No, no: ‘Madrid no se apaga’ no es un acto de insumisión.
Es un acto de insolidaridad, una indecencia, una frivolidad.
Es el modo de jugar con aquellas palabras que hicieron la revolución, apropiárselas, y hacerlas servir para justo lo contrario: triturar lo público, quitarnos lo que es nuestro e intentar que paguemos por ello el precio que el mercado nos imponga, donde el mercado no somos ni usted ni yo. El mercado son ellos.
Porque en Madrid lo que sí se ha apagado es el aire acondicionado de los hospitales. De los públicos.
El populismo de la ultraderecha española, representado por los partidos que se sientan a este lado en el hemiciclo del Congreso, PP, Vox y (en menor medida) Ciudadanos, logra de forma muy eficiente modificar los usos de la política y resquebraja (de forma poco visible pero letal) el consenso tácito que ordena el gobierno de los pueblos: la institucionalidad.
La cosa empieza, supongo, con Donald Trump, un magnate insolente, fondón y tramposo que, por primera vez en la corta Historia de los Estados Unidos de América, logra romper el consenso y dividir a los norteamericanos en los que le votan y los que no, dejando al bueno de Joe Biden en el presidente, solo, de los que no votan a Donald Trump.
Las claves son tan necias como efectivas: no a todo lo que viene del otro lado; sí a mí mismo y a los que vienen conmigo.
Olvidado el sentido común, que es previo al sentido político y aún previo al sentido jurídico, vale asaltar el Congreso, vale recomendar meterse legía por la vena, vale desacreditar mundialmente a tu país encabezando cualquier tipo de revuelta. Debe entenderse cualquier tipo de revuelta que dé contigo y con los tuyos nuevamente en el poder.
Nuestros pequeños aprendices de Trump juegan sus cartas como si ya se hubieran doctorado en trumpismo, doctorado bien sencillo por lo demás porque conlleva únicamente aprenderse dos frases sencillitas: si es del PSOE es malo, si es de Sánchez es peor. Lo otro, lo que hay por debajo, lo verdaderamente ideológico, no está en cuestión: quien mueve esos hilos de la devastación de lo público a mayor gloria de lo que da dinero no son ellos, pequeños, ultamediáticos, inconsistentes, indigentes de los hombros para arriba.
Este neopopulismo fascista con el que convivimos con toda naturalidad (acojonante, ¿no?) se distingue por la pequeñez. A lo insensato se une el corto alcance de los discursos, de las decisiones.
Dos botones para muestra: el cambio climático no existe. La guerra de Ucrania no está provocando una crisis energética de proporciones aún no contrastadas.
Las medidas para combatir la huella de carbono son, para Vox y para su representante con más poder institucional por el momento en España, consecuencia de un simple fanatismo climático que, por lo demás, da lugar a los incendios que asolan el país. García-Gallardo, de quien se duda si en su cerebro puede albergarse vida inteligente, lo proclama a los cuatro vientos sin ningún rubor. García-Gallardo, vicepresidente de un Gobierno en el que no tiene competencia ninguna (repásese el organigrama del de Castilla y León), solo está ahí para dar por culo. Es un neofascista avanzado. No cree en nada, ni falta que le hace, pero sabe que si viene del PSOE es malo y que si viene de Sánchez es peor, así que añadirá la corbata a su traje de baño cuando se zambulla en la piscina privada de su urbanización de lujo.

Y a nuestra lideresa de cabecera, la ínclita Isabel, maestra cervecera entre sus dones y, a la sazón, presidenta de la comunidad de Madrid, la guerra de Ucrania le importa un huevo. Y no le duelen prendas. Sus guionistas, liderados por el inefable Miguel Ángel Rodríguez, han dado con un eslogan tremendamente efectista para combatir a Sánchez en la aplicación de las políticas de reducción del consumo energético: “Madrid no se apaga”. Grande. Muy grande, porque aparenta ser a favor de los madrileños. ¡Insolencia!
La insolidaridad es contagiosa. Tras ella otro montón de líderes populares han dicho lo propio o se han callado como putas, putos o putes, con tal de no contravenir el espíritu ‘libertario’ de su lideresa in péctore.
La insolidaridad es contagiosa y tiene muy mala baba. Por si alguien ha perdido la memoria baste recordar la patética gestión de la presidenta madrileña durante las peores horas de la pandemia de covid-19, ese tiempo en el que mientras Europa entera contenía la actividad (y la respiración), Madrid se abría al mundo como el paraíso de la diversión y del contagio, tras el bochornoso grito de ‘libertad’.
Ayuso, maestra cervecera entre sus dones, condujo al pueblo madrileño a practicar con orgullo la forma de insolidaridad más denigrante: la que aprovecha la debilidad para demostrar la fuerza. Lo hizo porque podía, y porque librar su batalla contra todos, en particular contra Pedro Sánchez, le pareció mucho más relevante que preservar la salud de los madrileños y de los españoles a los que estos pudieran contagiar de una cosa que mataba.
Y repite la jugada, en este caso y bajo la misma bandera de la libertad, batallando contra las medidas con las que el Gobierno de España pretende paliar la crisis energética que ya estamos viviendo y que, con toda probabilidad, arreciará durante el invierno. ‘Madrid no se apaga’. Brillante. Y si en Alemania pasan frío, que se vengan a vivir al paraíso de la libertad. Porque a Isabel Díaz Ayuso, la maestra cervecera, la crisis energética, la pandemia mundial, la bomba atómica o la huella de carbono le importan un carajo. Como le importa, en este caso un carallo, que el jefe de su partido haya dicho lo contrario.
Juan García-Gallardo, Isabel Díaz Ayuso, dos dignos representantes del populismo fascista con el que convivimos. Dos sujetos insignificantes intelectualmente hablando que, sin que apenas seamos capaces de darnos cuenta, están jodiéndonos la vida.
Y si les dejamos vendrán más.
El dibujo es de mi hermana Maripepa
Su razón lleva la mujer!!! Si subes la temperatura y encima no hay cubitos de hielo para echarle al gintónic y no puedes hacer pilé43 pues no sé como vais a vivir ahí ( director general de Economía de la Comunidad de Madrid, Juanma López Zafra).
Justo, la libertad tiene un precio,al menos el de la caña de cerveza, y, claro, el de la incomprension. No es insolidaridad, es ser los primeros en poneros a la cabeza del nuevo mundo que se avecina.
Tú no le entiendes, y eso es porque te falta que se te enfríen las meninges, y, desde luego, hielo a cascoporro para los gintonics ¿ o tu eras más del pilé43?.
En fin que quieres que diga….esto es lo que hay……
Un abrazo
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¡Dios mío! Necesito esas declaraciones del director general de Economía: ignoraba que alguien todavía anduviera enganchado al Pilé43, pero lo quiero conocer…
Espero que el nuevo mundo que se avecina tenga paradas para poderse bajar uno cuanto antes, porque para enfriar las meninges a ese nivel me temo que haga falta más hielo del que se despacha estos días.
Yo soy más de gin tonic, lo reconozco. Solo que a este paso no va a haber con quién tomárselos. Da un poco de miedo.
Fortísimo abrazo y, con tu nueva vida a cuestas, ¡feliz nuevo mundo!
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La nueva Manuela Malasaña en acción. Que empiecen a levantarle una estatua y busquen algún barrio con empaque para bautizarlo con el nombre de la insumisa Ayuso. No se puede ser más torpe. O sí, que la plaga voxera siempre está preparada para aumentar el nivel de las majaderías o, al menos, para posicionarlas a la misma altura que las de doña Isabel, a la que cualquier día veremos haciéndose una foto con corbata en la Puerta del Sol.
El Papa, montonero; el clima, de izquierdas; Sánchez golpista… Qué debacle, oiga. Menos mal que la heroína Ayuso ni come, ni duerme, ni mea, ni caga, para demostrar al mundo que Madriz NO SE RINDE.
Salud.
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Qué bien haría a los madrileños que esta muchacha dejase de hacer el gilipollas y se dedicara a gobernar Madrid… Pero, obvio, gobernar es un coñazo. Hay que ocuparse del aire acondicionado de los hospitales y de la limpieza de las calles, del tránsito de los camiones, de la apertura de los colegios… en fin, una pesadez.
Infinitamente más electoral dedicarse a hacer oposición al Gobierno de España, mucho más divertido, mucho más rentable, aunque ese sea en realidad el papel de Feijóo.
¿He escrito Feijóo?
Y este ¿…quién será?
¡Enorme abrazo, amigo!
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Si este gobierno le echara dos cojones ( que lo dudo) no tendría importancia la desobediencia, se legisla una sanción para aquellos que por hacer contra al gobierno prefieren fastidiar a los madrileños, solución fácil una buena sanción y se descuenta de los fondos que le corresponden a la comunidad de Madrid y se acabaron los problemas, por que la señora libertad tiene que acatar las decisiones del gobierno, le guste o no y si no palos al mono.
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A la señora libertad se le permiten cosas incomprensibles.
Difícil de entender, pero parece el signo de los tiempos.
Supongo que el amplísimo margen de votos que obtuvo en las últimas elecciones le ha dado patente de corso, pero no creo que eso avale, ni las majaderías que suelta con ocasión o sin ella, ni el enfrentamiento constante con el Gobierno de España al que representa, le guste o no, en su comunidad.
Más valdría a los madrileños que gobernara en Madrid en lugar de dedicar los esfuerzos de su Gobierno ha hacer oposición al del Estado.
Patética. Y falta de esa sanción que propones… un expediente que me encantaría instruir.
ABRAZO ENORME
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