Se ha tomado en casa el primer café de la mañana, de Melita, a pesar de que no le gusta nada el café americano. Ha pasado de largo el bar en que solía desayunar y la parada del autobús que le llevaba al trabajo. Es miércoles. Puto miércoles. Su coche sigue aparcado en la calle de atrás. No sabe seguro si tendrá gasóil suficiente para llegar a la gasolinera. El día que fueron a cenar a casa de su hermana ya estaba la reserva a punto de agotarse, pero era el cumpleaños de su sobrina. No podía faltar.
Apenas son las ocho y media.
Su smartphone se ha quedado algo antiguo. Dio de baja la tarifa de datos, así que no se puede conectar a internet hasta que no llegue a las inmediaciones de alguna cafetería que ofrezca WiFi gratis. Pero tampoco habrá ningún correo electrónico que descargar más allá de los comerciales que le volverán a ofrecer un viaje idílico a precio ventajosísimo o habitaciones de hotel al 50% que no necesita. Las nueve menos cuarto. El País digital dice que no ha habido investidura y que van a nombrar algo a algún corrupto, pero esto hace ya un rato muy largo que le importa un huevo.

Ninguna llamada, ningún whatsapp
El headhunter que le recomendaron no era más que un cantamañanas que le robó mucho tiempo y algo de dinero. Es un gran currículum, hay algo adecuado a sus expectativas, hay algo para usted, le dijo con esa voz que inunda de seguridad almas y despachos hace ya cuatro meses. A lo mejor cinco. Ya no le coge el móvil. No volverá a llamarle, es perder el tiempo. Le queda un billete de cinco y algo suelto. Serán para un café
y una tostada. No hay prisa por el cambio. Las diez y diez. Ayer fue demasiada humillación lo de la cola del paro. Ofertas de empleo. Las ojea a hurtadillas del señor del kiosco en las páginas salmón de un diario que no va a comprar. Nada que se ajuste a su perfil. A ambos lados de la calle hay personas que se mueven de un sitio para otro con pinta de ir a dónde alguien les espera. O a comprar. Ni una cosa ni la otra.
Las niñas aun no lo saben.
No han empezado las clases todavía. No puede volver a casa tan temprano. Sospecharían. No sabe bien si han entendido del todo que este año no hubiera apartamento en Santa Pola y mañanas de playa con los primos. La paella del chiringuito no la habrán echado de menos. Tampoco usted. Ni a sus cuñados. El teléfono parece averiado: ninguna llamada; ningún whatsapp.
Las doce. Maldito septiembre.