Un asesinato que es como un licor suavísimo

Alberto Núñez Feijóo estaba en el Círculo Ecuestre de Barcelona. ¿Dónde si no?

Desde allí hizo sus declaraciones: los católicos, sin embargo, no matamos por Dios, vino a afirmar. ¡Qué chico!

Probablemente imbuido de aquél ambiente selecto de yeguas árabes y caballeros de impecable atuendo se olvidó de aquella imagen de curas bendiciendo cañones, rogándole a Dios acierto y puntería en la matanza de rojos. Es eso o se le olvidó que la condición de rojo no excluye la posibilidad de ser muerto y computar entre los muertos por Dios ¡y por España!

Luego invitó a la prudencia y con toda la lerdez que produce la ignorancia, llamó a la responsabilidad y sugirió que es mejor conocer los hechos antes de seguir haciendo el gilipollas, ‘no vayamos –dijo– a tensionar más de lo imprescindible’.

¿Cuánto será ‘lo imprescindible’ para Núñez Feijóo? ¿Más de cien? ¿Hasta mil? ¿En qué suerte de unidades medirá Núñez Feijóo la tensión que se puede producir entre los pueblos? ¿Será justo hasta donde la Fiscalía no le pueda acusar de cometer delito de odio? ¿De ahí para abajo sí vale?

‘¡El islamismo ya está en España!’, alertaba Manuel Gavira, portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, desplazado a Algeciras tras el ataque terrorista. Habló de estos que vienen a quitarnos el trabajo y a atentar contra nuestra seguridad porque ‘unos les abren las puertas y otros los financian’ (‘los riegan a subvenciones’ según la versión del propio Santiago Abascal en un tuit medio incendiario que lanzó casi inmediatamente).

Seguramente ninguno de ellos se ha preguntado qué sería de Algeciras, de Cádiz, de Andalucía, de España, sin la fuerza de trabajo que supone la inmigración. Eso más bien se queda para otras instancias que son (y lo son) quienes apuestan por establecer una ‘política europea de migración eficaz, humanitaria y segura’. Pero no están en la ultraderecha. No están en la derecha.

Las políticas de la derecha real, la derecha que gobierna en algunos territorios de España, está centrada en asuntos mucho más útiles, como el “dumping” fiscal o la promoción de la propina. Son esos asuntos que se despachan en el círculo ecuestre de cualquier ciudad, con un whisky de malta en la mano con una sola piedra de hielo.

‘¡Yo sí doy propina!’, rezaba el eslogan de la penúltima gran campaña madrileña de promoción de la comunidad autónoma (o de la economía sumergida, que esto nunca se sabe). ‘¡Nena, quédate en Madrid!’, espetaba un camarero (curiosamente machista, maleducado, español y famoso) en el último vídeo promocional a una aspirante a turista que quería perderse los atascos de las horas punta y la boina de humo que colorea de grana los atardeceres de la capital.

‘¡Yo es que no entiendo mucho de embarazos!’, se excusaba el vicepresidente castellano-leonés, después de que su preñamiento mental hubiera montado la campaña antiabortista más humillante que ha conocido el país.

En fin, en lo que importa.

Moros y negros, ‘panchitos’ y ‘sudacas’ en general, nos contaminan. Nos traen muerte y enfermedad. Este es el paradigma del discurso migratorio de la derecha cada vez más ultra (aunque en realidad nunca dejara de serlo) y la ultraderecha, tan ultra como de costumbre. Azuzar contra la inmigración, sin ‘tensionar más de lo imprescindible’ para Feijóo o tensionando lo que sea menester para Abascal, son las formas de intelectualizar el problema y de atacarlo en su ideario (anti-)político, ignorando que España y Marruecos constituyen la frontera más desigual del mundo. Ignorando que la fuerza de trabajo extranjera es crítica para nuestra economía. Ignorando, incluso, que la caridad cristiana (ni de eso se ocupan quienes golpean su pecho en misa de una entonando el ‘mea culpa’) se basa en el principio de dar al que no tiene. Ignorando, en su ignorancia proverbial, que lo que mata es el odio.

El terrorismo de origen yihadista mantiene a España en el nivel 4 de alerta reforzada, que es el inmediato anterior al nivel máximo. Sí, es un problema. Y no es menor. Y no, no se mata. Tampoco entonando el nombre de Alá. No se mata. Tampoco el gilipollas que se cargó al sacristán. No se mata. Y no se alienta al odio, por si acaso eso matara tanto o más. No se enfrenta a los pueblos, porque eso mata. No se bendicen cañones, porque los cañones matan (aunque sean para matar rojos). No se dicen idioteces desde el Círculo Ecuestre de Barcelona, ni en las redes sociales, ni en las cafeterías. Simplemente, no se mata.

No se siembran votos con la muerte mientras se anuncian los campos de golf y los ambientes selectos de un Madrid para privilegiados: un moro asesinando a un sacristán no es un motivo de regocijo interior. No se usa. Se lamenta. Se lamenta mucho. Se lamenta íntimamente.

Porque sacrificar la convivencia por un puñado más de votos es una indecencia.

Menos mal que Díaz Ayuso, de cuando en cuando, nos obsequia con un vídeo deleznable que nos recuerda quiénes son de verdad.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.


6 respuestas a “Un asesinato que es como un licor suavísimo

  1. No mejoran, Nuñez con lo suyo y el resto de la banda de la misma manera, con lo facil que es para un señor o señora politica hacer declaraciones contra estas acciones de locos que se dedican a matar en nombre de alá, claro para ese demente yo tengo la medicina, pero no esta legalizada tendriamos que experimentar con ella si es o no efectiva, para acabar con esas epidemias, seguro que son efectivas vamos hacer la prueba.

    Por Dios y por españa, esos estaban protegidos por el divino por que la accion de matar rojos estaba dentro de los mandamientos, mataras a todos los rojos que se veas se slavaran aquellos que se conviertan de derechas , pues eso para conseguir una españa totalmente cristiana.

    Hoy voy escaso de tiempo el proximo domingo mas.

    Buen domingo.

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    1. No hay medicina contra el fundamentalismo, lo mismo que no la hay para el populismo. La única que funciona es la cultura y tengo para mí que estos leen poco más que el Corán y escuchan las interpretaciones sanguinarias de los ayatolas sanguinarios (que deben pocos, pero muy eficaces).

      Populismos, fundamentalismos, nacionalismos, cánceres, cánceres, cánceres.

      Es imposible evitar que mate uno al que no le importa morir tras la matanza. No hay más medicina que los libros.

      Y es imposible convencer a un imbécil de que bajar el IVA no sirve para nada. Lo ha dicho su jefe y con eso le vale. El fenómeno es no pensar. Cuando otro piensa por ti, la cosa tiene mal arreglo.

      Un abrazo, amigo. ¡¡Suerte con tu día!!

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  2. «Matar a un hereje no es pecado, es el camino al cielo», predicaban los monjes cristianos por los campos de batalla en las Santas Cruzadas, esas guerras religiosas que impulsó la propia Iglesia Católica para arrebatar la Tierra Santa a los musulmanes. Comenzaba el siglo XI. Mil años han transcurrido y, ya ves, ahora ya «los católicos no matamos por Dios» … salvo que eso dé votos. Eso lo cambia todo, eso excusa el odio, justifica el discurso xenófobo, sobre todo si el «xeno» tiene otro dios.
    Este gallego cobardón, más falso que Judas, se ha defendido bien en su tierra (cosa fácil) pero ahora tendrá que lidiar con todos los españoles y ahí hay mucha diversidad. Demasiados años arrinconado en su zona de confort, huele a naftalina.
    En la política actual, con su alarmante falta de formación, inteligencia y oratoria, lo mejor que puede hacer un candidato (a lo que sea) es callar y dejar a los rivales que hablen. Los gazapos, las meteduras de pata, las incongruencias, patochadas y barbaridades son el pan de cada día. Dejemos que hable el señor Feijoo (no tildo porque no me da la gana, diga lo diga la actual RAE, más blandita que un Día de la Madre).

    Saludos a todo el que piense por aquí.
    Gracias, Justo y gracias, Maripepa.

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    1. Gracias a ti, ‘sinmote’.

      Hablar de religiones siempre es habar de atrocidades, a lo mejor porque la simple idea de Dios resulta atroz y mantenerla viva costoso y violento. Ello amén de las ambiciones de papas y ayatolas que, junto con la naturaleza humana, parece que desarrollaron esta más que otras cualidades.

      Hoy, en pleno tiempo de las comunicaciones, hablar de Dios es hablar por no callar (ya no se nos aparecen vírgenes en prados y cuevas desde que la peña tiene acceso a la escritura, la lectura, el arte y la ciencia y los pastorcillos están todos en EGB).

      Feijoo (ahora yo tampoco lo tildo, en solidaridad), carece de la talla moral, intelectual, política, que le hace falta a un líder nacional. No sé si la tenía en su terruño (me temo que tampoco), pero desde luego no la tiene para serlo en España. Aún así, una cosa es no tener la talla y otra bien distinta barbarizar como barbariza incitando al odio. Hay que ser cuidadoso, hay que ser muy cuidadoso, porque las consecuencias de la necedad de unos cuantos (tan contagiosa, por cierto) conduce a crear un estado de opinión sujetado en el odio.

      Y, una vez más, el odio mata.

      Mil gracias, amigo. Un abrazo fuerte.

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  3. A mi, declaraciones de este tipo me sobrecogen, la verdad. Por un lado,por lo más obvio ¿es gente con este desarrollo mental quien quiere gobernarnos? ¿es este simplismo maniqueo a lo más que debemos aspirar? ¿un puñado de votos merece enfrentarnos unos con otros?……
    Es preocupante, claro, su memoria selectiva, su»hace siglos» que un cristiano no mata en nombre de su religión va a hace época, y no ya por lo que ocurrió en la Guerra Civil a la que los franquistas llamaban «Cruzada nacional», no aconteció en el Paleolítico superior, sino que solo hay que ir un puñado de años atrás, para ver lo que sucedio en la más reciente guerra de Bosnia, por cierto, una guerra de exterminio.
    En mi caso hay una segundo sobrecogimiento, estos tipos se han empeñado en dejarme huérfano de certezas y es que no atisbo ( quizás me niego a hacerlo) a desentrañar a que se refería con su alusión a «otros pueblos».¿de que pueblo soy? ¿quienes son mis otros? ¿desde cuándo los pueblos son de una u otra religión? ¿no hay ciudadanos españoles que son musulmanes, budistas o simplemente ateos?…… lo que me lleva a mi última pregunta ¿quiero ser de «su pueblo»?
    Ufff…me voy de domingo.
    Un fuerte abrazo

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    1. Ellos son el pueblo, amigo. Los que acuñan el mensaje y seleccionan a la grey. Hablan de pueblos hermanos (que no los conocemos) y de pueblos bárbaros (que son todos los demás) y determinan las reglas morales que rigen en el suyo.

      Ellos son el pueblo. El pueblo de Dios, parece. El pueblo del por Dios y por España que premia a los buenos y desprecia a los malos. Un pueblo de himnos y banderas que ondean al viento con los colores patrios (y no con otros) mostrando grandeza y dignidad.

      Y tanta indignidad también a mí me sobrecoge.

      Así que me atrevo a contestar a tu pregunta en nombre de los dos: ni tú, ni yo, José Ricardo, queremos ser de ese pueblo.

      Además, ellos saben bien que no lo somos.

      Un abrazo muy fuerte, amigo. GRACIAS POR VENIR

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