Coalición

El fin de un partido político es alcanzar el poder.

Esto no debería escandalizar a nadie, aunque realmente escandalice, pues parece un sinónimo de ansia de poder.

Alcanzar el poder.

Seguramente no es el fin de Teruel Existe, que no sueña con esto sino con algo mucho más modesto: influir. Lo mismo le pasa a los partidos nacionalistas cuando comparecen a las elecciones del Estado: su meta no es alcanzar el poder, sino formar parte de él con suficiente contundencia como para que su capacidad de influir les beneficie electoralmente en sus territorios.

No es el caso de Unidas-Podemos, del PSOE, del PP, de Vox o de Ciudadanos. Los partidos nacionales. Estos, legítimamente, buscan alcanzar el Gobierno de España, el poder, el Poder, así con mayúscula, que se resume en eso a lo que coloquialmente nos referimos como “ocupar la Moncloa”.

No es el caso de Unidas-Podemos, decía. Estos, legítimamente, buscan llegar a la Moncloa. No a los aledaños de la Moncloa, sino a toda la Moncloa. Al despacho del presidente del Gobierno.

Valga esta introducción para comprender que no estamos delante de un partido con intención de influir, sino de uno con intención de gobernar y, por alcance, de desalojar del poder a quien lo ostenta, por más que, en coalición con este, comparezca ante la sociedad como un leal compañero de viaje.

Yolanda Díaz ha heredado de Pablo Iglesias la condición de candidata (paradoja). Y le ha molado (claro). Es la ministra más valorada del Gobierno y la única de la que se habla por lo que toca a la parte de Unidas-Podemos, después de que Irene Montero, despojada del abrigo de su ex, haya quedado reducida a lo que intentó ser y no fue y de que Alberto Garzón, coordinador general de Izquierda Unida, nada menos, explicara con poco éxito a los españoles que comer carne roja era malo para el planeta. Solo está Yolanda Díaz, a quien la coalición premió con la joya de la corona (nunca mejor dicho): Trabajo.

Además de ser una magnífica ministra y de haber empujado hacia la izquierda algunas importantísimas decisiones del Gobierno de coalición, Yolanda Díaz es potencialmente la candidata de los grupos a la izquierda del PSOE a desalojar a este del poder. Ello en un panorama organizativo complejo o muy complejo: milita en el Partido Comunista, no forma parte de la estructura orgánica de Unidas-Podemos (cuya dirección ostenta Ione Belarra, también por designación del ex) y su estilo de liderazgo parece distar mucho del que suele traslucirse tras la testosterona que de habitual impera en las organizaciones, por muy feministas que se declaren.

Jugando sus cartas

Así, Yolanda Díaz juega sus cartas. Tiene muchas y son buenas cartas.

La coalición de Gobierno empieza a hacer aguas por todas partes. Y es justo lo que toca.

No durará, ni debe durar, toda la legislatura.

Para agotar la legislatura basta con aprobar los presupuestos de 2022 en aceptable sintonía. Quizás hubiera bastado con los de 2021, pero la coyuntura europea aconseja que estos próximos contabilicen formalmente y faciliten el gasto de las inyecciones comunitarias de dinero presupuestadas para España.

Ahora falta decidir muy bien cuál es el momento oportuno para dinamitar el acuerdo, en un tiempo en el que la derecha se reunifica tras la debacle de Ciudadanos, para minimizar el inevitable daño que hará la disgregación de las dos fuerzas relevantes de la izquierda.

El último gran hito de la andadura en conjunto será, probablemente, derogar la nefasta reforma laboral puesta en marcha por el PP para facilitar la sangría que el empresariado estaba produciendo en el empleo durante la anterior gran crisis, debilitando hasta dejarlos casi en nada los derechos de los trabajadores, por ejemplo, en la negociación colectiva. Y Yolanda Díaz lo quiere para sí. También para deshacer el entuerto creado por Rajoy y sus muchachos y devolver a sindicatos y trabajadores lo que es suyo, pero también para exhibirlo como el gran triunfo de la izquierda del PSOE, como marchamo de la candidatura que ya pergeña.

Y el PSOE no se lo va a regalar.

Y así dice el presidente del Gobierno que no es una Ley cualquiera y que antes de ponerla ante los medios de comunicación y sobre las mesas negociadoras de sindicatos y patronal, es preciso acordarla en el seno del Gobierno y es preciso ponerle en la portada la marca PSOE Unidas-Podemos, y no la sola marca Yolanda Díaz. Por eso le encarga coordinarla a la vicepresidenta primera y resta protagonismo a la segunda. Porque no se la va a regalar.

Así (aunque parezcan asuntos dispares) Unidas Podemos se querella contra la presidenta del Congreso de los Diputados por prevaricación (dictar a sabiendas resolución injusta) cuando da cumplimiento a una sentencia del Tribunal Supremo (estos que en algún momento afirmaban con toda rotundidad que los asuntos políticos han de resolverse en los ámbitos políticos).

Así, en definitiva, se pone de manifiesto un escenario de disensión (siempre latente) que servirá a los fines electorales de una formación cuyos intereses legítimos no pasan por ser a perpetuidad el número dos de un Gobierno de coalición. El gran guiño al electorado que necesita para comparecer como fuerza autónoma con vocación de gobierno.

No hay un escándalo, nada se está corrompiendo, no se va a romper nada que no deba romperse por su orden natural. Es la política. No está sucediendo, como pretende la derecha de nuestro país, que los rojos se estén devorando entre sí para saciar sus infinitas ansias de poder. No pasa eso.

Pasa la lucha por mantener o alcanzar el poder de formaciones que trabajan con la convicción de que sus propuestas sirven mejor que las del otro a la sociedad ante la que presentan sus programas.

Al acabar este tiempo tendremos muchísimos avances que celebrar. Y después de este tiempo tendremos que volver a renovar la confianza en una formación o en otra.

Seguramente, el PSOE necesitará que a la candidatura que encabece Yolanda Díaz no le vaya tan mal, porque no parece previsible una mayoría suficiente como para prescindir de ella. A esa hipotética candidatura de izquierdas, sin embargo, sí le interesará que el Partido Socialista tenga mejor cuanta más fuga de votos hacia ella, con lo que debemos suponer que su beligerancia será mucho mayor. Y luego se perdonará todo lo dicho por unos y por otros y, con un poco de suerte, repetiremos en un escenario muy similar al que hoy contemplamos.

El PP no tendrá pudor ninguno en coaligarse con el mismísimo diablo si esto le abre las puertas de la Moncloa, pero criticará durísimamente, sean los que sean, los pactos que alcance el PSOE para mantenerse en ella: por comunistas, por proetarras, por bolivarianos, por rompedores de España, por lo que sea.

Así que la jugada exige hilar muy fino, calcular muy bien los tiempos, escenificar muy bien los desencuentros, planificar al milímetro y, finalmente, evitar que un pacto PP-Vox, un pacto de ultraderecha contra el que no va a servir ningún “cordón sanitario”, nos lleve a donde sin duda pretende llevarnos.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.


7 respuestas a “Coalición

  1. Ya se sabia que teníamos el enemigo en casa eramos conscientes, pero un enemigo más suave que el PP por que aunque intentan derribar al psoe si no consiguen se unen a el ya se sabe si no puedes con tu enemigo únete a el hoy no me puedo este extender mucho que estoy de siembra y desde el móvil escribo mal piso todas las teclas
    Buen domingo

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    1. Escueto, pero contundente.

      Esta coalición ha sido tremendamente beneficiosa para el país. Han pasado cosas muy importantes. Y aún quedan por pasar.

      El PSOE en solitario no gobernará y está por descubrirse el tirón de Yolanda Díaz, o sea lo que el Podemos sin Pablo Iglesias…

      Habrá que estar con muchísimo cuidado para no entregarle el poder a Vox: ya sabemos a dónde conduce.

      Un abrazo enorme.

      Feliz siembra.

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  2. Sinceramente creo que el guapo juega sus cartas, su belleza se va apagando y su política no alcanza la izquierda de la derecha de Podemos, mucho menos la altura de Yolanda. Vinieron a reventar la política y mucho me temo que se irán sin haberlo conseguido, una pena, en parte ganada a pulso.
    Fuga de votos, me cuesta más, si perdida hacia la abstención u otros más minoritarios, pero alguien que quiera votar a la izquierda, jamas podría entregar su voto al PSOE del abrazo del guapo y el señorito, de Vara, Calviño , Lastra, Leguina y otros tantos que sonrojan al menor de los socialistas y es capaz de excitar a cualquier conservador.
    A la izquierda le toca el desierto y el abandono, quizás cambió el concepto, lo que no cambió fue el significado y desde ese lugar ya no se ve al partido del gobierno por lo lejos que le queda, si bien es cierto que es la reflexión de alguien que se negó a moverse de su pensamiento, pese al giro que iban haciendo los diferentes partidos. Quizás los años me hagan madurar y querer conservar, creyendo que los nombres son más importantes que las ideas. Feliz domingo y un abrazo.

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    1. No moverse es inmovilismo y el inmovilismo no es bueno.

      Las cosas se mueven, las sociedades se mueven, la economía no se mueve, las personas nos movemos, evolucionamos o involucionamos, según los casos.

      Alguien que quiera votar a la izquierda si puede votar al PSOE, precisamente porque no estamos en las personas sino en las ideologías. El guapo me gusta tanto como a ti, pero el PSOE seguirá siendo mi partido, aunque evolucionemos de formas diferentes.

      El guapo juega sus cartas, claro y la ministra también, claro. Ni héroes ni villanos: gente de izquierdas (aunque tú no quieras) tratando de jugar una partida compleja. Gobernando en uno que será uno de los más avanzados de la izquierda (gracias al empujón de UP) y tratando de vencer a una suerte de populismo «trumpista» que gana adhesiones por minuto.

      La pureza de las ideas… la pureza de las ideas… la pureza de las ideas me importa un huevo. La política es el arte de lo posible y frenar el avance de la ultraderecha es a lo que ahora mismo me parece que hay que jugar.

      La pureza de las ideas es un lujo que no nos podemos permitir.

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  3. Justo, como es de esperar, no dejas fisuras o las dejas todas, depende como se mire.
    Creo que tanto la izquierda del guapo y la derecha de siempre con los recién llegados, nos sitúan en la búsqueda de querer asentar o recuperar, según parece la ministra tiene un cuaderno de bitácora muy claro también, mantener los derechos sociales que tanto nos han beneficiado a la sociedad española estos últimos años pero sin soltar la mano de acuerdos necesarios para no abrir fisuras que nos dejen a la deriva o en mano de los recién llegados.

    Segura de no poder dejar de mirar de reojo unos a otros, buscando holgura en sus espacios cada vez más compartidos con ideas de derechas o izquierdas, nos esperan unos meses muy intensos.

    Movámonos que nunca el inmovilismo trae cosas buenas, solo discursos de salón y costuras engrosadas con frases de siempre. Miremos de frente todo lo que pasa y que, ojalá, la ciudanía podamos ser libres, cada vez mas libres para poder opinar sin tensionar las charlas de sobremesa con tertulianos de un signo u otro.

    Un abrazo Justo.

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    1. Gracias por tu reflexión, Joaquina.

      El panorama es complejo y demasiados hilos mueven demasiadas teclas, no todas legítimas.

      Confiemos en el saber hacer, aunque se trate de un saber hacer tan rancio y tan antiguo, la una con los sindicatos, el otro con las viejas glorias de un pasado que es mejor que no vuelva.

      Confiemos, caminemos, renovemos las ideas y las formas de contarlas, hagamos virtud de esta necesidad que es tan acuciante…

      Porque es acuciante. Y asusta.

      Un beso enorme

      GRACIAS

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