré perdido.

      Un abrazo fuerte, amigo. GRACIAS

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      1. Obvio, si no se dice no está. Solo que creo que el tema no se enfoca desde la perspectiva adecuada. El problema no viene de la transición ni de la posguerra, viene de mucho antes. Quizás del barrido de la Pepa que hizo el absolutismo.
        La alternancia partidista ha sido una pamema, un cambio para que todo siga igual. Fué cuando entraron las rastas en el Congreso cuando vieron en peligro el chiringuito, unos y otros.
        Yo salí a la calle a pedir amnistía, aquello costó muertos, nos engañaron, la amnistía se la aplicaron ellos, ese fué su consenso.
        Siempre estoy de acuerdo contigo es muy loable que mantengas tu discurso. Pero repito, los judíos votaron a Hitler, ah… los periódicos británicos alabaron su elección, un gobierno fuerte, lo que necesita Alemania etc etc.
        Sánchez, en esa pantomima que llamaron debate, deberia haberse levantado a los diez minutos de ver a Feijóo escupir una mentira tras otra, hay que usar sus mismas armas, decirle: vd es un mentiroso que no tiene ningún respeto a los españoles, levantarse, marcharse y desmontarles el show. Sánchez perdió por tonto, hay que serlo mucho para pensar que allí le iban a montar un debate rigurosamente democrático. Hay alguien a quien negociar y preparar debates no se le da bien, se llama Bolaños. Mejor le habría ido si le hubiera pedido ayuda a Pablo Iglesias porque Rubalcaba ya no está.
        Feliz semana, abrazos.

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