Siempre fueron los americanos.
O eso pensamos siempre, aunque nunca tuvimos más que las sensaciones o los rumores de que toda la información que llegaba hasta nuestros medios de comunicación estaba filtrada por agencias norteamericanas que construían el relato de occidente a su imagen e interés. Nunca llegamos a fiarnos del todo de esa verdad única que consumíamos, solo opinada o incluso tergiversada, de acuerdo con la ideología del diario o la cadena de televisión que nos la contaba.
Nunca hemos sabido la verdad. Al menos no aquellas verdades que, quien tenga el poder para ocultarlas, consideró que perjudicaba sus intereses o nuestra salud o, simplemente, pensó que distorsionaba la imagen del mundo que hay construida para el consumo cotidiano. Quiénes son los buenos, quiénes son los malos, quién dicta las normas, quién decide sobre la macroeconomía y por qué, han sido hasta ahora verdades incontrovertibles sobre las que las personas forjábamos una opinión u otra, siempre con la sospecha de que algo se nos ocultaba.
Pues se acabó.
El concepto ‘verdad’ ya no existe.
Ya no hay una verdad asumida como cierta por la colectividad, sobre la que opinar de acuerdo con la ideología de cada quién. Ahora la verdad se la construye cada uno sobre la información que prefiere consumir.
El peligro de la desinformación está en relación directa con el desinterés sobre la verdad. La falta de cohesión entre los grupos humanos que producen las verdades paralelas sobre las que se asienta la ideología es el caldo de cultivo más propicio para desentendimiento, para el odio, para el peligrosísimo desarraigo con lo común, que es aquello sobre lo que se sientan las bases de la convivencia.
La desinformación se organiza con ese y ningún otro fin: el desarraigo. Y se organiza desde ámbitos de poder que, seguramente, están fuera de nuestro alcance.
Las guerras más mediáticas que tenemos encima nos dan buena prueba de ello, así como el desconocimiento que reina (en este 2023 hay contabilizadas 57 en el mundo) sobre todas las demás. Y el interés que ha despertado en las instituciones europeas la desinformación que se cierne sobre la que se libra en Oriente Medio entre israelíes y palestinos, nos advierte de que, en efecto, las consecuencias de bulos y fakes distorsionan, no ya la verdad (que eso a nadie le importa), sino la convivencia misma.
Las instituciones de la UE han abierto investigaciones a Tik-Tok, Meta y X (antes Facebook y Twitter, respectivamente), por hacer correr en sus redes informaciones tendenciosas en una u otra dirección, ya sea antisemíticas, ya sea islamofóbicas (aunque de estas últimas hay más), que desvirtúan la verdad y acrecientan el odio en un conflicto que, básicamente, ya se alimenta del odio de los contendientes.
Y de poco vale advertirlo, ya sabemos, porque cada uno construiremos nuestra propia verdad sobre el conflicto y odiaremos a los unos o a los otros según nuestra propia manera de entender el mundo, ajenos a la Historia, ajenos a los acontecimientos, ajenos en definitiva a la verdad, que se ha convertido en una arista secundaria del conflicto.
Usted pensará que el hospital Bautista Al-Ahli de Gaza fue bombardeado por el Estado de Israel si va con los gazatíes, o que lo fue por la propia Yihad Islámica (el segundo grupo armado más poderoso de Gaza) si va con los israelíes. Lo cierto es que no se ha determinado por ninguna autoridad independiente de dónde salió el petardo (sin determinar si un cohete o un misil) que originó las quinientas víctimas mortales en la franja. Pero a usted, posiblemente, esto le importa un pimiento, porque su opinión sobre quiénes son los buenos y quiénes son los malos (igual que la mía) estaba ya formada de antemano y despreciará cualquier noticia que no avale su manera de entender la realidad.

¿Es importante?
Lo es.
Porque un horror no oculta otro horror. Y hacer criterio sobre el horror implica el esfuerzo de conocer la verdad sobre su origen y sobre los acontecimientos que lo generan, sin que nuestra particular forma de asumirlo nos haga creer únicamente a quienes cuentan lo que nos hace reafirmarnos en lo que ya creíamos saber.
Verdades universales probablemente no existan y, de existir, están fuera de nuestro alcance pequeño, territorial, micro-cultural, condicionado. Dios sería un buen ejemplo de ellas, pero Dios no existe (o va perdiendo).
La sobreinformación, la desinformación, los medios por los que ahora obtenemos la noticia de lo que sucede, tan diferentes hoy, han propiciado la extinción de aquellos lugares comunes sobre los que antes se cohesionaban los pueblos (más ciertos o menos, pero comúnmente aceptados).
Y eso conviene a quienes convenga. Pero no es a usted. Ni a mí.
Aprendamos a informarnos. El juicio crítico es una herramienta compleja, exige esfuerzo. Formar opinión sobre las cosas que suceden requiere saber que realmente suceden. Después cada uno las analizaremos desde nuestro entendimiento, pero antes hay que llegar al acuerdo común de que las cosas son como son y no como interesadamente pretenden hacernos pensar que son.
No olvidemos que la verdad es un regulador social y los mundos paralelos creados a base de ignorarla solo desvertebran, hacen que se desvanezca nuestra relación con el mundo pero, sobre todo, hacen que se pierda el lenguaje común sobre las cosas en nuestro propio entorno.
El dibujo es de mi hermana Maripepa
Fíjate, que en todo lo relacionado con Israel y Palestina, por mucha desinformación y fakes que se lancen es poco probable que haya un cambio de postura entre quienes llevamos observando os acontecimientos que en esa zona ocurren desde hace décadas. Nada es novedoso sino repetitivo. Quizás el poder mediático para transformar verdades en trolas incida en quienes reaccionan de manera primaria, que se dejan llevar por el viento que más sopla, pero al menos la población civil europea, independientemente de la alineación de sus gobiernos, mantiene en este tema la misma actitud que en los diferentes encontronazos entre las organizaciones palestinas y los gobiernos israelíes: Empatía por el pueblo palestino y, en general y sobre todo, solidaridad y empatía con las víctimas de un lado y de otro. Porque incluso aun negándoles razones a los Netanyahu y afines, las víctimas, sean israelíes o palestinas, suponen motivación suficiente para pedir que paren ya, que dialoguen, que se arreglen, que pacten… O que los dirigentes de ambos bandos se vayan al desierto del Néguev, se enzarcen en un cuerpo a cuerpo y dejen de utilizar a las poblaciones civiles israelíes y palestinas para alimentar sus despropósitos.
Desde hace tiempo, cuando las hostilidades entre unos y otros se convierten en atrocidades, siempre recurro a la misma fuente de información: la organización pacifista israelí Gush Shalom, que lleva años luchando, sin más armas que las palabras y las manifestaciones callejeras, por el entendimiento entre las partes.
Salud.
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La buscaré. No la conozco aunque sigo el conflicto desde hace muchísimo tiempo y tengo mi solidaridad ligada con el pueblo palestino, a pesar de abominar del terrorismo de origen islamista, como de cualquier otro tipo de terrorismo.
Es difícil hurtarse del predominio informativo norteamericano y bucear en los acontecimientos, pero todo el que conozco que ha estado en la zona me habla del apartheid al que el Gobierno de Israel somete al pueblo palestino y sobre la inmundicia de los territorios ocupados.
¿Justifica eso el terrorismo? Desde luego que no. No en nuestra cultura, donde la venganza se castiga y el delito se persigue por la Ley. Definitivamente no en nuestra cultura.
Pero ¿para cuándo una cultura común en la que provocar dolor sea pecado mortal y matar por cualquier dios delito de lesa humanidad?
De propagar esa cultura no se ocuparán Tiktok, ni Meta, ni X. Nadie se ocupará de eso. Y quien se ocupe me temo que perderá el tiempo. Demasiados intereses demasiado poderosos y demasiado ricos (si esto no es un pleonasmo) generando cada cual su propia realidad… exista o no.
GRACIAS, AMIGO. Busco Gush Shalom.
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¿Y sabes qué es tan pavoroso como aleccionador…? Que algunas de las personas que escriben y forman parte de Gush Shalom han perdido familiares y amigos por el terrorismo de Hamás y hasta algunos activistas por la Paz han perecido… Y aún así, quienes colaboran con Gush Shalom se mantienen firmes en sus convicciones por un futuro que sueñan de concordia entre ambos pueblos, pese a verse, en muchas ocasiones, señalados como traidores por algunos compatriotas
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Eso debe tener que ver con la coherencia. Eso tan difícil de encontrar. Eso que tan bien sabe combatir la sed de venganza. Que tan bien sabe combatir el odio.
Le he echado un vistazo a la página. Magnífico lugar para calmar la sed.
Gracias por traérnosla.
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Justo el tema de hoy me da dolor de estómago.
La postverdad no es de hoy, un buen ejemplo lo tienes en nuestra guerra de la «independència» como acabó aquello, absolutismo, derogación de la Pepa, persecución política, caída en picado de España y el rizo rizado, poner el 2 de mayo como fiesta de Madrid, con soldaditos desfilando.
Venía de ver un post en X de la embajadora israelí en España, condenaba el terrible atentado antisemita en un hotel de Barcelona propiedad de un israelí.
«Terrible atentado» poner dos banderas en una ventana.
«Antisemita» antisemita es tratar de exterminar al pueblo palestino para quedarse con su tierra.
Los palestinos son semitas, como los árabes. Los judíos suelen usar esos conceptos, antisemita, antisionista, si se condena el genocidio contra el pueblo palestino perpetrado por israelíes. Obvio que las palabras no son inocentes.
Unas palabritas bien manipuladas y tienes tú verdad.
Mientras cortaba cebolla pensaba en Kissinguer, sus cien años y su premio Nobel. No estaría yo cómodo compartiendo premio con tan siniestro personaje, otro ejemplo de «verdad». En realidad debería haber ido visitando cárceles, comenzando por Argentina e ir subiendo por cada país por donde fue responsable de sus dictaduras.
Nos hemos acostumbrado a que nuestra verdad nos llegue. La verdad de verdad hay que buscarla y contrastarla y por supuesto, cuestionarla.
Es muy triste lo que pasa.
Feliz domingo, fuerte abrazo.
Pd: La verdad de verdad es que la indústria armamentística y la petrolera se han disparado en su valor. Me juego un dedo a que más de un avispado judío se ha beneficiado.
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Dijo Javier Solana, ya mayor, en una conferencia en Barcelona, que los tres problemas del mundo son, por este orden, el hambre, el cambio climático y la industria armamentística. Y lo decía porque lo sabía.
Después de la pandemia de covid-19, yo hubiera añadido sin dudar a las farmacéuticas como cuarto problema global, pero Solana los dejó en tres.
Pongo otro dedo mío en tu apuesta seguro de ganarla.
En cualquier caso, quedan huecos que no saben cubrir. En la sociedad sigue habiendo un clamor a favor del pueblo palestino y no pueden callarlo. Algo funciona, aunque el Nobel se lo den después a genocidas vestidos de blanco purísimo.
Un abrazo, amigo. Gracias por tu reflexión.
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