Asistí hace mucho tiempo en el campus Esade de Barcelona a una conferencia pronunciada por Javier Solana (¡qué tipo!) que acababa, más o menos, de abandonar el puesto de Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (mister PESC).
Resumía en tres los problemas del planeta, atravesados los tres por la incertidumbre que producía la llamada “geometría variable” en los procesos mundiales de toma de decisiones: el hambre, la industria armamentística y el cambio climático.
Años después, quizás 20 (da miedo pensarlo), vuelvo sobre aquellas reflexiones que invitaban, sobre todo, a pensar en grande y, si acaso, a intentar comprender el devenir de los acontecimientos no como asuntos aislados los unos de los otros, sino como el entramado de consecuencias de problemas reales, de políticas reales, de intereses reales, que crecen y se multiplican ajenos al dolor que causan o al bien que producen, atentos, suponemos, a las inmensas cuentas de resultados que con toda probabilidad manejan la macroeconomía y, por ende, el mundo.
(¡Hostias!: en la tele que miro a lo lejos mientras intento escribir estas líneas, acabo de ver un anuncio de perfume -probablemente muy caro- que se vende envasado en una botellita que imita el tambor de un revolver, clarito para ella, más oscuro para él… ¡nos hemos vuelto locos!). Pero sigamos.
No hay cuidado: no voy a intentar parecerme a Javier Solana. Esta semana no. Pero no puedo evitar intentar pensar en grande (ya se ha dicho en estas páginas), para salir del atropello de los acontecimientos y, un escalón más arriba, dilucidar sobre aquello que verdaderamente nos separa a izquierdas y derechas que intuyo que no debería ser si el padre de nosequién vivía de explotar prostíbulos o el número de hijos de puta que pululan por los partidos políticos hinchándose a amañar contratos públicos sin importarles un carajo el daño inmenso que sus mordidas pueden infligir a sus organizaciones.
Quiero suponer que el primero y principal de esos asuntos que nos diferencian (a derechas e izquierdas) es el propio concepto de servicio público. Pero este está elíptico. La derecha ha asumido por completo el discurso de la socialdemocracia (el discurso, no las políticas) y, al menos en España, no enarbola la lucha contra la cultura Woke atacando abiertamente, como hace la ultraderecha, los avances sociales en bienestar, en igualdad, en servicios esenciales. Más discretamente, los enmascara, los desdota presupuestariamente, los privatiza… los ignora en lo que hace a políticas reales, pero no exterioriza así el discurso.
Así que este no cuenta.
La lucha se encarniza (en lo que a las grandes cosas se refiere) en las políticas climáticas y en las migratorias. Ahí se envalentona la derecha cuando está en la oposición. Ahí se desnudan los presupuestos cuando están en el gobierno. Ahí se endurece el discurso y cada uno cuenta la suya, los unos agrediendo dialécticamente lo que han dado en llamar fundamentalismo climático y abogando por expatriar a ocho millones de inmigrantes (y a sus hijos), los otros tratando de mirar al futuro, ensayando medidas que corrijan las estrategias de seguridad nacional, allegando los fondos que buenamente pueden y que nunca parecen suficientes.
Si no fuera por lo que en este momento está pasando en Catalunya con la DANA julio’25 o por lo que aún padecemos en Valencia por lo que fue la DANA octubre’24, tendríamos que recurrir a los datos para poner de manifiesto que nuestro país se tropicaliza, pero no hay más que poner la tele para evidenciarlo. Los fenómenos climatológicos adversos se multiplican, se hacen cada vez más frecuentes, se ‘normalizan’, si no fuera porque este país nuestro no está preparado ni con mucho para normalizarlos: no hay cultura de emergencia en España y no la hay porque no creíamos que fuera a hacernos falta.
Que después de lo que pasó en Valencia este otoño la Generalitat calificara como edificables suelos inundables es, simplemente, un atropello a la seguridad pública. Un acuerdo que bien pudiera ser perseguible de oficio como delito contra los seres humanos.
El otro gran asunto entre estos que nos diferencian son las políticas migratorias. Igual de peludo que el anterior. Quizás más tremendo, porque este se gestiona con las vísceras, con el odio.

Vemos estos días a la ultraderecha española (esta que parece llamada a gobernar nuestros días de la mano del Partido Popular más tiempo que tarde si no somos capaces de evitarlo a tiempo) arengando a sus huestes a practicar “cacerías”. Difícil comentario tiene la cuestión de Torre Pacheco, una localidad en el Campo de Cartagena con más del 40% de población migrante que mantiene su economía trabajando en la agricultura intensiva, ahora amenazada de caza al magrebí tras todo tipo de manipulaciones y bulos sobre una paliza a un anciano.
Abascal (¿qué será lo último que ha leído este hombrecillo ridículo que arenga a las masas?) ha cifrado en ocho millones de inmigrantes y sus hijos (ahora no sé si los hijos ¿las hijas? forman parte de los ocho millones o se suman a la cifra mágica) la cantidad de personas que hay que echar de España. Los acusa, además, de lo más grande… casi equipara a cada uno de ellos con el mismísimo Queipo de Llano. ¡Indecente!
Ignora Abascal (también ignora, quiero decir), que mantener nuestra economía y el sistema público de pensiones (dado el envejecimiento de nuestra población y la baja natalidad) requiere un flujo constante de personas inmigrantes que se calcula ente doscientos y doscientos cincuenta mil al año hasta 2050, de acuerdo con las previsiones del Banco de España entre otros análisis.
Pero ignora lo más grande: la estrecha dependencia de los fenómenos migratorios con el calentamiento global. Se ha estudiado que el impacto del cambio climático, especialmente en el norte de África y el Sahel, puede agravar la inestabilidad de estos países y provocar un aumento de la migración irregular. Por eso España lidera con Senegal la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía, reconociendo, como un país avanzado, que la seguridad climática requiere de perspectiva regional.
Y es que, puesto a desbarrar… mejor desbarrar del todo.
Ambos asuntos forman parte de los planes de Seguridad Nacional en los que se trabaja desde los más dispares organismos estatales y regionales: todos los que tienen competencias directas o tangenciales en el asunto. Y todos los informes alertan sobre lo mismo: no es sobre la delincuencia que pretende la derecha que genera la inmigración, sino sobre lo imperioso de tratar estas, entre otras, como cuestiones de altísima prioridad.
Son los Asuntos (con mayúscula): esos que tratar de una manera u otra va condicionar el futuro. De este país nuestro, desde luego, y también de la humanidad.
Hablaremos un rato también de violencia machista, de igualdad de géneros, de derechos laborales, por hablar de política. Hablaremos de economía, de pobreza, de renta. De proyecto político. Hoy migrantes y calentamiento global.
Lo uno no es fundamentalismo climático y, sin embargo, lo otro si es lisa y llanamente un racismo insoportable.
El dibujo es de mi hermana Maripepa
Tokio, lluvias torrenciales
Canadá, lluvias torrenciales y enormes destrozos.
Argentina, frío polar intenso.
Andalucia un asador de pollos mientras Zaragoza navega.
Texas, lo más parecido a la dana de València, no activar los sistemas de alarma, tres días de retraso en la ayuda, llegaron antes los helicópteros mexicanos. Y la responsable con su propio Ventorro, haciéndose selfies en Instagram; resultado, mas de 160 personas desaparecidas, todo un campamento de niñas entre ellos.
Pero lo de la emergencia climática es de comunistas, según Trump y todos sus satélites, incluida la folladelincuentefiscal, serena o borracha, según el momento.
Te podías haber ahorrado toda la argumentación Justo, ya sabemos cómo acaban estas cosas, el aplauso y vitoreo a Carlos Mazón en el congreso del PP ya nos dice por dónde va el tema.
Lo de la clàusula «nòvio de Ayuso» con el «mequivocao no volverá a ocurrir» a la Agencia Tributaria sería para descojonarse si no fuera por la forma en que muestra como se ríen de los votantes de ppvox a los que les da el sueldo para pagar el alquiler y poco más.
Alemania ha reclamado a la FED su oro, Italia, Meloni lo prometió en campaña, lo está pensando. Con el 30% de aranceles que nos quiere encalomar Trump puede que las reclamaciones se precipiten. Japón pensando en vender el billón de dólares en bonos USA a diez años que tiene. El dólar está empezando a perder confianza. Quizás aún no hemos visto todos los acontecimientos extraordinarios que pensábamos.
Feliz semana, abrazos.
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Cierto: puede que no haya mejor ejemplo de burla a la ciudadanía que ese aplauso cerrado a Mazón en el congreso del PP; ese que viene a decir: con dos cojones, amigo, les has ganado el pulso.
No: no hemos visto todos los acontecimientos que están por venir. Y me temo que ninguno de ellos va a ser para celebrar.
Tengo la sensación de que Europa se la juega en este envite… y ya sabes: jugador de chica, perdedor de mus.
Un abrazo fuerte, amigo.
Completamente de acuerdo otra vez.
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