El jueves tuvo lugar la ceremonia de reconocimiento del Estado a las víctimas de la Covid-19.
No se sabe muy bien para qué valen estas cosas. Seguramente a las víctimas les importa un huevo y aquí no hay victimarios a los que culpar (a pesar de que algunos apunten directamente a la cabeza de Pedro Sánchez como el señor X, tal si hubiera sido él mismo el paciente cero). Aun así queda elegante. Aunque solo sea para fijar en la memoria colectiva un desastre de las proporciones que este ha tenido. Es una suerte que no han corrido todas las víctimas de desastres colectivos y es, por ende, lo suficiente de agradecer.
Y este más.
Por primera vez en la historia reciente de España, ningún capellán, ningún sermón, ningún otro símbolo en la ceremonia que el pebetero en el que ardía el recuerdo de los muertos. Nada más. Rosas blancas. Nada más.
Gente normal honrando a la gente normal. Y todas las autoridades del Estado, algunas de la Unión Europea y todavía una de la Organización Mundial de la Salud, escuchando atentas las palabras de personas que contaban cosas que importaban. Gente normal. Un rey, eso sí, pero todos los demás normales.
El Estado al servicio del recuerdo de los que se han muerto y de los que han trabajado para mantener abierto por los pelos un país casi cerrado; una enfermera explicando el ánimo que sentían al escuchar los aplausos de las ocho; un hermano hablando de su hermano; un escenario solemne donde la solemnidad no tenía, ni uniformes, ni sotanas. Un acto civil, un acto laico. ¡Cuánta paz!
El Rey aparcaba por unas horas los asuntos más turbios de la Corona en un paréntesis que, a buen seguro, se merecía el país; Vox homenajeaba en otra parte de España (porque aquí no se merecían estar y lo entendieron así) a un chico muerto a manos de su marido en un acto que, a buen seguro, prepararon para negar la violencia machista; Iglesias olvidaba también por un momento que la tarjeta del móvil de Dina Boussleham estuvo indebidamente en sus manos en una acción que, a lo mejor, le cuesta cara; Casado guardaba el silencio que se esperaba de él; y Sánchez miraba a su alrededor agradecido por la primera casi-unanimidad que consigue aglutinar a la práctica totalidad de las intenciones del Estado.
El jueves no importaba nada que Vox no estuviera. No importaba nada que Moncloa y Zarzuela estuvieran viendo a ver qué coño hacen con el rey emérito para que su ‘asunto’ salpique lo menos posible al que ahora hace de rey. No importaba que la Audiencia Nacional esté estudiando la ‘exposición razonada’ que eleve el caso Dina al Tribunal Supremo para investigar a Iglesias.
Ni siquiera importaba la resaca electoral del domingo: la cuarta mayoría absoluta de Feijóo; la irrupción de Vox en el parlamento vasco; la constatación de que algunos territorios viven en un mundo político de corte identitario que en el resto de España está por concebirse (porque el nacionalismo español computa en una vara que mide de otra forma); la aprobación tácita de la gestión del Gobierno que recibió el PSOE en las dos comunidades en liza; el varapalo sensacional a la ‘nueva política’ que se ha quedado vieja en apenas un lustro.
El jueves solo importaron los muertos, sus parientes, sus cuidadores y el tributo que había que rendirles. Y muy pocas cosas más.
Posiblemente sea el unico acto que no se ha utilizado para darle caña al gobierno,si, vox no hacia falta, ni tampoco los curas , y quizas si hubiese faltado alguno mas no se habria notado, ¿es tan dificil colaborar para que en el menor tiempo posible seamos capaces de tener una vida normal? despues ya tendremos tiempo de entrar en discusiones politicas y en el tu mas, ahora tambien seria bueno, que todos estos temas de reyes esplendidos que hacen regalos millonarios a sus amigas y los de las tarjetas que se castiguen obligando a devolver hasta el ultimo centimo con los intereses tipo descubierto ( que de eso algunos sabemos bastante), y expulsion automatica de la politica, ¿ eso quien lo aprueba? el congreso, ah no que nos puede tocar.
En este campo España CAMPEONES
Buen domingo que ya nos estamos cargando Julio.
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A mí me encantó. Es la primera vez que lo vemos. A pesar de la cercanía de la catedral, ni un cura, ni un sermón. Un acto puramente civil con presencia de TODOS los presidentes autonómicas y todos los representantes de los partidos democráticos.
Perfecto.
¡Qué buena cosa sería si el tono político durante la crisis estuviera siendo este! Y, tal como dices, ya después buscáramos el tiempo de exigir responsabilidades a quienes hubiera que exigírselas.
Sin embargo, parece que la estrategia de acoso y derribo de la derecha (la de siempre) no está dando los resultados esperados. El PP se desmantela en el País Vasco y en Galicia triunfa un modelo de derecha que nada tiene que ver con la oficial de Casado y mucho con el sentimiento nacionalista que Fraga supo imponer al partido que fundó en su territorio.
En fin, no veremos a nadie devolviendo nada, me temo, pero este pequeño símbolo da un respiro a los que entendemos la política de otra manera.
Nos quedaremos con eso, al menos por esta semana.
GRACIAS, AMIGO. Fortísimo abrazo. Y, ¡a pasar frío!
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No la vi. La verdad, bienvenida sea una ceremonia sencilla que no sirva para que las «primas donas» de la iglesia no salgan con sus casullas bordadas de oro qué, van resultando muy insultantes, a levantar los brazos con la eucaristía en las manos.
Dado el penoso papel que está desempeñando la iglesia, en todo el mundo, en esta desgracia que la iglesia no asome el hocico, es como poco prudente, muy de agradecer para el aparato digestivo y las úlceras que puede provocar su hipocresía.
Estoy leyendo Anatomía de un instante de Javier Cercas. Y bueno..creo que hay una familia que no debería estar en ese acto.
Desde los tejemanejes inconstitucionales de JCI para tumbar al Presidente Suarez, conversaciones en las que participó su defensor Felipe González, pasando por el «este se va» que dijo JCI despectivamente a Sabino Fernández cuando Suárez le comunicó que dimitia; añade el enorme estruendo que produce una máquina de contar dinero. Cacharro que debió ser diseñado por encargo de la mafia o algún narco.
Aparato que no tiene ningún sentido en una casa decente, menos en un palacio.
La monarquía puede que tenga presunción de inocencia o esté arropada por la Constitución esa que se saltó JCI y casi nos cuesta un golpe de estado. Pero la maquinita y el ruido haciendo su trabajo, no está amparada por ninguna ley. Ningún oido es inmune a su ruido, creo que me explico.
Habría que investigar en Wallapop si fué vendida y por cuanto.
Quizás siga en la Zarzuela acumulando polvo.. quizas..
Je..me acuerdo que cuando tenía 16 años fuì al CSIC a cobrar una factura de carbón de unas 100.000 pesetas. Con eso, en aquel tiempo, te comprabas dos pisos. Me pagaron en billetes de cien pesetas, no había otra cosa. Tan pancho que iba yo en el autobús con mi cartera repleta de billetes. JCI podía haber contado conmigo, tenía mucha experiencia.
Feliz domingo y algo mas.
Abrazos
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Mi sentido de la institucionalidad (seguramente algo anticuado, pero me reservo el derecho atendiendo a mi provecta edad) me sigue haciendo ver en Felipe VI al jefe del Estado.
Esto me ha provocado más de un dolor de estómago porque, ni fui jamás monárquico, ni profeso especial devoción a los borbones, pero no puedo dejar de reconocer en el Rey al jefe del Estado, aunque me tuesten cañamones en el estómago o, por decirlo de otra manera, me toque tanto los cojones.
Por eso, en un acto como el de ayer (al que también hay que reconocerle sus sombras aunque yo me haya negado a vérselas), no se podía pensar en la ausencia del monarca.
Es verdad que pareció un momento para blanquear lo inblanqueable (una amiga muy amiga y muy bien informada ya se quejaba de ello amargamente días atrás y el artículo de Ramoneda de ayer en El País también lo pone de manifiesto). Sin embargo hacerlo de esta manera no daba cabida a otro escenario. Tenía que ser, y tenía que ser con el Rey.
Yo lo doy por bueno. Aunque fuera con un rey.
Y celebraré hasta la borrachera cuando la Jefatura del Estado se llame Presidencia de la República.
De todos modos, tienes razón. No puedo negarlo. Esas son las contradicciones de un socialista pasado de moda.
Un abrazo, amigo. Gracias, como siempre, por tu reflexión.
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