Hablar de los beneficios insensatos de los bancos o de los sueldos irreales de sus directivos, o de los magnates del mundo de las telecomunicaciones, conduce casi necesariamente a la demagogia (y a la melancolía). (Y al cabreo).
La lógica de la economía hace que todos comprendamos que, para enfriarla (término más que manido en estos tiempos de inflación), el Banco Central Europeo se permita subir hasta el infinito los tipos de interés del dinero prestado. No ya del dinero que se presta ex novo (con la intención de ralentizar el movimiento de caudales), sino de todo el dinero prestado: también del que a usted y a mí nos prestaron hace no sé cuántos años para acceder a la vivienda de la que ahora disfrutamos (que ya no ralentiza nada más que nuestro poder adquisitivo).
¿Lo comprendemos? ¡Pues claro!
La lógica de la economía, la de la metamorfosis de las ciudades y la gentrificación, la del negocio inmobiliario pujante en los centros históricos de las capitales, hace que comprendamos que un propietario quiera rentabilizar al máximo la vivienda que renta y que prefiera darle el uso de alojamiento turístico en lugar de tenerla alquilada a precio antiguo a una señora mayor.
De esta misma manera, se comprende a la perfección que un asentador pague a tres céntimos al agricultor el kilo de limones que usted y yo compramos a cuatro euros en el supermercado. Es la plusvalía, el valor agregado de la cadena de comercialización. Y también comprendemos (cómo no) que agricultores de Jerez de la Frontera revienten un camión procedente de Marruecos, con tomates de baja calidad que llegan a nuestros mercados a menor precio que el nacional porque se produce sin las rigideces que limitan la actividad agraria en el campo europeo.
¡Claro que lo comprendemos!
Es demagógico, sin embargo, decir que el mecánico de un taller de las afueras o una anciana que vive arrendada en el Barrio Gótico de Barcelona, tienen los mismos derechos que el responsable de negocio de un banco internacional, pongamos por caso. Pensar que un agricultor a título principal debería poder vivir en condiciones similares al directivo de una de las compañías que cotizan en el IBEX 35 nos llevaría a conclusiones desorbitadas. Demagogia pura.

Por eso, cuando salta a los medios la noticia de que la justicia avala el desahucio de una anciana porque se niega a pagar la subida de su alquiler (unos ochenta y ocho euros) y, meses después, la de que se ha producido el lanzamiento efectivo de la mujer y que ya está en una pensión con las cuatro cosas que pudo llevarse mientras el Ayuntamiento le habilita una vivienda social, todos nos encogemos de hombros y pensamos: jo, pobre mujer, pero claro… el dueño también tiene sus derechos…
La noticia es de páginas interiores en la prensa local. No da para más. Y la señora solo llevaba viviendo 58 años en la casa. No hay para tanto. Además, algún avieso investigador privado había descubierto que tenía más dinero del que aparentaba, que es una cabezota. La justicia actúa y el Ayuntamiento hace lo suyo. Paz social. En España casi nadie se muere de frío, aunque los jóvenes tarden en emanciparse. Y hay paz.
Así que la semana que en ruedas de prensa diversas los bancos nos anuncian que, a nuestra costa y por mor de la crisis inflacionaria que vivimos (esa que hace que hayamos vuelto a no llegar a fin de mes), los beneficios de 2023 ascendieron a cifras que no podemos inteligir, nos enteramos de refilón de que han echado a una anciana de la que por más de medio siglo fue su casa. Y con toda la razón.
¡Es el mercado, amigo!, hubiera dicho aquel ministro de Aznar que acabó en la cárcel por corrupto.
No hay conclusión.
Recuerdo que, tras la gran crisis de principio de siglo, algún imbécil nos intentó convencer de que la culpa la habíamos tenido usted y yo, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Eso nos pasaba mientras los bancos se quedaban con nuestros ahorros devaluando hasta el ridículo el precio de nuestras casas (por el que llegamos a deberles muchísimo más dinero del que valían).
Vamos a ver si alguien trata de convencernos ahora de que esa señora del Barrio Gótico también ha vivido por encima de sus posibilidades, o de que los agricultores franceses son los que han provocado la inflación, o de que, con esos sueldos de miseria, los directivos de la gran banca no pueden sino seguir aumentando sus beneficios a nuestra costa para mantener su empleo.
No es demagogia: las desigualdades brutales (y en aumento) que padece nuestra sociedad no nos hacen ningún bien. Y ni usted ni yo tenemos la culpa de eso.
¿O sí?
¿Hacemos algo para corregirlo?
No se engañe: si usted es empleado de banca, funcionario u oficial de segunda fresador, abogado, comercial o ingeniero por cuenta ajena, está más cerca de lo que supone de correr la suerte de la anciana del Barrio Gótico. De hecho, ya somos (un poco) esa misma señora.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.
John Deere 9570R (570 CV) 350.000 €
Ese es el precio de un 🚜 de esos que se han paseado por las carreteras de nuestro bonito país.
No he seguido mucho las noticias pero alguna imagen que he visto mostraban unos tractores enormes, impolutos, que no habían visto un terrón de tierra en su vida.
Hace dos semanas con el artículo del machismo, después de escribir lo leí, lo borré y cerré el navegador. Lo único que podía haber escrito es: soy machista y hay cosas que ya no tienen remedio.
Hoy tenía la tentación de hacer lo mismo, aún la tengo. Hay temas que hacen daño a la salud, la peor es la injusticia, sobre todo cuando sientes la impotencia de ver que no tiene remedio.
Que un producto salido de la tierra sufra un incremento del 850%, es una tomadura de pelo insultante. No sé qué le tendrán que hacer a un limón una vez que le han separado del limonero para que su precio se incremente de esa forma.
Lo de los bancos es más comprensible, es codicia pura y dura, algo muy apreciado en nuestra sociedad.
La inmensa estafa de la burbuja inmobiliaria les funcionó muy bien. Básicamente funcionaba así: le doy dinero a un promotor que tiene un terreno, un proyecto y una licencia de obras. Le cobro una pasta de comisión de apertura, después le cobro otra comisión por cada certificación con su tasación.
Cuando vendes el piso también le vendes la hipoteca, el banco es tan listo que te cobra una comisión por la hipoteca que le has vendido. Por supuesto al comprador también. Así funcionaba en los tiempos de la burbuja. Lo que tuvieron que robar para que se les fuera al carajo el negocio.
En realidad cerraron el grifo del dinero y todo se frenó… Imagina al coyote del Correcaminos antes de chocar contra un muro.
En cuanto al valor de los inmuebles lo hacía Tinsa, empresa participada por los bancos, todo queda en casa y el tasador hace lo que yo diga.
Hubo un tasador que me compró un piso.
Como el ejercicio de codicia les salió bien pues han repetido, su sistema es: me sobra dinero, no necesito pedir dinero al BCE. Estaban cobrando por tener la pasta en el banco. Ahora lo tengo fácil, si tienes una hipoteca te crujo, no doy créditos, salvo que sean muy muy seguros y con tipos altos. Tampoco hay mucha competencia, hemos quedado cuatro amiguetes, por lo tanto para qué voy a primar depósitos, no merece la pena, es tirar el dinero. Solo el banco de España y la emisión de deuda se han beneficiado (28.000M€).
Ayer estuve viendo una lista de empresas relacionadas con Israel para boicotear sus productos.
Me dió la sensación de ver una metástasis que estaba ramificado por todas partes, impotencia.
Vi lo que decía Isabel Coixet sobre lo que ocurría en Palestina, básicamente era… Para qué protestar, no es el sitio ni el momento.
También vi a Pilar Rahola, dando una conferencia en Uruguay, riéndose de las cifras de los niños muertos en Palestina.
Un asco ver que hay gente así.
Feliz domingo, abrazos.
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Ah… Según mis conocimientos no entiendo muy bien como llegaron a hacer un lanzamiento a esa anciana por 88 euros. Vi un comentario que decía: que se j… Era un alquiler de renta antigua. Los 88 euros era por un mantenimiento que no habían hecho y se negaba a pagar.
Triste que nadie la asesorara adecuadamente. Imagino que víctima de la soledad pura y dura.
En ésta ciénaga vivimos.
Abrazos.
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Reglas, reglas y reglas. La lógica de una economía en profunda revisión cuya nueva forma de comportarse no aparece nunca.
Reglas. Lógica. Impudicia. La lógica de la cadena alimentaria, las reglas de los pisos de renta antigua, las normas para enfriar la economía en tiempos inflacionistas… Me meo en todas las reglas, me meo en todas las lógicas.
La ética de la economía (entendida como ciencia que estudia su moral) lleva aparcada desde el marxismo. Nada nuevo.
El único dato que en realidad importa: la desigualdad aumenta a pasos agigantados. Y eso no es nada bueno para los que resultamos ser tan desiguales… para mal.
Un abrazo, amigo. Poco que decir. No hay conclusión.
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El mundo necesita un nuevo sistema. No conviene llamarlo anticapitalista porque no debe ser “anti” pero las modificaciones, rectificaciones, correcciones necesarias son tantas y tan profundas que el mismísimo Adam Smith no reconocería el resultado de ellas como ideario próximo a él o a su idea del capitalismo (tampoco creo que lo reconozca en el sistema actual, que, hace ya mucho tiempo, se nos fue de las manos).
Habrá pues que buscar un nombre para un nuevo sistema que termine con esas brutales desigualdades, no por el hecho de la desigualdad en sí misma, que no es tanto problema, sino porque se consigue a costa de hundir al prójimo (el dibujo de Maripepa es demoledor).
Bien pensado, no se empiezan las cosas serias dándoles un nombre, se empiezan haciendo cambios, interviniendo, exigiendo que nuestros representantes intervengan, exigiendo que Doña Política se imponga a Don Dinero. Dificilísima tarea, utópica, pero si no lo intentas, no lo consigues. No renunciemos a nada por considerarlo utópico sino todo lo contrario, marquémoslo como objetivo. “La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor.” (Anatole France).
Decía Eduardo Galeano, escritor uruguayo: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.” Me gusta.
Cuando ya se hayan conseguido cambios profundos, significativos, que den como fruto una nueva situación donde Don Dinero sea incapaz de manejarlo absolutamente todo, como ocurre ahora, donde la avaricia no sea razón sino pecado, o delito, entonces ya le buscaremos un nombre.
Me parece evidente que los cambios deben ir dirigidos en última instancia a garantizar a todo ser humano, no sólo a los de nuestro rincón del mundo, una vida digna. Largo camino se me antoja, tan largo como irrenunciable.
De momento y para empezar, ocupémonos del problemón que tenemos con la vivienda, exijamos la intervención de nuestros representantes, digan lo que digan los de “comunismo o libertad”. Ocupémonos de nuestra agricultura (de todo el sector primario), exijamos que los productos que consumimos cumplan las mínimas normas de calidad, vengan de donde vengan, y no destrocen el planeta, que bastante castigado está ya. Ocupémonos de que los bancos y resto de poderosos gigantescamente adinerados paguen su parte y contribuyan proporcionalmente. ¡Qué menos!
Y así, poquito a poco …
Todo esto lo encontramos, aunque muy tímidamente (y eso cansa), en un lado de esta política tan polarizada. En el otro lado está lo contrario (y eso asusta).
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Así es. Así es y por ahí deberíamos empezar. No es poco lo que propones.
El nombre de todo esto se llama post-neoliberalismo. Ya hemos hablado de ello en alguna ocasión. Y parece que el gran capital o la gran banca o quién coño sea que maneje los destinos del dinero, lo retrasa con mucha eficacia.
Imagino (no creo que lo vea) ese mundo cuyo mantra sea paliar las inmensas desigualdades que soportamos. Donde el capital humano no sea la herramienta de producción sino el destino de los bienes de consumo. Sé que suena utópico, como bien decías antes, pero sigo siendo fiel defensor de la Constitución del 12, que ponía como fin último del Estado la felicidad de los ciudadanos.
No, no lo veré. Pero, como decía el maestro Labordeta ‘habrá que forjarla para que pueda ser’.
Un abrazo, amigo. GRACIAS
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