Usted piensa que lo que está pasando hoy es que en unas elecciones generales España se juega el futuro (si es que no lo tiene ya jugado).
Pero no. Lo que pasa hoy en el mundo sucede en París. Y no tiene nada que ver, ni con los chalecos amarillos, ni con la extradición de Puigdemont, ni con el Brexit. Lo que pasa es que usted no lo sabe. Ni yo.
A usted le importa un huevo porque sabe cree saber que los chicos y chicas que se encerraron el fin de semana pasado en el Palacio de Vistalegre no son sino cuatro frikis incapaces de disfrutar de nada diferente de matar marcianitos. Pero fueron ocho mil. Tantos como un mitin de Vox. Más que en una asamblea ciudadana de Unidas Podemos. Casi todo el aforo de la vieja plaza de toros que, por cierto, habían pagado entre 20 y 35 euros por una entrada según la zona… como cualquier partido de fútbol de primera división fuera de los grandes estadios. Y eso se refiere, tan solo, a los que asistieron al evento en directo. On line lo siguieron más cien millones de personas de todo el mundo.
Estaban siguiendo las semifinales del torneo mundial de League of Legends (LoL) en las que por primera vez el equipo europeo G2 eSport, capitaneado por el español Carlos ‘Ocelote’ Rodríguez, se ha colado en la final tras imponerse al conjunto coreano SK Telecom T1, el equipo que más veces ha ganado este campeonato en el planeta, liderado por el gamer Faker.
Y esa final, precisamente esa, la de League of Legends, es la que se está jugando hoy en París. Eso es lo que ciento cincuenta millones de jóvenes (cinco millones y medio de ellos de nuestro país) están viviendo ahora en directo u on line.
¿Verdad que no lo sabía?
¿Sabía que el equipo G2 eSport, el del español ‘Ocelote’, vale 165 millones de euros?
Pues lo saben Louis Vuitton, Movistar, Kia, MasterCard, Vodafone, Red Bull… que aportan una parte importante de los cuatro millones de dólares que se reparten hoy en premios. Y lo saben porque tienen en ese público un trozo grande de su negocio de hoy y casi todo el de los próximos 35 años. Pero Pedro Sánchez no, no lo sabe. Ni usted. Ni yo.
Y lo sabe también el Comité Olímpico Internacional, que acaba de abrir una pequeña puerta a la inclusión de los eSports en su evento cuatrienal al declararlos ‘actividad deportiva’. Sé que le extraña (si no le escandaliza) pero eso solo es porque nunca se ha parado a pensar en el anacronismo que suponen las competiciones de tiro de lanza (actividad más propia de la Prehistoria que del siglo XXI) o la simpleza de coger esas bolas de acero a las que llaman ‘peso’ o ‘bala’ de 7,26 kg para hombres y 4 para mujeres y mandarlas a tomar por culo.
En España, los 5,5 millones de jóvenes instalados en esta forma de estar en el mundo (se equivoca si piensa que es un simple hobby y que ya se le pasará) representan más del 12% de la población total. Y, atención, nuestra pirámide de población en 2019 fija en 7,2 millones los jóvenes de ambos sexos de entre 20 y 34 años, franja de edad en la que encaja el perfil medio del gamer. El dato es que setenta y seis jóvenes de cada cien, siete u ocho de los diez en los que está pensando ahora, juegan a una cosa que a usted ni se le alcanza, viven en un mundo que usted no ha pisado, hablan una lengua que le suena a chino, practican un deporte que usted, simplemente, considera una frikada. Y a lo mejor, dos o tres de ellos son hijos suyos. Y los datos son cabrones, porque si calcula que de todos esos jóvenes gamers solo el 29% son chicas, a su hijo varón no le libra ni la caridad.
El mundo que nos sigue no se parece a este en nada, en serio. El adoquín que Albert Rivera exhibió en el debate de los candidatos a las elecciones que se están celebrando hoy, solo nos ha arrancado una sonrisa de compasión a usted y a mí. La generación que nos va a relevar no tiene ni puta idea de qué hacía ese señor con una piedra tan grande en la tele, ni ha empleado un solo minuto de su tiempo en averiguarlo. Ellos hablan de árboles de habilidades, de haters, de gamers, de hacer quick scope o de burstear, de la curva de aprendizaje, de filtrados anistrópicos, de avatares, de bindear del cel Shading de kilombear o wardear. Se debaten entre LoL, Fornite, Destiny 2, o Gears of War 4. Viven en la Red: ahí se comunican, trabajan, se enamoran, se informan y manejan su dinero; hablan lenguas universales, son inmunes a las religiones, a los telediarios, a la unicidad o plurinacionalidad de España; ignoran las fronteras…
Ellos hablan nuestro idioma, entienden nuestras preocupaciones, saben interpretar las señales que les enviamos (las sigan con más o menos asiduidad) y ¿nosotros? ¿Sabemos algo de ellos?
¿Podemos seguir pensando que son cuatro frikis?
Son siete u ocho de cada diez.
Me voy a votar. Mirando a un lado y a otro… ¿Habrá quien esté pensando en grindearme?
El dibujo es de mi hermana Maripepa
En esta entrada de hoy estoy totalmente verde para opinar por que seguramente iria fuera de madre, sin mala intencion, tenemos gente preparadisima en estas lides muy necesarias para el tiempo que se nos avecina, pero para entenderlos necesitaria unas clases, asi que seguirenos con la jornada electoral.
buen domingo.
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¡Sí!
Hacen falta unas clases. Es una forma de relacionarse completamente diferente a la que estamos acostumbrados. Una verdadera brecha generacional que ya veremos a dónde nos lleva, porque la mayoría de nuestros jóvenes, la generación que empuja, vive una realidad que nosotros desconocemos en ese universo paralelo que nos es totalmente ajeno, pero que existe y que ha venido para quedarse.
No tendremos más remedio que intentar entenderlo, acercarnos, participar de él (no en él porque no tenemos las habilidades que hacen falta), si queremos estar dentro de la sociedad que se va a imponer dentro de no mucho tiempo.
De momento ¡a votar! Y luego… a investigar.
Un abrazo, Juan Carlos. A por la jornada electoral.
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Cuando las marcas potentes se interesan por las novedades es que intuyen un buen negocio; y la adicción(o la mera afición) a las irrealidades mágicas que se muestran entre el litio está en auge. Saben los negociantes que no es una inversión vana. Cualquier día se apresuran a aligerar de deudas a los patriotas que van a ocupar tantos asientos allá en el Congreso, que también parece que están al alza o, al menos, alzados vía urnas, para escarnio y vergüenza de las izquierdas parlamentarias que, en las elecciones de abril, dejaron escapar su oportunidad por ir de sobradas. Ay, la soberbia política, qué pésima consejera es.
Salud(os).
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¡Ay! La soberbia.
Después del encontronazo con la realidad y del triste alineamiento con los países de Europa en cuanto a soportar a la extrema derecha en las instituciones, espero que nos la hayamos aprendido a tragar.
En frente, el fin de la sanidad universal, de la escuela pública, del sistema de pensiones, de la dependencia. Demasiado en riesgo para seguir jugando.
Gracias por tu comentario. Malos tiempos para la lírica. Pocas miradas críticas… hacen falta ánimos…
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