El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (espero que citarlo no sea ofensivo para nadie) define en su segunda acepción la palabra “charlotada” como “Acción pública grotesca o ridícula”. La primera acepción la identifica como “Festejo taurino bufo”. Las dos me valen.
Para ilustrar esta reflexión me vale también una de las enseñanzas de mi madre que, ya de bien pequeños, nos explicaba que llamar la atención es algo relativamente fácil: si yo saliera a la calle —nos contaba— con una pluma verde en la cabeza, conseguiría que todo el mundo se volviera a mirarme. Terminaba haciéndonos notar la sutil diferencia entre llamar la atención y hacer el ridículo, para concluir que el mérito de llamar la atención consiste, precisamente, en no hacer el ridículo para conseguirlo.
La charlotada en la que algunos diputados del Congreso consiguen convertir cada sesión, es una fiel representación de sus dos acepciones académicas: una acción pública grotesca y ridícula; un festejo taurino bufo, donde sus señorías corretean pon el coso haciendo todas las gracias de las que son capaces, desde ponerse una pluma verde en la cabeza, hasta caer de culo delante de la vaquilla despertando la carcajada general de niños y mayores. Y cuadra igualmente a la perfección con aquella explicación infantil: No llaman la atención, sino a la melancolía.
La única persona empeñada en poner cordura entre tanto gilipollas es la presidenta de la Cámara, doña Ana Pastor, que intenta defender la institucionalidad del Congreso porque parece creer firmemente en la institución, aunque ni siquiera el grupo político al que pertenece le acompañe en la andadura. Con poco acierto hasta el momento, para pesar de todos.
La estrategia de la oposición al Gobierno es el ruido. En este momento da igual a costa de qué. Es el ruido. Mucho ruido. Insultos mejor cuanto más gruesos y, si riman, todavía mejor. Chascarrillos repetidos día tras día en la Cámara se hable de lo que se hable, ruido. Aplausos desaforados a la intervención de Casado, que ha vuelto a decir que los Reyes Católicos eran del PP (o igual de Alianza Popular, que esto nunca se sabe); risotadas histéricas ante el parlamento de Rivera, que ha vuelto a exigir la aplicación del ciento cincuenta y cinco (por el culo te la hinco) en Cataluña ¡ya!; escupitajos ante la expulsión del diputado Rufián, que ha vuelto decirle a un ministro del Gobierno que se lo va a comer todo… (¿Escupiría de verdad el tal Salvador al ministro? ¿Será tan marrano?)
El diputado Rufián se ha propuesto acaparar redes sociales, digitales y telediarios después de la sesión de control al Gobierno de cada miércoles. Se arma de plumas verdes para la cabeza y acopia su arsenal de borderías para repartir a diestro y siniestro provocando la hilaridad de su puñado de camaradas. Una nueva sesión de control. Una nueva charlotada.
El nivel de los debates parlamentarios no podía caer más bajo. Es tan bajo como el nivel igualmente muy bajo de nuestros representantes legítimamente elegidos. No se puede hacer más que esperar tiempos mejores sin poner la tele cuando estén los niños.
Distinga usted, señor Rufián, señor Casado, señor Rivera, entre llamar la atención y hacer el ridículo. Evitará con ello la profunda vergüenza ajena que sentimos algunas personas al presenciar los espectáculos lamentables en los que han convertido sus intervenciones.
…. Si ya te lo decía Justo, l
Todos pasamos de todo ya!!!
Esto ez terrible!
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Es que da mucha vergüenza… no puedes hacer otra cosa más que pasar.
Eso y pensarte mucho el voto para las próximas.
¡Un besazo, Inma!
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¿No estamos en el día de la marmota? ¿No estamos otra vez a mediados de los 90?¿No vuelve a ser Aznar quién marca el paso (de la oca) de la «derecha»? Pues eso…..
Todo lo demás es opera bufa…. A eso se reduce hoy las necesidades y las esperanzas de los ciudadanos.
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Desolador…
Cada vez que hay un asomo de esperanza alguien se encarga de joderlo todo. Otra vez en la casilla de salida con un Parlamento lleno de macarras dispuestos a que nada avance. Todo torpedeado, eso sí, con un lenguaje llano… llano, llano… Demasiado imbécil alcanzando su máximo nivel de incompetencia y, seguramente, Aznar -todo reivindicado-, volviendo a mover los hilos.
Eso. Desolador.
Un abrazo enorme José Ricardo. Gracias, como siempre.
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El circo está en la ciudad, se ha trasladado desde la Ronda de Atocha a la Carrera de San Jerónimo para quien no sea de Madrid tenemos un circo fijo llamado Price que al parecer ha cambiado de sede.
Eso si solo los payasos y mira que nos sale cara una mañana de circo.
Lo de ERC fue una performance al que le precedió un absurdo diálogo de besugos; a poco da al traste con los planes de Rufian por lo que me pareció a mi… cierta sordera del Sr Borrell.
Luego ya todo siguió el plan previsto, incluida expulsión que eso vende bien al noreste, con desfile de diputados y amago de escupitajo incluidos que a Borrell se la tienen muy jurada.
Somos de las pocas culturas que no escupen por cierto.
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Éramos, Éramos… ahora ya sí escupimos. Escupimos, sobre todo, a la razón, al pensamiento, a la política y, si viene a mano, a algún ministro.
Rufián es su niño faltón que no se ha enterado de que representa a una enorme porción de la ciudadanía de su tierra, sea país, comunidad autónoma, territorio libre asociado, república independiente o lo que cojones sea.
Un niño flatón. Sin más trascendencia. Y no hay un Parlamento capaz de educarlo.
Un abrazo, amigo. Gracias por estar por aquí. Es un placer leerte.
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