Carlos III de Inglaterra se incomoda visiblemente porque una escribanía victoriana que hay sobre la mesa le entorpece. Se siente incapaz de retirar él mismo el objeto: es el rey y no tiene costumbre de resolver por sí mismo sus estorbos. Un solícito esbirro ataviado de librea y –obvio— guante blanco, se apresura a dejar expedito el mueble isabelino sobre el que el rey habrá de estampar su firma en un documento de infinita valía.
El mundo sabe esto porque los usos medievales con los que la Corona británica celebra sus eventos (también los mortuorios) se retransmiten en directo para toda la humanidad. Y ¡oh prodigio!, la humanidad los consume como si en ellos se encontrara la verdadera ciencia del saber hacer.
El flamante rey Carlos enfurece porque una pluma que no era de ganso azul de La Patagonia, sino estilográfica a secas, osa verter su tinta sobre los dedos inmaculados de su majestad. Ajeno el objeto inanimado a quién lo hacía servir, olvidó el sacro deber de contención que los objetos tienen cuando es un rey el que los manipula. Y lo manchó.
El mundo sabe también esto porque la estulticia, cuando es regia, se convierte en regla de comportamiento universal. Y así, a partir de hoy mismo, todos podremos maldecir contra nuestras plumas estilográficas con el señorío de un rey. Yo, sin ir más lejos, he bramado ya contra cuatro o cinco de ellas.
Mariano Turégano, de 82 años, interviene a esa misma hora en una sesión plenaria del Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes (Madrid) porque las condiciones de la residencia de mayores de la que son usuarios él y su esposa son incompatibles con la dignidad.
El relato del anciano es conmovedor: una comida de mierda (él dice deleznable para no conturbar a los ediles que le escuchan), usuarios deshidratados en urgencias por soportar temperaturas de más de 40 grados en el centro, ancianos con la cabeza menos lúcida que se pierden por salir sin vigilancia y que la policía devuelve a la residencia pasadas las horas. Desolador.
Este episodio tendrá menos relevancia mediática que el anterior porque, al fin y al cabo, Mariano Turégano no es rey de ninguna parte y, por lo mismo, su sufrimiento, el de su esposa, y el del resto de los usuarios del centro en el que viven, reviste un interés mucho más limitado.
1 259,19 kilómetros en línea recta separan la residencia de mayores de San Sebastián de los Reyes del palacio de Buckingham (fuente Google Earth sujeta a medición más precisa). El caso es que, separados ambos acontecimientos por más de mil kilómetros, se encuentran aproximadamente en la misma dimensión temporal: el siglo XVI, la primera mitad. Y, sin embargo, las dos cosas pasan entre el jueves y el viernes de esta misma semana del mes de septiembre del año 2022. ¿Insólito?
Sin demagogia:
Yo ya había comprendido que todos los hombres no son iguales, ni las mujeres tampoco. Sabía que hay ricos y pobres, afortunados y sin suerte alguna, más listos y más tontos, de estratos sociales más altos y más bajos. Sabía que la riqueza ni siquiera se reparte equitativamente en los países comunistas, cuánto menos en estos de capitalismo delirante. Yo sabía, insisto, que la igualdad no es más que una quimera sobre la que los filósofos hablaban y hablaban. Y que el proceloso mundo de la política la esgrime de manera pertinaz como argumento diferenciador entre izquierdas y derechas.
Yo ya sabía que la igualdad no existe.
Pero ¿de veras somos tan distintos?
Dos abuelos.
A la misma hora que Mariano Turégano acompaña a su esposa al cuarto de baño, a eso de las nueve y media, porque ya no puede ir sola, un lacayo plancha los cordones de los zapatos de Carlos III de Inglaterra.
¿No le conmueve?

Mariano Turégano sabe que también tiene derecho a una vejez digna. El mismo derecho que Carlos III de Inglaterra. Aunque no tenga sangre real.
Tan bien lo sabe que, con toda la dignidad, se enfrenta al Pleno municipal de San Sebastián de los Reyes para exigirla. No manda a un lacayo a que le retire la escribanía que tanto le molesta, ni se enerva porque su corte le alcance una estilográfica incontinente. Se dirige a la Corporación de su pueblo con la voz firme y exige aquello a lo que tiene derecho por ciudadanía. Exige que nadie más mire para otro lado cuando se degrada a los ancianos a la condición de deshecho, que los poderes públicos se cuiden de lo que han abandonado: que se cuiden de él, que se cuiden de su esposa, a quien la enfermedad le impide exigirlo por sí misma, que se cuiden de los que, como él, están sometidos al beneficio insensato de un concesionario sin escrúpulos que se lucra hurtándoles las condiciones de vida que se han ganado.
Ya ve: son dos abuelos. Uno con toda la dignidad en sus pulmones gastados y la voz fuerte. El otro con la sola dignidad de la sangre real que, a la vista está, no aporta nada.
Y nosotros miramos al rey.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.
Puedes escucharla también aquí
Muy bien titulado, dos ancianos aunque discrepo un poco de tu comentario , para mi el rey es Mariano por que se lo ha currado ha tenido que luchar quien sabe en que cantidad de trabajos para sacar a su familia adelante, el orejas es un parasito de la sociedad que vivie a cuerpo de rey(Pero no como el Rey Mariano) sin dar palo al agua a costa de muchisimos Marianos, pero asi es la vida como bien dices hay quen nace con estrellas como el parasito, y otros estrellados como el rey Mariano.
Ahora fuera de historias no deberiamos ocultar y sacar a la luz todas aquellas barbaridades que se hacen afortunadamente no en todas las residencias, solo en algunas que deberian ser castigadas como el mayor de los delitos, por que no tiene perdon de dios quien abusa sicologicamente de los desafortunados mayores que se sienten humillados en infinidad de ocasiones, contra el mayor de los delitos la mayor de las penas, por que un señor que asesina a otra persona se le piden años de carcel, pero los señ@res que maltratan a una persona mayor tenian que pagar con eso de ojo por ojo y diente por diente, ahh que eso no se puede hacer verdad que nos igualamos a ellos, en que estare pensando, pues aunque este feo decirlo, si a mi padre o a mi madre les hubiese ocurrido algo asi, los maltratadores lo habrian pasado muy mal por que yo con buenas palabras les habria dado a entender que eso esta mal, claro las palabras se las habria dado en MAYUSCULAS que hacen mas efecto.
Buen domingo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Toda la razón del mundo: el rey es Mariano.
La pena por los que abusan de los reyes que viven en residencias de mayores debería ser la misma que la de los que intentan abusar (nunca lo consiguen) de los reyes que viven en los palacios.
Enrique VIII hubiera hecho llamar al verdugo de la Torre de Londres sin dudarlo.
Ahora quizás sea suficiente con esas palabras MAYUSCULAS, y públicas,
Tanta desigualdad me resulta insoportable.
Los abusos a las personas mayores, el robo de la dignidad, resulta tan indigno, tan miserable, que no se me ocurre como calificarlo. Y mirar para otro lado no es sino el síntoma de que esta sociedad enferma por momentos.
Gracias, amigo!
FORTÍSIMO ABRAZO
Me gustaMe gusta