En realidad me importa un huevo que las infantas se vacunen en donde coño sea, haciendo uso de sus privilegios por ser tan ricas. Me importa un huevo, porque, simplemente, sus dosis no estaban destinadas a mi madre ni a ninguna de las madres que conozco e ignoro cómo llevan la cosa de los turnos allá dónde se lo han saltado para favorecer a las privilegiadas hijas de papá rey.
Pero violenta, genera violencia. La violencia contra la Casa Real, que tan de moda se ha puesto cuando hemos sabido hasta qué punto está podrida. crea violencia en cada uno, ese punto de rabia que termina en un quejoso ¡ya está bien!

Barcelona estas semanas está siendo el exponente de violencia (¿gratuita?) más insultante de Europa. A nadie le importa nada que el tal Hasél esté merecidamente preso por cantar tan mal y otras pillerías (otros episodios de violencia que le hicieron acumular condenas y dar con sus huesos entre rejas). No le importa a nadie, porque en realidad no importa. Pero ofrece una excusa magnífica para armar trifulca. (¿Gratuita?), guerrillera, voraz, enloquecida. ¿Alguien ha pensado que el tipo que incendia un coche con un poli dentro está pensando en libertad de alguna clase? ¿Solo es violencia?
¿A quién sirven estos disturbios en el crítico momento de formar Gobierno? No es a usted. No es a mí. Desde luego, no es a Pablo Hasél. Pero alguien se ha traído a estos grupos de agitadores profesionales de Italia, Francia y Grecia para unirse a los de por aquí y mantener vivo un conflicto que no tiene conflicto por debajo. ¿Quién los financia?
Como se han roto los consensos y las grandes causas ya no están, como el ‘sistema’, concebido como el conjunto de rutinas para la convivencia que mantiene la cordura de una sociedad, ya no existe, los ‘antisistema’ se enseñorean de las calles y de los noticieros derramando violencia e imponiendo un orden desconocido que implica, solo, la asunción del poder de los encapuchados. La historia es antigua, es la pauta desde el principio de los tiempos, cuando los encapuchados vestían de lujosas telas –antes– y portaban –después– carísimas corbatas.
Romper las fórmulas.
En Catalunya los antisistema que están dentro del sistema claman por un nuevo ‘modelo policial’ porque les parece muy muy mal que la policía impida a cuarenta hijos de puta destrozar los escaparates de los comercios de Passeig de Gràcia para que un rapero salga de la cárcel (o a lo mejor no es por eso: no le haré perder ni un minuto hablando de tal sujeto ni de las libertades que dice reclamar para sí). No sabemos a qué modelo policial se refieren: debe ser a uno que permita que cuarenta hijos de puta destrocen los escaparates de Passeig de Gràcia si el motivo es lo suficientemente antisistémico (solo especulo, porque las propuestas concretas se han pospuesto para otro momento).
En Madrid soportamos estoicamente que tres centenares de neonazis marcharan hacia el cementero de la Almudena para rendir homenaje a la División Azul (11 de febrero de 2021) y que una chica de no más de 30 que torcía visiblemente la mandíbula en clara señal de certeza al final de cada frase, dijera que el enemigo es el judío (creo que no se refería a un judío concreto, o sea, que no hablaba de Jesucristo, porque al final hubo misa). Violencia. No la que practican este tipo de individuos de flaco coeficiente intelectual, sino la que suscitan en cada uno frente al televisor cuando el noticiario nos presenta sus hallazgos: “Hace falta que incumpláis el toque de queda, que os reunáis con vuestros familiares y amigos, que seáis más de seis como somos hoy aquí; y que os abracéis, y que cantéis y que viváis alegres. Porque el fascismo es alegría”.
Días después (4 de marzo del mismo año) se suspende la manifestación del 8M, también en Madrid. Violencia. Gratuita. Porque llamar a la responsabilidad para que en la manifestación se cumplan las reglas que impiden el contagio es más difícil. Por eso, o para no asumir la crítica de quienes quieren, en denigrante y violenta lucha contra el feminismo, criminalizarlo nombrando el 8M como el día de las víctimas de la pandemia. Más violencia. Violencia machista.
Todo el rato en los anuncios de la tele que nos advierten contra la violencia sobre la vivienda y, apoyados en todo tipo de noticias sobre okupas desalmados, nos emplazan a instalar cuanto antes una alarma con llamada a policía y prevención de las afecciones coronarias. Todo el mundo quiere algo y se apoya en la violencia para conseguirlo. A lo mejor los grandes tenedores de viviendas, con tal de facilitar una norma más dura contra quienes ‘honradamente’, se meten en las casas vacías que una hipoteca imposible o un plan urbanizador fallido arrebataron a sus dueños, si los hubo.
Villarejo sale de la cárcel y anuncia que lo va a contar todo. Otra vez violencia, ahora en modo cloaca. Ya dice él que las cloacas se llevan la mierda, que no la generan. Nos hacemos violencia pensando en la mucha que nos producirá conocer según qué ‘verdades’ que tenga almacenadas en su archivo de conversaciones magnetofónicas.
Vivimos en un país tan seguro que una reyerta entre vecinos que se salda con un herido leve en Vecindario (Gran Canaria) abre los telediarios. En México, probablemente, hacen falta cinco muertos para que un altercado salte a las noticias. Y, sin embargo, la violencia da su rédito.
Consumidores de violencia. La violencia de la cifra de muertos por la pandemia que ya asumimos como habitual, la violencia de las mujeres desfiguradas o muertas a manos de sus maridos que no se sabe a cuántos escandaliza realmente, la violencia de unos chicos que se pelearon en Vecindario, la de los rompedores de escaparates, la de los prohibidores de manifestaciones, la de las multinacionales que comercian con vacunas, la violencia del grupo de WhtasApp que se llena de escenas crueles de nuestra pequeña realidad que se aumenta ella sola…
Violencia. ¿Nos quitamos?
El dibujo es de mi hermana Maripepa.
Es verdad, casi todas las áreas de nuestra vida están afectadas por esa forma de relacionarnos, que ya damos por buena, basada en la dialéctica del conflicto y de la violencia. Relaciones personales, políticas, la infancia, las aulas,…. Es muy lamentable, pero vivimos en una sociedad conflictivizada. Hemos dado el salto, lo que era la excepción se transforma en la regla. Así, hoy en día, tenemos que ver la violencia no tanto como un acto sino como un continuo, no tanto como excepción sino como normalidad, no tanto como política sino como cotidianidad, no tanto como estructura sino como símbolo.
Que no somos ajenos a que coexistimos con ella es evidente. Le evidencia, por ejemplo, la lucha en los últimos años contra la violencia de género o, por citar otro ejemplo, desde luego con menos fuerza y menos compromiso social y político, la incipiente lucha contra el acoso laboral o en que se produce en las aulas…., poco más. Pero, asumidas estas pequeñas luchas, ¿estamos atacando el verdadero problema? ¿podemos dar una solución a un problema global desde soluciones parciales?….. Seguramente no y cabría que recordáramos a Unamuno que decía “… a veces, ante un problema si se tiende a analizarlo, dividirlo y clasificarlo en demasía, deviene en algo tan complejo, que ni siquiera nos permite encontrarle solución.”
¿No será que lo que existe es un problema de violencia en la sociedad, que hemos construido una sociedad violenta, una vida cotidiana violenta? Un problema que no nos atrevemos a reconocer, porque en el fondo nos asusta, porque remueve lodos de los que no queremos hablar, porque pone en cuestión cimientos que no se quieren tocar.
Vivimos en una cultura de la violencia. ¿Motivos? Seguro que cada uno tiene los suyos. Es cierto, el caldo de cultivo son las necesidades insatisfechas de la población que requiere más salud, educación , más viviendas dignas, más escuelas, más seguridad , infraestructuras, políticas públicas en programas sociales complementarias….., ¿Justifican por si solas situacione estructurales esta respuesta violenta?
Creo que debemos acudir a las primeras causas por no justificarnos con la excepción. Bajemos a lo cotidiano. Bajemos primero a lo que podemos solucionar cada uno de nosotros en el día a día, como afrontamos en nuestras casas determinadas películas, videojuegos, series de dibujos animados o algunas imágenes que se comparten en las redes sociales y en whatsapp, o determinados programas, por ejemplo la línea de Sálvame u otros de su estilos, con una agresividad e incontinencia verbal y emocional rayana en lo ridículo. Habituamos a nuestros niños y jóvenes a convivir con la violencia como algo natural de la sociedad actual, a través de los contenidos, personajes, lenguaje y ambiente que no controlamos, En la misma línea, lo mismo sucede con determinados deportes, las consecuencias violentas del consumo de drogas y alcohol, las agresiones verbales y materiales vividas por niños y adolescentes en el hogar, la pasividad de jóvenes y adultos ante la violencia juvenil entre menores, etc…
Si pasamos a la esfera de lo social, de lo público o de lo político, constantemente valoramos la competitividad, aclamamos al triunfador, valoramos la agresividad comercial, el espíritu de lucha empresarial, la descalificación e incluso el insulto al oponente, tanto en política como en la relación laboral. Está socialmente aceptado que gana el mejor. Sabemos que vivimos en una sociedad en donde circula impunemente el dinero negro, la corrupción y prevaricación, que se legaliza la especulación, el fraude y la usura, y se tolera la extorsión y la venta del poder. Vemos con buenos ojos a quién saca rédito de la desgracia del conjunto, no citare ejemplos ligados a esta Covid19, o justificamos a lo más insolidarios….
Con estos mimbres ¿podemos sorprendernos? Seguro que no. ¿Nos apeamos como preguntabas? sin duda debemos hacerlo por salud social ¿podemos o, mejor dicho, nos dejarán? Eso ya es harina de otro costal, porque, es evidente que en esta deriva nuestra sociedad ha progresado materialmente, y eso ha producido muchos beneficios para unos pocos, pero lo hemos hecho ni ética ni moralmente, que hubiera supuesto la mejora de todos.
Necesitamos cambios personales en nuestro día a día: en la forma en que nos comportamos, nos relacionamos, positivamente y pacíficamente, etc… Pero necesitamos ejemplos. Necesitamos que los políticos y administradores de lo público sean los primeros en demostrar valores sociales, mostrando educación, respetando las ideas del adversario, defendiendo la honradez y la veracidad. Necesitamos a legisladores, jueces y policías ejerciendo su autoridad construyendo una sociedad donde prevaleciera el derecho y la justicia sociales; o a responsable educativos potenciando la educación y no la manipulación, para saber ser libres y creativos, no consumistas y reproductivos. Necesitamos saber que la cooperación ciudadana es un valor y que la educación y el civismo son normas fundamentales de convivencia social. Necesitamos estar seguros que defienden el cumplir la Constitución y las leyes sean ejemplo de cumplirlas totalmente y no sólo aquellos artículos que les interesan. Necesitamos creer que tratar al otro, al pobre, al inmigrante, como un ser igual en derechos a nosotros mismos, nos hace crecer como sociedad.
Necesitamos, por último, tener la capacidad de no resignarnos.
Un abrazo
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¿Cómo es posible que hayamos construido una sociedad entera sobre un paradigma tan pobre como la competitividad?
¿Cómo es posible que, no solo hayamos accedido, sino que hayamos educado a nuestros hijos en la misma clave?
¿Será verdad que bajo esta apariencia de sociedad avanzada, solo nuestro instinto de vencedores prevalezca? ¿Qué vencer sea para nosotros quedar los primeros y no los mejores?
¿No cabrá forma alguna de decir que no queremos más? ¿Que nos dejen en paz? ¿Que nos dejen de enseñar la podredumbre de los seres humanos y nos muestren la solidaridad, la grandeza, la bonhomía que no puede aflorar a riesgo de parecer tontos?
Los grandes relatos han muerto (lo leí el otro día en un magnífico artículo) Y solo hemos sabido conformar nuestra pequeña realidad a base de espasmos episódicos de de rabia. Pequeñismos. Sin ideas. Sin referentes. Sin remedio.
No. No nos vamos a poder quitar. No hay ningún otro lugar donde habitar… Y no lo entiendo.
¡Gracias, amigo! Ya veo hasta qué punto estás sensibilizado con el tema…
ENORME ABRAZO
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si la violencia genera violencia, pero contra esa enfermedad la cura del palo hace milagros, pero no alas piernas al contrario dónde no cojeen , ahí quién dice que eso es igualarnos a ellos, unos cojones, el que la hace que la pague, ya está bien , qué quieren manifestarse me parece genial , pero pacíficos ,a los violentos policía por doquier dando medicina, y si no tenemos bastantes, el ejército con la legión en cabeza , por que no se puede consentir el destrozo y la ruina de negocios, claro pero no nos podemos igualar. Como decía el señor trillo !! Manda cojones!!
El día 8 de marzo este año debería ser virtual por que aunque todos estemos de acuerdo con la libertad e igualdad de las mujeres, pero como no todas y todos serán responsables para guardar distancias y colocarse mascarillas, el año que viene que estaremos espero que bien , que se celebre el día 8 y si hace falta el 9 , pero este año creo que no se debe celebrar.
Buen domingo
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Ya sabes que yo no soy muy de palos, aunque bien justificados están ahora. Tampoco soy de cambiar el modelo policial, porque no sé qué coño significa…
Soy más de intentar comprender (aunque eso poco ayuda a los comerciantes que han sufrido los ataques injustificables que han sufrido) y combatirla con la fuerza de la razón, que es más poderosa que la de las pelotas de goma, aunque puede que menos convincente a corto plazo. La fuerza de la razón garantiza el futuro. Las pelotas de goma solo enervan el presente, aunque no tengo duda alguna de que haya que usarlas cuando, como es el caso, hay que usarlas.
Creo, como tú, que la manifestación del 8M no se debe celebrar. Pero no se puede prohibir después de haberse consentido las que se han consentido. La organización debería haberla suspendido, pero prohibirla no es de recibo. En cualquier caso, todos estamos más cómodos (sanitariamente hablando) si no se celebra.
En fin… otro domingo en desacuerdo… Casi me tranquiliza: ¡tanta coincidencia no debía ser buena!
GRACIAS, AMIGO. UN ABRAZO FUERTE
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