No importa nada la idea que la sociedad se ha hecho de los partidos políticos, imaginando que son una suerte de asociaciones de colegas en las que uno echa a votos si se puede comprar un casoplón de 600 000.
No son eso.
Y evolucionar no es lo mismo que vulgarizar, por mucho que la evolución de la política, merced al populismo imperante, haya convertido en vulgar el ejercicio del poder.
Un partido es una organización muy seria, muy grande, muy reglada y muy organizada, valga la redundancia, dentro de la que los militantes están sometidos a una disciplina que puede ser más o menos férrea pero siempre, repito, siempre, es democrática y casi nunca es de voluntaria aceptación: militas o no militas. Y si militas estás sometido a la disciplina del partido.
Llamamos cariñosamente a esa aceptación de la disciplina del partido, compromiso.
Sin compromiso no hay militancia, sin militancia no hay partidos y sin partidos no hay democracia.
Parece sencillo.
Si usted busca, para militar, una organización política que coincida 100% con sus convicciones presentes y futuras, acabará por crear su propio partido político. En ese escenario podríamos calcular una media constante de 25 o 30 millones de partidos políticos en España, pues no conozco a ningún español mayor de edad cuya escala de valores coincida fielmente con la de otro, por más que ambos estén de acuerdo en que Luis Rubiales es un gañán.
Incluso militando en la misma formación y habiendo sido elegido diputado al Congreso, si se concediera la gracia de la libertad de voto no habría salido airosa ni una sola de las proposiciones o proyectos de ley que se hubieran sometido a la Cámara o, de haberse aprobado, sus textos serían tan largos y farragosos (con tal de incorporar el parecer de cada uno), que su simple lectura, no ya su aplicación, hubiera resultado imposible.
El Diccionario panhispánico del español jurídico los define como “Asociación de base privada que cumple funciones públicas, es expresión del pluralismo político e instrumento de participación, concurre a la formación de la voluntad popular y crea la representación política a través de la presentación de programas y candidaturas electorales.”
Se sigue de aquí que quienes los conforman, comparten objetivos, intereses, visiones de la realidad, principios, valores y proyectos no necesariamente idénticos, pero sí coincidentes en lo esencial y, aunque está elíptico, persiguen alcanzar el poder pues su meta es que esos objetivos y visiones de la sociedad se hagan realidad a través de la acción de gobierno.
Dicho todo lo anterior parece obvio que si una persona milita en un partido y pide activamente el voto para otro es que se ha hecho un lío muy grande y la salud democrática aconseja quitárselo de encima cuanto antes, no sea que la ciudadanía se crea que, militando en el PSOE, o siendo socialista, socialdemócrata, o simplemente de izquierdas, se debe votar a Isabel Díaz Ayuso porque así lo recomiendan los propios santones de tu organización.
Para pedir el voto para el PP, basta con apuntarse al PP, incluso con ser de derechas o declararse apolítico o demasiado íntegro para perder la independencia militando (o sea, ser de derechas), pero resulta inconveniente hacerlo desde la filas de partidos de izquierdas: si lo haces, te echan. Sencillo.
Y, de otra parte, por comprender mejor (a sensu contrario) el complejo mecanismo de toma de decisiones que opera en los partidos políticos, basta con asomarse esta mañana a la ciudad de Madrid donde una masa (imposible de determinar a la hora de escribir estas líneas, pero presumiblemente abultada) de personas se hacen eco de la orden caudillista de un caudillo apolillado.
¿Las organizaciones locales del PP han tomado sus iniciativas, las han trasladado por las vías reglamentarias a sus órganos regionales que, a su vez, han confluido en la estructura nacional del partido para convocar una movilización ciudadana contra la hipotética investidura de Pedro Sánchez? ¿Acaso la Comisión Ejecutiva ha escuchado los informes de sus expertos reunidos en cónclave para tomar tamaña decisión como es la de abordar las calles en busca de frenar iniciativa alguna?
¡No!

El apolillado José María Aznar, que no forma parte de las estructuras del Partido Popular a pesar de haberse consagrado como su líder espiritual (si alguien lo toma por un líder intelectual, también se habrá hecho un lío), ha llamado a la movilización contra la fractura de España porque, otra vez, y siempre desde el punto de vista caduco del caducado sujeto, España está a punto de romperse en mil pedazos. Otra vez.
Saltarse las normas básicas de la toma de decisiones conduce a estas escenas de esperpento público. La ocurrencia de un señor mayor, con la cabeza a caballo entre los siglos XVII y XVIII, se ha tomado como una obligación y el séquito que lo aplaude lo ha puesto en marcha sin pestañear.
Contra qué se manifiestan sería un enigma si no se supiera que, descontada la investidura de Feijóo en la que nadie está pensando ya, se trata de bombardear desde antes de nacer la continuidad de un proyecto político de izquierdas en el que gran parte de la ciudadanía parece confiar.
Y para eso valen los partidos políticos de verdad: para evitar que las ensoñaciones de un exdirigente caducado avoquen al ridículo a la organización entera.
Gran cosa sería un PP convertido en un partido político de los de verdad, con toda su herencia franquista, con todo su pensamiento neoliberal, con todo su reaccionarismo ideológico, pero de Estado, serio, organizado, dueño de un ideario con el que las personas se pudieran identificar más allá de aquella vieja idea de la España una, grande y libre en la que todavía se cobijan.
Gran cosa sería que el PP dejara de hacer el ridículo. Nicolás Redondo Terreros ya no lo hará más en nombre del PSOE.
El dibujo es de mi hermana Maripepa
Pues sí!!!
Además, más allá de eso que denominas compromiso, hace falta tener un dosis mínima de lealtad hacia tu propia organización. Bien es cierto que el carecer de compromiso hace que la lealtad, si bien cacareada, brille por su ausencia.
Quienes carecen de uno y de la otra siempre acaban apelando a la libertad de expresión como si esta todo lo justificara, cuándo lo verdaderamente importante en un partido político es si existe o no democracia interna y si sus órganos internos se adecuan a esta.
Es en ese ámbito donde deben darse las batallas internas y el cambio de orientación de la organización.
Sobran líderes espirituales y falta compromiso con una orientación de país que han decidido los ciudadanos en las urnas y al que hay que dirigirse.
Esta orientación puede no ser la nuestra pero los caminos por lo que debe transitarse son los que son y no caben atajos.
Y al final siempre podemos ejercer nuestra libertad y abandonar proyectos en los que, no ya no nos sentimos cómodos, sino que no se adecuan a nuestra forma de entender esta sociedad y, ya desde fuera, poder opinar o trabajar.
Eso sí es compromiso y lealtad.
Un abrazo
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Democracia interna. Cauces de participación, corrientes de pensamiento, cabe todo dentro de un partido democrático.
Lealtad, como bien dices, es lo que se exige de la militancia. Y la falta de lealtad no cabe dentro. Entenderlo es muy sencillo, pero nos pone tan cachondos oír de boca de los contrarios las críticas a su propia organización que portadas y titulares se hacen eco inmediato.
El morbo de los medios… el ego personal… incomprensible en quienes lo han sido todo y necesitan continuar alimentándolo una vez desaparecidos de la escena política.
Deslealtad, ruindad… cuando no defensa de intereses de los que mejor ni hablar.
La libertad de expresión no lo acoge todo. O sí, pero entonces te tienes que ir. Y si no te vas, te sacan. Esa es la norma. Para quien quiera entenderlo.
GRACIAS, AMIGO, un placer verte por aquí.
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Aznar, José María, sin el don, ese que huyó de Madrid en la pandemia, dejando atrás a su madre que terminó muriendo. Como no tiene conciencia lleva los muertos, de que es responsable, en la cara y son muchos.
Me gusta la profesión de periodista, al estilo de Todos los hombres del presidente,
Pero ese jefe de contenidos que mete las declaraciones de Aznar, aunque le den mucho asco, pero la facturación manda. Ese trabajo no me gusta, sobre todo porque no sé que haría, seguramente tendría que tragar, como el.
Los partidos políticos.
Colegios Profesionales y Federaciones Deportivas son mi experiencia profesional. Eso me hace ser muy excéptico con el dibujo ideal que has hecho del partido político como elemento democrático.
Lo de Nicolás Redondo, Leguina y otros cuantos que han salido éstos días, son todos producto del jubilado resentido que no entiende eso de: el cementerio está lleno de gente imprescindible. No hay nada que siente peor que «haber sido» ir donde eras y encontrar que nadie te hace caso porque están trabajando.
Que Leguina vote a los del tamayazo solo puede tener dos motivos, es imbécil, o nunca ha sido socialista; solo pagaba la cuota porque eso le favoreció profesionalmente.
En política el término honorable tiene un motivo, una persona abandona su actividad profesional para dedicarse a servir a sus conciudadanos durante un determinado período de tiempo. Como el presidente de una Comunidad de Propietarios cuyo cargo es obligatorio según la LPH.
Sin embargo los partidos políticos parecen Randstad. Una oficina de empleo que te solucione la vida. Pareciera que estoy en contra de los partidos, no, para nada, estoy en contra de la pérdida del concepto honorable. Los partidos, como los Colegios Profesionales tienen un solo fin, el problema es que se «olvidan» de ello. Creen que lo importante son las personas, llaman política a las peleas y puñaladas que se pegan entre ellos para colocarse delante. Esa cultura de «lideres» hace que mires al dedo en lugar de a la luna. La gente va cambiando, los proyectos no.
Los partidos no pueden colocarnos fulanos como Feijóo que ya ha dejado más que claro que no escribe lo que lee, no hace falta explicarlo. Como va a gestionar un país si no sirve ni para meter las cartas en los buzones. Ya que fué director de Correos y la intentó privatizar. Sería mucho esfuerzo para el gestionarlo. Eso sí, se embolsó 170.000 Euros, qué, tristemente, es por lo que pelean algunos
Ahora que están con la amnistía cociéndose en el puchero tenemos una amnistía de la que nadie habla. Los ricos de Madrid se ahorraron en 2021 1.200 millones de euros. A razón de 60.000 euros persona. Los más pobres se ahorraron 19, lo justo para una pizza en oferta.
Si a mí, cierto gobierno me ahorra todos los años esa pasta, pues… Rácano no voy a ser, imagino que me explico. Para eso sirve también esa compleja estructura de partido de: que hay de lo mío.
Eso es el PP y nunca será otra cosa por mucho que te empeñes.
Llueve lo que siempre es bueno.
Feliz domingo, abrazos.
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Aclaro que eres Javier, por si el dato fjcn0d5c248ebb4 no fuera suficiente para identificarte para algunos que no sepan leer en código máquina.
Si un partido político lucha por el poder a base de generar odios, desconfianza en las instituciones y de convencer a la ciudadanía de que todo es mierda mientras ellos no gobiernan… si ese partido con esa forma marrullera de hacer, gana, la sociedad habrá perdido.
Cuando la sociedad pierde y repite, entonces es que le gusta perder, o que lo hacen tan bien que nadie se da cuenta, o que los de enfrente lo hacen tan mal que no saben contarlo.
Ciertamente, la calidad de nuestra clase política no está en alza. Ni la ciudadanía, desgraciadamente, la reclama.
Hoy por hoy, casi me bastaría con que no dieran el espectáculo del ridículo. Aunque no sea mucho pedir. Y elevaría a los altares a aquel que se atreviera a gritar ¡está desnudo!
Vienen días complicados. Preparémonos.
Un abrazo, amigo. GRACIAS
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Efectivamente, soy Javier. No me había dado cuenta que tenía el nombre de usuario como unos zorros.
Pido disculpas.
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jajajajajajajajaja
Aceptadas
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