No nos gustan las estadísticas. No dan datos ciertos, esto es un hecho. Pero hasta las de Tezanos dan pistas.
Un vistazo a las calles de pueblos y ciudades también da pistas. Quizás menos fiables, pero también son pistas. La conversación de un grupo de jovencitos de estos que llevan ya un par de años en la Universidad o cursan estudios avanzados de FP invita a la reflexión.
No hace mucho tiempo (principios del año pasado), la estadística nos atacaba con un dato estremecedor: más del 44% de los varones entre 16 y 24 años, estaban de acuerdo con la afirmación de que se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres, que ahora los discriminados son ellos. También lo pensaban el 32,5% de las propias mujeres.
Está pasando todos lados. Los jóvenes (más los varones) de entre 18 y 24 se escoran hacia posiciones de extrema derecha sin que nadie haya sabido poner solución o, acaso, sin que nadie haya caído en la cuenta de que es un asunto a solucionar.
En las últimas elecciones USA casi el 50% de los hombres jóvenes votaron por Donald Trump, mientras que solo lo hizo un 38% de las mujeres de la misma franja de edad (¡solo!). Las elecciones alemanas de febrero ofrecen similares datos: un 24% de los varones entre 18 y 24 optaron por la ultraderecha de AfD, mientras que el 34% de las mujeres prefirieron la izquierda de Die Linke. En España el dato acojona: en las elecciones europeas de 2023, Vox y Se Acabó La Fiesta acopiaron el 34% del voto masculino joven, que se decantó en un 9% a favor del PSOE y en un 13% a favor el PP.
Después de la broma de Alvise, Vox lidera la intención del voto joven (18-24 años), gracias sustancialmente al voto masculino.
No es difícil encontrar las causas del desencanto de la juventud en general, ni disociar las que hacen que el mundo masculino se sienta en desventaja frente al que otras veces se entendió como el sexo débil. Tampoco es difícil comprender cómo la ultraderecha es capaz de capitalizar el desencanto hasta el punto de hacer de los jóvenes su mejor bastión, asumiendo que lo revolucionario de verdad es el fascismo ante un mundo que nos venden como si su decadencia fuera irresoluble.
Lo que parece imposible es poner coto a esta situación, en el bien entendido de que los valores antidemocráticos que propugna la extrema derecha son un mal del que proteger a la sociedad. Usted, claro, podría no estar de acuerdo con esta afirmación. Yo lo estoy hasta el punto de asegurar que es urgente ponerla en valor.
La extrema derecha hace virales mensajes facilitos (no puede ser de otra manera) proponiendo soluciones sencillas a problemas complejos (ya se comprende que con más éxito de público que de crítica) e identifica claramente a los enemigos: mujeres, inmigrantes, políticas de igualdad. Esto cala rápidamente en una sociedad que tiene fuertemente arraigado el empleo a la masculinidad (que ella trabaje o no, no es lo más relevante en la pareja) y que aún no ha encontrado un modelo masculino capaz de superar el hecho de que haya más mujeres que hombres en las facultades o que se encaramen en empleos antes privativos del varón.

A superar esta fractura ideológica entre hombres y mujeres no ayuda este ultra feminismo defendido por algunos sectores de nuestra izquierda que identifica al varón como presunto agresor y concede a una minoría prácticamente insignificante el privilegio de haber aprendido a poner el lavavajillas o cambiar los pañales al bebé. Una lucha permanente por la prevalencia de un género sobre el otro en todos los órdenes de la vida, no demandada en absoluto por una sociedad en proceso de aprendizaje, agrava la distancia y perjudica el camino (por recorrer en gran medida) de la igualdad real entre hombres y mujeres.
Es necesario considerar conjuntamente los problemas a los que se enfrenta nuestra juventud, y atacarlos sin diferencias entre géneros: que las dificultades del acceso a la vivienda afectan por igual a mujeres y a hombres, que la precariedad en el empleo es igualmente frecuente (e igualmente desmoralizante) para ellas que para ellos, que la merma del poder adquisitivo no distingue entre sexos ni entre géneros.
De la misma forma que importa saber que nuestro problema más urgente será siempre el más urgente que tengamos, sea este cual fuere. Que si hoy lo es el acceso a la vivienda, es porque ETA hace años que dejó de matar y ese ya no es un problema. Y que cuando el de la vivienda deje de ser problema, habrá otro que sea el problema más urgente que tengamos. Y que conviene no rasgarnos las vestiduras y aprender a convivir con estos problemas del primer mundo que no son las hambrunas, los exterminios o las plagas, y evitar que la extrema derecha haga de ellos sus armas para el descontento con mensajes ramplones de fácil reproducción. Es mejor que la derecha no nos convenza de que son la izquierda, porque no son la izquierda, ni el camino de la revolución pasa por Bertrand Ndongo (el otro negro de Vox), por negro que sea.
Los enemigos no son las mujeres, la inmigración o las políticas de género. El enemigo es la extrema derecha. Contárselo a los jovencitos no parece fácil… y este sí es el problema más urgente que tenemos. Nos jugamos mucho.
El dibujo es de mi hermana Maripepa
Porque los jovenes han dado la espalda los dos partidos mayoritarios? creo que es facil de entender , estan decepcionados con estos dos partidos y la formas de caastigarlos es hacer todo lo contrario apoyar a los nuevos partidos destruxctires y aprovechados, que les ha venido bien para estar en la palestra chupando de frasco, pero eso es peligroso por que volver a tener la confianza sobre todo los jovenes socialistas, va a costar mucho recuperarla, pero eso mismo esta `pasando a nivel mundial, y es muy pero que muy peligroso para las nuevas generaciones , que van a ver una politica confusa y rota, tendremos que intentar que los jovenes tomen conciencia, que apoyar a partidos como Vox o se acabó la fiesta es destruir todos los valores conseguidos hasta el dia de hoy.
Un poco tarde pero mis que haceres matutinos me han entretenido.
Buen resto de domingo.
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Tarde no es nunca…
Tienes razón. Va a costar mucho y no tenemos las herramientas necesarias para conseguirlo. Entre otras cosas, no nos veo capaces de ilusionar a la sociedad con un proyecto de futuro.
Ellos tampoco lo hacen, pero no les hace falta. Tienen suficiente con manejar el descontento para sembrar el odio. Y puede que con ello tengan lo que necesitan. Nosotros, sin odio, tenemos que imaginar una España que ilusione. Y no parece tarea fácil.
Seguir en ello es lo único que podemos hacer. Y no parar de contarlo. Este país es un modelo de solidaridad, de convivencia, de crecimiento económico… negarlo es mentir, emponzoñarlo es mentir… y no deberíamos permitir que la mentira triunfe.
Un abrazo amigo. GRACIAS
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