Luces largas

La subida del billete de metro que planeó el Gobierno chileno no vale 20 muertos.

No sé si la subida del gasoil vale la revolución de “chalecos amarillos” que acaba de cumplir un año.

La ley que permitía a las autoridades chinas extraditar a sospechosos de según qué crímenes hace alzar la voz a las calles de Hong Kong. La ley se retiró. La protesta sigue instalada en las calles.

La retirada de subsidios al combustible (para obtener el favor del Fondo Monetario Internacional) incendia también las calles de Quito. La medida se echó atrás. Las revueltas siguen.

Haití, el país más pobre de América, levantado por la crisis institucional que, como en España, impide formar gobierno tras las elecciones democráticas. 42 muertos, la mayoría a manos de las fuerzas de seguridad.

En Colombia los estudiantes toman las calles para denunciar sistemas corruptos en la Universidad. Los asesinatos de 155 líderes sociales, después de haber fracasado la puesta en marcha del plan de paz de Juan Manuel Santos, se mezclan con la desaceleración económica que empieza a hacer mella en las hasta ahora pujantes clases medias urbanas.

En Irak parece que solo andan pidiendo más empleo y menos corrupción. También ardiendo.

Líbano se revuelve por la imposición de una tasa para hacer llamadas por redes sociales.

Miles de argelinos exigen reformas democráticas.

Un revelador artículo de El País del domingo pasado nos mostraba la verdadera motivación de cinco de los jóvenes que han andado por Barcelona incendiando mobiliario urbano. Falta de perspectivas, desilusión, desempleo, tasas universitarias fuera de su alcance y, si acaso, la velada esperanza de que una república incierta mejore una situación personal que no puede sino mejorar. Tsunami democrático.

Hong Kong, Líbano, Irak, Argelia, Ecuador, Chile, Colombia, España, Francia…

Está pasando algo que trasciende la sentencia del procés, la subida del metro o la inestabilidad política. Algo que enerva a las personas, hastía a cada uno, y se lo lleva a la calle a bramar contra… ¿la retirada de las ayudas a los carburantes? ¿Solo? Está pasando algo que hace que cualquier chispa caiga en terreno abonado para la revuelta y que la incendie.

No son los jóvenes: la marea de jubilados exigiendo dignidad que recorre España no la protagonizan estudiantes descontentos por las tasas universitarias. No son los mayores; los “chalecos amarillos” son trabajadores adultos que no pueden más. Tampoco son los trabajadores adultos; los escaparates de Barcelona no los revientan empleados de notaría descontentos con la sentencia del Supremo.

20191103_015410No está en los programas electorales. El domingo que viene iremos a votar por ver si tenemos suerte y la aritmética parlamentaria permite cuatro años sin hablar de Abascal. No vamos a elegir nada más que eso ni, por cuarta vez consecutiva, haremos más análisis ni más esfuerzo intelectual que el de intentar quitarnos  de encima el puto problema del desgobierno. No estamos pensando en las clases medias que se revuelven contra su extinción, ni en las menos pudientes que se revuelven contra la indignidad en la que están habitando el planeta. Cataluña influirá en el voto en la medida en que usted esté pensando si la policía debió dar las hostias más fuertes o si juzgó prudente la contención que se le ordenó para no enfebrecer más los ánimos.

Usted no pensará en que el mundo se está revolviendo contra algo que no sabe definir, que se respira pero no tiene nombre, que oprime pero no se abrocha. No está en los programas electorales, ni en los noticiarios, ni en las conversaciones del café de la mañana. Es un gas altamente inflamable que no se controla desde la sala de válvulas del entramado del poder. Prende y se extingue, prende y se extingue de manera intermitente en todas partes a la vez con un tiempo que no está pautado en la sala de control de cámaras desde la que se retransmite el partido.

Miramos a nuestro alrededor, como si fuera el nuestro el único ombligo que existe en el mundo. Apagamos (con más o menos éxito) el pequeño fuego doméstico, el alboroto local, el que sale en nuestra televisión diminuta de muchísimas pulgadas, en el tuit del día. Pero lo que está pasando no sale en la televisión, no se tuitea, no se comprende. Nuestra algarada particular lo llena todo. No alcanzamos a poner las luces largas. En el mundo pasa algo que lo está cambiando todo.

Subir un peldaño. Mirar más allá. Pensar en grande. Urge. ¿Sabe alguien?

(Porque casi todo lo que pasa solo… pasa para mal.)

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

8 respuestas a “Luces largas

  1. El mundo esta enfadado necesitamos una buena dosis de cordura y entendimiento para que todo vuelva a funcionar correctamente en todo el mundo y sobre todo en España, pero es mi deseo la realidad me temo que va a ser otra.
    Hoy por tema de trabajo estoy en activo desde muy temprano y me estoy tragando todos los informativos y por eso dudo que la cordura en España este próxima escuchando las encuestas que espero que no sean ciertas en lo que a vox se refiere me quedo flipando en el pensar de la gente , que pueda subir a la tercera fuerza política con 50 parlamentarios te deja descolocado ? En que estamos pensando? .
    Espero que se equivoquen por que si no lo llevamos claro ,
    Volvemos a una suave dictadura.

    Buen domingo

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    1. ¿Tercera?

      …No estaría mal. Casi alcanzando los resultados del PP en las últimas elecciones… No estaría mal.

      Este extraño fenómeno del descontento planetario hace que cada uno manifieste su rabia de la manera más inverosimil. Es un efecto similar al que llevó a Podemos dónde lo llevó con apenas unos meses de existencia. Es rabia, es hastío, es la forma de protestar que cada uno encuentra delante de un esquema social, político, económico que ha fracasado, que le ha defraudado profundamente.

      Curioso, muy curioso, que las clases menos favorecidas piensen que será la ultraderecha la que se preocupe de ellos… muy curioso.

      Vayamos a las urnas… es lo único que podemos hacer por ahora. Pero pensemos en grande: algo más hay que hacer.

      Un abrazo muy fuerte, Juan Carlos. GRACIAS

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  2. En mi trabajo teníamos un juego para apostarnos el café. Uno tenía que llenar un vaso de agua hasta el borde, el otro tenía que levantarlo y beber. Todo ello sin que se derramara ni una gota.
    La superficie del agua curiosamente se ve por encima del borde del vaso como una bóveda liquida.
    Es decir la capacidad de aguante es muy alta, por encima del teórico limite. Pero una vez desbordado no tiene retorno.
    Veremos a quien le falla el pulso,al quw cree que puede echar una última gota sin derramar nada o al que se la beberá.
    Ojito no te hagas ilusiones, somos el agua. Por un lado o por otro o nos derraman o nos beben.
    Una amiga, profesora de historia de eeconomía, me dijo una vez que la historia es una sucesión de sucesos que suceden sucesivamente. Un gracioso juego de palabras; pero…le faltó la última sentencia, la mas «peligrosa» porque hace que la historia tenga sentido: DE FORMA CÍCLICA. Por eso no hay que olvidarla.
    Caminamos hacia 2020, deberíamos estar atentos para romper el ciclo.
    Sale el sol y hace que se pare el viento. Claro que sin viento no habría salido el sol
    Feliz domingo

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    1. Y, sin embargo, parece que esa gota de agua o el resto del agua que ha llenado el vaso, esta harta de que la sientan derramada, o de que se la beban y, así, la historia, de esa forma cíclica, nos va llevando de revolución en revolución (casi siempre burguesas, por cierto) que acaban con un nuevo opresor oprimiendo a quién oprimía y a quien era oprimido… Otro juego de palabras. Pero un juego macabro de palabras.

      El mundo continúa y la desigualdad se acrecienta. El agua ya no se contiene (y menos ahora que los polos se derriten), pero no seremos tú y yo quienes nos convirtamos en esa nueva clase opresora, ni quien ahora nos oprime inventará una solución que venga a hacer del planeta un sitio amable en el que vivir los pocos años que la naturaleza nos concede para habitarlos.

      Un abrazo muy fuerte, Javier. Gracias por tu reflexión. Siempre enriquece.

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  3. El Poder raras veces cambia de manos por mucho movimiento planetario que produzcan los no tan parias de la Tierra; el Poder lo que hace es cambiar las cortinas del Tinglado, repintar las grietas -sin molestarse en rellenarlas, previamente, con cemento- y añadir unos aligustres a la fachada, que quedan chulis… Como decía el filósofo, «Todo fluye, sin cambios». Pero, pese a todo, bienvenidos sean el ruido y las protestas que, muchas veces, sirven para que quienes se arrellanan en el sillón a ver la vida por la tele, se enteren que no todo el personal se chupa el dedo y dice amén.

    Salud(os).

    P.S.- …y el domingo papeletas. Otra vez. Todos son los mismos de las otras veces. Con las mismas zarandajas e idénticos desacuerdos. Y Roberto Alcázar y Pedrín sacando pecho, banderón y largando por esas bocas las pomporrutas imperiales de siempre.

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    1. Pomporrutas imperiales… ¡y triunfantes! según hemos leído en las encuestas que se publican hoy.

      Ese poder con mayúsculas al que te refieres es verdad que rara vez cambia de manos. Un poco de maquillaje y todos a seguir tan campantes imaginando (imaginando) que algo ha cambiado y que seremos más felices mañana de lo que nos han permitido ser hoy. Sabemos que es mentira.

      Lo que pasa es que la sensación de hartazgo que se muestra ahora por todas partes indica, o eso creo, algo más profundo en el malestar colectivo. Y las clases dominantes no se han criado en esta forma de afrontar los conflictos. O no quieren entenderlo o no lo saben hacer, porque, precisamente, el quid de la cuestión lo han provocado ellas mismas. Es el divorcio irreparable entre la clase dirigente y aquellos a los que teóricamente representan. Y no tiene marcha atrás.

      Ay de quien piense que Vox sí les representará…

      Muchísimas gracias por apuntarte a este club. Una mirada alrededor es lo que más falta nos hace.

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  4. Buenos días a tod@s. Querido Justo. En todo el mundo, como muy bien a diagnosticado la OCDE, LAS DESIGUALDADES CRECEN Y LA DESCONFIANZA EN LOS GOBIERNOS TAMBIÉN. La gente está hasta el gorro y no ve alternativos a esta globalización que.solo ha co atribuido a exagerar las diferencias.en los países desarrollados. Por eso la gente estalla. No hay estrategia. No hay esperanza. No hay salidas. Y la gente explota.

    Yo aún sí quiero creer que.hay salidas pero cambiar hoy algo en el mundo tiene un coste desproporcionado.

    La gente.más joven debe tomar la iniciativa

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    1. Esas parecen ser las dos claves: desigualdad y desconfianza. Dos potentes combustibles dispuestos a echar arder con la más pequeña chispa.

      La globalización los ha hecho crecer hasta convertirlo en un problema del planeta.

      Admiro esa fe tuya en el género humano. La juventud lleva setenta años sumida en sistemas educativos que desoyen las humanidades y la formación del espíritu crítico como pauta. No les veo en estos asuntos. Les quedan lejísimos.

      Las clases dirigentes no son la solución, los poderes económicos menos, el tejido asociativo (eso que se ha dado en llamar la sociedad civil) está fuera de juego cuando no prostituido… el populismo oportunista gana enteros.

      Yo lo veo de feo…

      ¡Gracias, Luis! Tengo que ir a verte un día… ¡hay mucho que pasar a limpio!

      Un abrazo muy grande.

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