No lo ha dicho uno de estos exaltados con el cuerpo tatuado de esvásticas que se autoproclaman nazis a voz en cuello a los que Vox gusta contratar para calentar la calle. Lo ha dicho, también a voz en cuello y también para mostrar abiertamente su condición de nazi, el vicepresidente del Gobierno de Castilla y León, para vergüenza de los castellano leoneses de bien que, de un tiempo a esta parte, soportan estoicamente a un indigente intelectual como número dos del Gobierno de su tierra.
¿Tiene esto algo que ver con la amnistía por los asuntos del procés? No, claro que no. Nada que ver.
Tiene que ver con el odio que destila la extrema derecha, que tan bien sabe propagar, rabiosos como niños malcriados porque han visto volar por los aires su cacareadísima derogación del sanchismo.
A amnistías vergonzantes el pueblo español (considerado como un todo) ya está acostumbrado desde la de 1977, que equiparó víctimas con victimarios y permitió que, a día de hoy, la derecha no haya superado el franquismo y lo siga hambreando por las calles de las ciudades cada vez que sus líderes necesitan crear la ficción de que su patria se rompe.
¡Qué puta hartura!
Lo cierto es que no está pasando nada.
Fuera del hecho de que Puigdemont nos cae muy gordo a casi todos y de que su extremo protagonismo en la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno nos pone a casi todos de los nervios, no está pasando nada más.
Quiero decir que no con este episodio de la investidura porque, en realidad, sí están pasando cosas. La más inquietante de todas, el espectáculo que ofrecen esas nuevas generaciones de cachorros reivindicando el mundo de privilegios perdidos de sus abuelos.
Las manifestaciones de Madrid (hoy serán en toda España) ante la sede del PSOE son inquietantes.

Usted sabe que no son espontáneas, que las convoca la ultraderecha a través de organizaciones medio escondidas por las redes, igual que sabe que no se convocan para protestar por la amnistía. Que exhibir esas banderas carlistas, requetés o preconstitucionales pollo en ristre (no sé bien bien a qué viene ahora reivindicar los tercios de Flandes) no obedece a las circunstancias que rodean esta investidura en concreto. Usted sabe que lo que subyace es mucho más profundo y que este asunto de las cesiones al nacionalismo catalán (o vasco) se viene sucediendo con todos los gobiernos que han sido en democracia: para romper España, si las concedía el PSOE, para garantizar la paz y la gobernabilidad, si las concedía el PP (recuérdese el pacto del Majestic entre Aznar y Pujol, que deja en mantillas cualquier pacto posterior, incluido el actualmente en liza).
Y ¿sabe cuál es la diferencia?
Pues la diferencia es ninguna.
La derecha española solo cree en las instituciones cuando las gobierna ella. Y esto es así, simplemente, por la ausencia absoluta de convicciones democráticas que hay en su credo.
¿Qué inmensa gilipollez es esa de proclamar que nos están metiendo una dictadura por la puerta de atrás?
¿De verdad puede decirlo la presidenta de una comunidad autónoma, cuyo jefe de filas (no sé si ella sabe que aún lo es) acaba de someterse a una investidura fallida? ¿Hay sesiones de investidura en las dictaduras? ¿Alternancia de poder?
¿Qué gilipollez inmensa es esa de que Sánchez está dando un golpe de estado? ¿Quién llama golpe de estado a los pactos en el seno de un parlamento democrático? ¿Qué puta insensatez es esa y quién se atreve a proclamarla? ¿Quién coño se puede alinear en esa falacia malintencionada?
¿Es un estado dictatorial este en el que el jefe de la tercera fuerza parlamentaria llama a la insurrección a las fuerzas y cuerpos de seguridad y no le pasa nada?
Esto es bien sencillo: los xenófobos recalcitrantes que gritan ‘esas lecheras a la frontera’ no pueden gobernar España. Los que se lanzan a la calle pintados de esvásticas hasta las orejas para destrozar el mobiliario urbano intentando alcanzar la sede de un partido democrático para asaltarla, no pueden gobernar España. Los cachorros que claman por los privilegios (que nunca perdieron, dicho sea de paso) de sus abuelos, no pueden gobernar España. Aznar no puede volver a gobernar España, ni Feijóo lo puede volver a intentar, ni Abascal dar rienda suelta a su insensatez gobernando España.
Y ahora veamos: los países no se rompen. Uno muy tonto los puede joder, como la historia ya nos ha demostrado en EEUU o Brasil, pero no romper. España no se va a romper por mucho que lo cacareen quienes, en realidad, lo joderían para recuperar un estatus quo que aquella vergonzosa Ley de Amnistía de 1977 les ha permitido seguir acariciando.
Y todo eso es así, por gordo que nos caiga Carles Puigdemont.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.
Acuerdo en parte, en lo de la amnistia, bien es una negociacion como otra culaquiera de partidos totalmente legitimos, ¡porque no se puede pactar con los catalanes y si se puede pactar con Vox? la ley del embudo de la derecha sigue existiendo, por eso veo bien el pacto aunque me joda que me jode, ahora si las informaciones que siguen dando es la bajada de pantalones, si es cierto todo lo que se dice nos va hacer falta mucha vaselina, tenemos que pactar pero el borrico en la linde, si es cierto que no lo se, que se le perdonan 15.000 millones, lo tendremos que hacer con el resto de autonomias, que los impuestos que genere cataluña se quedan alli, tendremos que hacer lo mismo con el resto de comunidades y entonces estaremos muy jodidos, si todo esto es cierto mal lo vamos a pasar, ya lo hizo Aznar con pujol y no gusto mucho, bajarse los pantalones pero no hasta la rodilla, por que entonces nos quedamos con el culo al aire nunca mejor dicho.
Buen domingo a pesar de los violentos, que tu sabes cual seria mi solucion para ellos, leña al mono que es de trapo.
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Esas cesiones habrá que ver cómo se concretan. Serán para todas las comunidades, claro: la condonación del 20% de la deuda parece muy razonable (claro, si es para todos) y la cesión de tributos es una vieja reivindicación: quieren llegar a un régimen fiscal similar al de los conciertos vasco y navarro que venían del franquismo y la Constitución consagró. No lo conseguirán, pero es normal que lo pretendan… nada escandaloso…
Y nada tan gordo como lo que ya cedió Aznar… Lo que pasa es que si cede la derecha es por garantizar la paz y si cede la izquierda se rompe España… y claro…
En fin, ya veremos como al final no se rompe nada…
¡¡GRACIAS!!
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Ésta mañana he visto una foto de un tío disfrazado de Franco en un andén de la línea 3 del metro. La que va paralela a Ferraz.
Pues a mí todas éstas algaradas me parecen muy bien, oír a los cachorros nazifranquistas de cuarta o quinta generación llamar piolines a los UIPS no deja de tener cierta gracia, las banderas con la gallina de la dictadura, parece que las han sacado para poner un huevo. Lo de los tercios de Flandes si me parece adecuado, la mayoría eran mercenarios italianos y alemanes, estaban inmersos en una guerra absurda por motivos religiosos, el empecinamiento de un rey ultrareligioso que sumió a su país en la pobreza.
Los jueces poniéndose en evidencia protestando por el lawfare mientras Garcia Castellón, nombrado por dos reos, presuntos corruptos, la caga pasándose de frenada acusando a Puigdemont de terrorismo.
En el fondo los jueces se están ganando a pulso que los fiscalicen. Los jueces y la justicia en España son una vergüenza desde 1977. Y quién tiene la culpa de ello es ese ex presidente socialista que parece un portavoz de la ultraderecha. Tuvo dos mayorías absolutas para reformar y democratizar la justicia.
También me alegro de que la ley mordaza tenga una verdadera utilidad, espero que se la apliquen a la reina de las ranas, Aguirre. Y que el «prestigioso» bufete Garrigues defienda a todos los detenidos en los disturbios, queden como unos nazifranquistas y les metan los cuatro años, ilegalicen a vox y a sus dirigentes les lleven a Soto que el aire allí es muy sano y seguro que les sale novio.
Centrar el foco en Puigdemont es un error. Esa amnistía de 1977, a la que llamas vergonzosa, costó vidas, yo estaba en Callao cuando mataron al estudiante en la Pl de la Luna. Luego, de inmediato, llegaron los asesinatos de los abogados de Atocha y eso fué un punto de inflexión. No podemos olvidar el contexto en que pasó aquello. Yo recuerdo el frío esa mañana de enero, con la adrenalina aún en el cuerpo.
A lo que iba, con ésta amnistía, la de 1977 perdonó a quienes asesinaron a miles de maestros. Sus herederos, los que se manifiestan hoy «pacíficamente» quieren meter en la cárcel a cientos de directores de escuela que abrieron las puertas de sus colegios y permitieron montar las mesas electorales. Ahora ya no los pueden asesinar, pero no dudo que ganas no les faltan. La educación es el primer enemigo de la ultraderecha nazi. Por mí Puigdemont como si se atraganta con una 🦐 de Palamós pero detrás hay mucha gente.
Veremos cómo acaba la cosa hoy, ésta gente lleva el golpe de estado en el ADN.
No has dicho nada de Vidal Cuadras, a ver de qué hilo tiran, mira que si al final aparece el verde pistacho…
Cosas veredes amigo Justo.
Abrazos, feliz domingo.
Pd: tengo una prima que trabaja en una empresa de autocares. Me cuenta que no dan abasto.
Es curioso, esas empresas fueron las últimas en salir de los ertes.
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Parece que las empresas de autobuses hoy van a hacer su agosto. No creo que quede ni uno en cocheras.
En realidad todas estas manifestaciones, de políticos, de jueces, de nazis, de niñatos, de personas normales que no quieren amnistía, solo están dejando a cada un por lo que es, lo que, visto desde una ótica lo más ecléctica posible, no deja de mover a risa. A mucha risa.
Coincido contigo en que aquella ley vergonzante fue producto de su tiempo y en que probablemente facilitó (si no posibilitó) una transición pacífica, aunque fuera imperfecta.
Pero leyes cambian leyes y hubo muchos gobiernos después que debieron enmendar aquella plana. La transición, como Dios, escribió derecho con renglones torcidos: aceptado, pero ponerlos en su sitio no fue tarea de nadie, como parece que no lo fue operar sobre la educación y se mantuvo hasta nuestro días la curiosa tradición de permitir la entrada de curas en los colegios públicos.
Coincido en que es un error poner a Puigdemont en el centro de la ecuación y, sin embargo, la repulsa que produce la ha aprovechado muy bien la derecha para incendiar la calle.
Esta ficción de desastre terminará pareciendo un desastre por aquello de que una mentira repetida mil veces se hace verdad. Pero lo cierto es que no está pasando nada más que las ganas de odiar que transmiten los hijos de puta que reivindican el estatus quo de sus abuelos.
¿Resistiremos en envite?
Esperemos que sí.
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A ver… A mí Puigdemont no es que me caiga gordo… Me repugna. Amnistiado o condenado. Un individuo que huye dejando en la estacada a los propios solo merece mi desprecio. Que, además, en alguno de esos comunicados de las reuniones se le dé el tratamiento de presidente no sirve sino para irritarme el tracto intestinal. Si cuando se rodea de prensa y larga lo tuviera a tiro de mis manos, el soplamocos iba a ser antológico; le iba a despejar el flequillo sin necesidad de gomina. Hipotéticamente hablando, por supuesto, que uno es pacífico aunque se exceda en sus fantasías irrealizables.
En cuanto a la marabunta abascaleña, solo hay que recordar las proclamas de Abascal, Ayuso, Feijóo y asimilados para entender que se avecinaban diestras algaradas, esas «rebeliones cívicas» (me meo, me meo con el adjetivo) anunciadas cuando el partido ganador de las elecciones y su ultrasocio comprobaron que para acceder al Poder necesitaban unos síes de la Cámara que ni por las bravas iban a conseguir. ¿Qué tocaba, pues? Montar el pollo (del águila de San Juan) con toda la parafernalia al uso, con el bocazas castellano leonés animando a las turbas. Pura «kale voxrroca», entre la chirigota carnavalera y el falangismo violento de los años treinta con el concurso de alguna oscura organización benemérita soltando que darían «hasta la última gota de sangre para defender a España«. La España del toro de Osborne y Paca la Culona en el balcón del palacio de Oriente.
Parece que el invierno viene calentico.
Abrazos y salud.
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Es de esos sujetos a los que, así, sin violencia, darías uno de aquellos pellizcos de moja, retorcidos y con los dientes apretados. Es verdad.
Esa repugnancia es de la que se ha sabido valer la derecha para incendiar las calles.
Luego el incendio les ha salido regular, porque los incendiarios no han podido evitar quitarse la careta y entonar sus vivas a Franco exhibiendo la bandera tradicionalista. Es lo son realmente, pero prefieren no parecerlo, al menos, hasta que no hayan alcanzado el poder valiéndose de su piel de corderos demócrata-cristianos.
Si metes en la coctelera a ese montón de personajillos y los aliñas con un poquito (vale con unas gotas, no hasta la última gota) de sangre benemérita, la bebida está acabada: se llama franquismo. Y los que lo añoran están embravecidos gracias al independentismo catalán.
Manda cojones. ¡Qué bien lo ha hecho Puigdemont! ¡Qué bien lo ha rentabilizado la derecha bochornosa que anda por aquí! Y que papelón nos queda a los que sabemos (del verbo SABER) que a esa caterva de descerebrados hay que evitarla a toda costa…
Un abrazo enorme, amigo.
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