Avancemos.

No me quiero parar en la corrupción a pesar de que Montoro sea un mangante de nivel superior. Va un punto más allá de las tropelías de El Bigotes, Granados, las mordidas de Cerdán, Ábalos… Montoro está más cerca de Fernández Díaz y su ‘policía patriótica’ o lo supera. Estos sujetos se aprovecharon de toda la estructura del Estado para delinquir, el uno desde el ministerio sobre el que ejercía el poder, el otro también; el uno abusando de la obediencia debida de un grupo de polizontes que creían que, delinquiendo, salvaban a España de las hordas comunistas, el otro mangoneando las Cortes de España, a las que condujo a una infame amnistía fiscal, a una mentira fabulosa con la subida de impuestos más grave que se recuerda (después de que en campaña Rajoy prometiera bajarlos) y, finalmente, según hoy sabemos, a la modificación de las leyes fiscales al antojo y para el beneficio de los magnates que se las dictaban. Un montón de mierda. Otro. Más sofisticado, con mejor verbo, del nivel de Rato: los dos grandes ministros económicos de los gobiernos populares, uno ya cumpliendo y el otro, con toda probabilidad, a punto de cumplir condena tras ocho años investigado bajo secreto de sumario.
Pero avancemos.
Se trata (ya lo venimos intentando desde hace uno días) de pensar en grande, de subir un escalón y, abstraídos de las veleidades de la naturaleza humana, que por lo visto da para lo que da, centrar la discusión política en la ideología, en los programas, en las acciones de gobierno.
Escucho demasiadas veces la manida reflexión de ‘todos son iguales’ y que ‘van todos a lo mismo’. Difícil discutirlo solo con un tuit que hacer viral (no sé cómo se llamaría un tuit en X, así que tuit) o un post en Instagram si es que lo que se pone en Instagram se llama post. Porque parece verdad que hay muchos que son iguales y muchos que van a lo mismo.
Pues no: ni somos todos iguales, ni todos vamos a lo mismo. Ni muchísimo menos.
No se trata solo de cómo responden uno y otro ante los casos de corrupción. Importa, claro, pero es anecdótico. Es una cuestión de ideología. Y de cómo la ideología se manifiesta en la acción de gobierno.
Una primera reflexión conduce a comprobar que todo lo que ha sido bueno para todos ha venido de la izquierda. Y de la derecha no. Piénsese en leyes como las del aborto, el matrimonio igualitario, la eutanasia, la dependencia, el ingreso mínimo vital, la memoria… todas las leyes que han comportado el aumento de derechos individuales o que han tenido por objeto mejorar la calidad de vida de las personas que vivimos en este país nuestro han venido, invariablemente, de períodos en los que la izquierda ha estado en el poder. Y no solo en España
Esto debería hacernos pensar que iguales, lo que se dice iguales, no somos. Y, a más a más, que lo que más nos diferencia no es el apoyo o no a iniciativas de este tipo, sino el grado de oposición (cuando no histeria) que alguna de ellas provoca en la derecha.
Hemos hablado ya del cambio climático, de la inmigración y de la oposición frontal a cualquier medida mínimamente combatidora (en el primer asunto) o solidaria (en el segundo) que mantiene la derecha. Los mantras de fundamentalismo climático y de inmigración igual a delincuencia (comprobada la falacia de la manipulación de los datos con la que la sujetan) martillean en todo el espacio que la derecha mediática ocupa, que es enorme.
Hoy la igualdad.
Sin datos, a pecho descubierto: ¿no da como vergüenza escucharlos hablar de igualdad real entre hombres y mujeres? ¿Qué les pasa? ¿Qué las pasa (abusando de mi laísmo madrileño para referirme a qué tendrán en la cabeza las mujeres que tanto denuestan la igualdad entre hombres y mujeres desde la derecha)?
La derecha española combate la igualdad real entre hombres y mujeres sin palo ni piedra (como Dios castiga según cuentan) porque es complicado (lo saben) armarse contra ella sin desenmascarar ese verdadero yo que los habita y que tan bien escondido parecían guardar.
No es el caso de la ultraderecha, obvio, que sin máscara alguna entona su discurso machista con ocasión y sin ella, a veces, ante un nutrido grupo de mujeres que se afirman en la mayor horrorizadas de imaginar a sus maridos ganando menos que ellas o mandando en sus fogones.
¿Qué privilegios patriarcales se pretenden salvaguardar negando la violencia machista, no participando en el duelo que supone el asesinato de una mujer a manos de su pareja o expareja?
¿Por qué produjo en la derecha ese júbilo interno tan mal disimulado la metedura de pata de Irene Montero con la ley del “solo sí es sí” (absolutamente necesaria, por lo demás) cuando su error de cálculo alivió (solo alivió, recuerden) las condenas de algunos violadores? ¿De qué cojones se alegraron tanto? ¿Qué mierda airearon con Vicente Vallés a la cabeza con tanto alboroto?
No somos iguales, por más que algunos se parezcan entre sí. Ni mucho menos.
Y aquí otro mantra, otro que sí cabe en un tuit (o como coño se llame): feminazi, aquella mujer, aquel hombre, que ya comprendió y sabe del verbo saber que una mujer y un hombre son iguales en derechos y obligaciones y lo pretende así.
Las políticas feministas se ponen en marcha desde la izquierda con el desdén cuando no la indignación de la derecha. Se legisla, se presupuestan acciones de gobierno que la otra parte suspende en cuanto tiene ocasión. Y eso es porque no somos, ni mucho menos, iguales.
Sostener que los gobiernos de izquierda y derecha son iguales es una necedad: la del tonto que mira al dedo cuando el sabio señala la luna.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.
No, no somos iguales nos diferenciamos mucho, es muy vergonzoso ver lo que estamos viviendo sobre la corrupción en nuestro país, nos igualamos por culpa de unos corruptos, en eso mismo, pero somos muy diferentes, ponemos dos bloques derechas e izquierdas, la corrupción de la izquierda la condenamos los de la izquierda y nos la critican la derecha pero no somos iguales, la corrupción de la derecha la critica la izquierda, pero no la condena la derecha, no pasa nada los malos son los de la izquierda que han conseguido todo lo que nuestro país tiene pero eso no tiene ningún valor para la derecha.
Afortunadamente para nuestro país no somos iguales, gracias a la izquierda tenemos el mejor estado del bienestar de toda Europa y me atrevo a decir el mejor mundial, pero eso no vale para nada, la prueba la vamos a tener en Valencia presidente de la comunidad desastroso que lo vamos a cambiar por un corrupto y sale los votantes del pp por eso De la Iglesia lo perdonan todo.
BUEN DOMINGO HOY UN POCO MÁS FRESCO
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Eso pretenden hacernos creer… pero no hay comparación.
Tenemos corruptos, lo sabemos. Pero tenemos principios y ellos también lo saben.
Además, tenemos programa político, programa social, programa económico que no piensa en los beneficios fiscales de los más ricos… tenemos proyecto político donde su único discurso es echar a Sánchez del poder…
Ni nos parecemos. Le pese a quién le pese.
GRACIAS
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