Cuesta muchísimo trabajo entender lo que está pasando en Afganistán, más allá de comprender, simplemente, que vuelve el miedo a las calles de sus pueblos y ciudades de la mano de la barbarie fundamentalista islámica.
Curioso (y aterrador) comprobar el dato de que la debilidad de la administración pseudo-democrática que gobierna en el país, apoyada (si no liderada) por el contingente militar norteamericano que trató de imponerla, haya movido a una importantísima parte de la población a tomar partido por los insurgentes talibanes en la creencia de que una administración más firme se acercará más a la solución de los problemas cotidianos de la ciudadanía. Aviso para navegantes.
Craso error. Craso error que ya pagan aún no finalizada la contienda.
El fundamentalismo islámico se parece mucho a la barbarie. Visto con los ojos de occidente (¿qué coño será esto de occidente?) el fundamentalismo islámico es barbarie en estado puro.
Dicho así, muy resumido, no se puede tener un libro pa’to’.
Pero retrocedamos.
Tras la caída del Muro de Berlín y el supuesto enfriamiento de la guerra de bloques, occidente (EEUU) tuvo que buscar un enemigo que mantuviera viva la industria militar, tinglado que, junto con el de los combustibles fósiles y el de los medicamentos, conforma los tres enormes motores del capitalismo global. Y Oriente Medio fue la respuesta.
Frenar la hegemonía de Rusia y de China (el peligro rojo) en la zona, llevó a EEUU a invertir un ingente esfuerzo durante la última década del siglo XX en armar y entrenar a los muyahidines, que se hicieron con el control de Afganistán en una supuesta intención democratizadora que logró derrocar al gobierno comunista apoyado por Rusia instaurado en el país tras independizarse de Gran Bretaña.
No duró demasiado: el movimiento talibán, nacido en los seminarios religiosos afganos en 1989 (talibán significa estudiante), tomó el poder en 1996 tras una cruenta guerra, también -según se sospecha- con la ayuda estadounidense, tras prometer orden y justicia ante el régimen muyahidín.
Oh fatalidad, lejos de acercarse a los parámetros que rigen en occidente la vida pública, el régimen talibán se desveló como integrista y ultrarreligioso, devorador de las libertades más básicas, ignorador de los principios elementales de la justicia, de los derechos humanos que consagran la Declaración Universal y el más básico sentido común. Tanto, que en 2001, tras los atentados de Nueva York (más de 3.000 muertos en las Torres Gemelas), EEUU invadió el país en aquella operación contra el Eje del Mal que, por el eufemismo, Goerge W. Bush bautizó como ‘Libertad duradera’.
Derrocar el régimen talibán (que ellos mismos habían alentado no con poco esfuerzo), luchar contra la insurgencia después de la guerra y garantizar una mínima seguridad en el país, fue la misión de la ISAF, una fuerza internacional compuesta de más de 112.000 efectivos, casi 75.000 de los cuales fueron desplegados por EEUU y en la que España participó con 1.500, estando entre los diez países (de 50) que más contingente aportó. La misión ISAF fue sustituida en 2015 por una nueva misión de la OTAN, Apoyo Directo (no se quiebran mucho la cabeza bautizando cosas estos de la OTAN), que tenía como objetivo dar apoyo a las fuerzas de seguridad afganas hasta considerarlas capaces de hacerse con el control del país. En 2018 contaba con 16.000 efectivos de 41 países.
Esta ocupación sostuvo al régimen impuesto tras la invasión estadounidense, que pretendía implantar una administración con tintes democráticos, capaz de autogestionar su propia seguridad interna y fronteriza, contribuyendo a la erradicación del terrorismo de origen islamista que por allá se daba cita de la mano de talibanes y otras organizaciones como Al Qaeda.
Donald Trump, del que tanto hemos aprendido (y tan para mal), estimó que “América first” y se dispuso a repatriar a suelo estadounidense a tanto soldado después de tanto tiempo. América (del Norte) parecía estar hasta los cojones de tantos hombres y mujeres mutilados o con el cerebro destrozado como volvían de la que ya era la contienda más larga librada hasta el momento. Rusia, China, Arabia Saudita, Emiratos e Irak (estos tres últimos los únicos países que reconocieron la legitimidad del Estado talibán allá por los años 90), se frotaron las manos. En la contienda mundial para hacerse con la hegemonía del planeta, los EEUU de Trump y después los de Biden, parecían abandonar el cinturón de campeón y poner en juego el título de guardián de la tierra, una vez que el desprestigio de la operación Libertad Duradera había calado entre su población. Habrá quedado libre el corredor terrestre que evitará el control naval que los propios EEUU ejercen sobre los mares del Sur y del Este de China y, con él, la nueva ruta de la seda que unirá Pekín con Islamabad. Los intereses económicos en la región son difíciles de cuantificar. Los intereses geopolíticos de Afganistán (también sus minas) han despertado a la fiera que esperaba paciente el sueño del policía del mundo. Y se ha dormido.

¿A cambio de qué?
A cambio del miedo. De Dios, de Alá.
¿A costa de qué?
A costa del miedo, de Dios, de Alá.
¿Aclamado por quién?
Esta es la pregunta que no se puede responder sin que la razón dé un paso atrás: esa parte de la ciudadanía que no se está agolpando en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul para salir del país por el miedo a lo que significa vivir bajo la regla del islamismo fundamentalista, que es inmensa, los apoya. Son los que se rebelan contra lo establecido porque no ha sabido resolver sus problemas y buscan en la revolución integrista, reaccionaria, retrógrada, el mundo en el que creen que se resolverá lo suyo. ¿Le suena de algo? Son los nuevos revolucionarios los que han permitido que Kabul esté sitiada tras apenas tres meses de escaramuzas. Es el pueblo con miedo, la ciudadanía insatisfecha, la que facilita el camino hacia el terror de los maricas arrojados al vacío, de las mujeres asesinadas por defender sus derechos, de las niñas desescolarizadas a los diez años, de lapidaciones públicas o amputación de miembros por delitos menores, porque los mayores, simplemente, se castigan con la muerte.
Involución. Involución. Involución.
Intereses geoestratégicos y económicos pasando por encima de la dignidad de las personas, ignorando a millones de almas que quedarán huérfanas de sentido común, huérfanas de clítoris, huérfanas de un sentido de la justicia o de la igualdad que no viene recogido en el Libro. Miedo.
A la hora de cerrar estas letras, los talibanes negocian el gobierno de Afganistán en Kabul.
Cometí el error de pensar que era en nombre de los dioses, hasta que comprendí que los dioses cotizan en bolsa. Por eso no están en Haití. Los dioses solo son la herramienta que, en pleno siglo XXI, se sigue utilizando en la pelea para dominar el mundo. Son el miedo que propicia el retroceso que hoy, tantos, se empeñan en llamar libertad… con un golpe de pecho, o de AK47.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.
Tenemos un dicho que dice lo primero y principal es oír misa y almorzar y si corre mucha prisa almorzar antes de oír misa.
Eso me ha pasado a mi que estaba en pleno desayuno y tenía que retrasar el comentario ala segunda parte del dicho.
Esta gente por su forma pensar y sus creencias religiosas necesitan estar en guerra permanente, lógicamente no serán todos los que piensan asi, pero si la inmensa mayoría, es una pena que crezcan los niños en ese ambiente pero es su forma de ver su vida, los países más potentes van al sol del negocio y les importa un huevo los que paguen las consecuencias.
Hoy regreso a nuestra tierra la mejor de Castilla la Mancha, Ciudad Real y uno de los mejores pueblos el mío.
Buen domingo
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En ese pueblo tuyo aún no hay talibanes (o no muchos, al menos) y se respira ese aire de libertad, de naturaleza en estado puro, de oportunidades, aunque estén mermadas por la pandemia y por el vaciamiento del mundo rural.
Afortunado. Afortunados. No estamos pidiendo a gritos una mano de hierro que nos someta.
Haremos que dure.
Un abrazo fuerte. Feliz vuelta a casa.
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👉 La lista de riquezas que yacen en el subsuelo afgano es abultada: hierro, cobre, gas natural, petróleo, tierras raras, litio, oro, carbón, potasio, aluminio, uranio o piedras preciosas son sólo algunas de ellas, pero en su totalidad se trata de un conjunto mineral amplísimo y que podría suponer un cambio sustancial en el mapa de productores globales de muchos elementos si algún día la extracción en Afganistán funcionase a pleno rendimiento. 👈
Al final todo acaba en lo mismo, quien será al final el que se haga con el trozo grande del pastel, al parecer China que es el que lleva más tiempo con el en el horno.
Vamos a crearle otra yaga al planeta como si fuese el mismísimo Cristo, todo por mor de la tecnología (tierras raras, cobre).
Hay un proverbio chino que dice: ojalá vivas sucesos extraordinarios, en realidad es una maldición como la gitana de: pleitos tengas y los ganes.
Yo estoy de «sucesos extraordinarios» hasta las narices.
De eso y de los cowboys como «guardianes del orden del planeta» ojo… no es que los que están al acecho me parezcan mejores. En ésto de la geopolítica y el comercio, que es la meta final, lo de ética y estética no son muy conciliables.
No estoy de acuerdo en diferenciar entre mujahidínes y talibanes, en realidad son los mismos.
Afganistán tiene una población de treinta y ocho millones de habitantes, acabo de escuchar que el año pasado salieron de Afganistán tres millones de personas, en fin…
Dividiéndose más o menos al cincuenta por ciento entre mujeres y hombres. Suponemos que no hay mujeres talibanes y que los hombres se dividen entre talibanes y otra cosa parecida a mitad y mitad. Si los cowboys en lugar de soltar tanta bolsa de millón de dólares a señores de la guerra corruptos, se lo hubiese dado a las mujeres afganas, únicas perjudicadas de ese fundamentalismo, el resultado habría sido muy diferente.
Porqué no se le «ocurrió» a nadie. Un misterio fácil de resolver. Con o sin turbante y barba todo es lo mismo al final.
Lo que de los talibanes/mujahidínes se hicieran en el país en dos semanas mientras que en los periódicos ponía que tardarían meses en poder tomar Kabul; no hacía falta ser James Bond para saber que eso era una falacia.
Con la pandemia, a finales de Febrero, a mí me sonaba el tun tun tun de la película Tiburón, para eso me tragué todas las películas de catástrofes de los ochenta.
Con éste conflicto veo a James Bond con la rubia del chelo en la red de sacos de ópio flotando en la rampa de carga de un Tupolev o un C101.
No tenía mucho recorrido el tema, como puedes comprobar mis «fuentes» son penosos. Creemos en la imbecilidad humana pero no tanta. Está claro que nos engañan como si fuéramos ancianos frente a un inspector de gas falso.
Qué, el veranito bien, mucha paellita.
Pues te voy a poner tarea Justo
– ¿En que países estaban refugiados los líderes Talibanes?
– ¿Quien es el principal accionista de Iberdrola?
Es curioso que a los únicos periodistas que he escuchado algo sensato sobre todo ésto hayan sido del entorno deportivo.
Ala a disfrutar lo que queda.
Feliz domingo, abrazos.
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Mil perdones por la tardanza en contestar, pero parece que las vacaciones atarean más que los períodos lectivos y el desorden crece, crece y crece.
Al fin, a la vuelta al trabajo, ya puedo disfrutar de tiempo libre.
(Conste que digo esto absolutamente en broma, porque me lo he pasado pipa navegando y bebiendo con gente más que recomendable).
Si advierto diferencias entre muyahidines y talibanes, los últimos hijos de los primeros: dónde los muyahidines nacen del dólar, los talibanes naces de los seminarios, y eso marca una diferencia profunda que, lamentablemente, no es a favor de los ilustrados. La frontera de Pakistán debió ser un hervidero de contestación al régimen de ocupación occidental.
¿Dotar a las mujeres de medios para combatir el analfabetismo que provoca la religión? ¿Tú estás loco? ¿Alguien más sabe que debajo de aquel burka había personas? Realmente ¿eran personas a tener en consideración?
La infinita distancia cultural que nos separa nos impide comprender.
Después del domingo han pasado muchas cosas: evacuaciones, atentados, muertes, riñas de fanáticos contra fanáticos reclamando el protagonismo de la barbaridad.
Un capitalismo global enfebrecido jugando con su ajedrez de la muerte sobre el tablero afgano. Una tortura intelectual. Una iniquidad para quienes se ven abocados a vivirla.
Y aquí estamos…
Gracias, amigo. Otro fortísimo abrazo. Mañana… más.
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