Posneoliberalismo

El modelo económico neoliberal está agotado.

Los malos resultados en los tres pilares con los que convencionalmente se miden los resultados económicos de un país, a saber, estabilidad, bienestar y crecimiento, han dado al traste con una forma de entender la economía en la que solo unos pocos se enriquecían mucho y todos los demás no. Ese nuevo liberalismo para el que el Estado no era más que un accidente (un estorbo) y su papel no podía ser otro que actuar en aquellos sectores que no interesaban al capital por su baja rentabilidad.

En lugar de estabilidad se han generado recesiones económicas recurrentes que se guisan en nuestros días con una inflación galopante a nivel mundial; en lugar de lograr un crecimiento significativo e igualitario, se han engrosado las cifras de la pobreza mientras crecían los de siempre; en vez de aumentar el bienestar, hoy las clases medias y trabajadoras ven cómo decrece su poder adquisitivo, a la vez que disminuye su capacidad efectiva para el acceso a servicios públicos que se predicaron universales y gratuitos.

La confianza en la globalización y la fe ciega en los mercados como más efectivos redistribuidores de la riqueza se ha desvanecido. Ya era hora, sí.

Los grandes retos de las economías nacionales se centran ahora en la lucha contra el cambio climático, el logro de una cierta equidad entre su ciudadanía y el fortalecimiento de un tejido industrial que les permita restablecer la autonomía perdida en favor de la globalización, una vez constatado que el poder omnímodo atribuido a la “competitividad” ha deslocalizado de sus territorios elementos de producción estratégicos para la supervivencia.

En la búsqueda de este equilibrio, la intervención del Estado resulta crucial, ello porque en todo caso precisa de enormes inversiones en infraestructuras y de una fuerte actividad regulatoria que el capitalismo feroz que aupó el neoliberalismo se ocupó de minimizar hasta convertirla en irrelevante.

Es muy probable que los grandes economistas atisbaran el fracaso del neoliberalismo en la penosa y costosísima salida de la crisis financiera de la primera década del siglo, que tan tocadas dejó a las clases medias y trabajadoras y tanta desigualdad trajo a los países del pretendido primer mundo. Y seguramente de ahí viene esta nueva forma de afrontar la crisis energética mundial que ahora soportamos, mucho más centrada en la intervención de los estados sobre los sectores críticos, que en la aplicación de fórmulas de austeridad.

La relocalización de la inversión privada internacional (se han anunciado esta semana tres enormes proyectos inversores en nuestro país) de la mano de la colaboración estatal y centrada en la economía baja en carbono y la creación de puestos de trabajo de calidad, pone de manifiesto cómo los estados buscan rearmar sus capacidades industriales en busca de un sistema productivo que, ahora sí, lejos de primar la competitividad acudiendo a mercados manufactureros de bajo salario, aproveche el capital humano productivo local y ponga en valor las capacidades generadas en el suelo patrio por un sistema educativo que estuvo demasiado tiempo alejado de la realidad económica.

Llámase a este conjunto de ideas aparentemente peregrinas posneoliberalismo.

Como estamos en la era del postodo, a nadie impacta especialmente la terminología que, por lo demás, lleva debatiéndose en América Latina desde antes de terminar la primera década del siglo, con ensayos en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador, que de una forma u otra alinearon en el antineoliberalismo, a los que se unieron después México, Honduras, Perú y Chile y que contará desde enero de 2023 con la reincorporación del Brasil pos-Bolosonaro.

Estados hegemónicos contra sistemas globales. Abordar el sistema productivo desde la oferta y no desde la demanda, centrada en los trabajadores que forman parte de ella.

El modelo posneoliberal (en construcción desde el punto de vista teórico y formal) no solo intenta desbancar el ya viejo e ineficiente modelo neoliberal sino que, de paso, ha superado al también viejo e ineficiente modelo socialdemócrata, anclado en las sociedades producto de la segunda revolución industrial y, por ende, en las economías basadas en el consumo abusivo de los combustibles fósiles y en un concepto de proletariado absolutamente superado en nuestros días.

De quién se lo lleve ‘al agua’ dependerá cómo se configure.

Y caben por lo menos dos opciones: que nos encontremos ante un verdadero nuevo paradigma de intervención pública, más democrático, más igualitario e inclusivo, más progresista y más universal (no confundir con ‘global’), o que se forje auspiciado por un nacionalismo de derechas como este que andamos soportando lo queramos o no, que sustituya el neoliberalismo aún pujante por un conservadurismo que llame a cerrar las fronteras, a volver al supremacismo nacional que tantas alegrías propina a las mentes pequeñas, en busca de una autocracia con la patria por bandera y el capitalismo más rancio por castigo.

Será una cuestión de inteligencia colectiva, como la que discierne entre Lula y Bolsonaro, entre Biden y Trump. De la inteligencia social que rige las interrelaciones que mueven el mundo entre las minorías favorecidas y las mayorías desfavorecidas. De esa inteligencia que, cuando fracasa, aparece el horror.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.


3 respuestas a “Posneoliberalismo

  1. Ostias hoy con esta entrada me dejas fuera de juego, me pierdo en eso de los posneoliberalismo y neoliberalismo, lo que si veo es lo de siempre cuando llega una crisis los de siempre ajo y agua ( a joderse y aguantarse) y los ricos mas ricos, que la crisis se va los de siempre un poquito mejor y los ricos mas ricos , algo no funciona bien en el reparto se nos escapa algo, y sobre lo de la inteligencia colectiva mas de lo mismo ¿ quien reparte la inteligencia politica ? el que la Reparte tiene algun truco para que en los tiempos que vivimos sigamos votando energumenos.

    Buen domingo sin lluvia.

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    1. jajajajajajaja

      En efecto, debe ser un truco. Y le funciona de puta madre.

      Así que al que reparte esa inteligencia política le va a ir siempre muy bien. Y los que hemos quedado al otro lado del reparto solo regular, ya sabes.

      Vamos a ver estas nuevas tendencias del pensamiento si quiere asumirlas la izquierda y no se las deja a la derecha para que las destroce y vuelvan, como siempre, a servirles para seguir controlándolo todo y enriqueciéndose con todo.

      Lo iremos viendo… aunque me tema lo peor

      ¡¡¡Gracias, amigo!!!

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  2. Bueno, de nuevo pensando por aquí. Otra vez con un análisis diferente al tuyo. Es lo que tiene la realidad, que se puede ver, analizar, despiezar por cortes o coyunturas divergentes.

    De entrada, para que se me entienda, aborrezco del modelo económico-político (la economía siempre está conjugada con la política) neoliberal. Pero la cuestión en juego, como dices al final de tu texto, no se debate sólo en dialéctica de clases (o idearios políticos), sino también y sobre todo en la dialéctica (siempre conflictiva) de Estados. En el desarrollo y progreso económico (político) es fundamental la acción del Estado, sin la cual serían imposibles las políticas de bienestar. No obstante, con el neoliberalismo algunos Estados no han perdido protagonismo, incluso lo han aumentado. Lo digo porque en la actualidad es una realidad incuestionable la existencia del imperio anglosajón (EEUU, junto con el Reino Unido). Es posible que atendiendo a la categoría política de imperio dar cuenta del fenómeno neoliberal-colonial pasado y actual, aumentando las diferencias sociales, perjudicando el crecimiento económico y reduciendo la soberanía de actuación estatal (como la española) y que permite explicar la dialéctica política entre Estados poderosos frente a Estados débiles.

    Por esto hay que rechazar por imposible el axioma neoliberal o liberal que defiende el libre comercio universal como un bien en sí mismo. Entiendo que mercados y Estados están conjugados, que distintos tipos de Estado dan lugar a distintos tipos de relaciones comerciales. No tiene sentido la pretensión neoliberal de aplicar unas mismas medidas a todos los países y situaciones. Las doctrinas neoliberales que defienden la liberación de los mercados y de los flujos financieros quieren la mayor apertura e interdependencia económica. Sin embargo, EEUU practicó el proteccionismo durante medio siglo, hasta el inicio de la 1ª Guerra Mundial con aranceles en torno al 40% en bienes manufacturados. No es casual que fueran las potencias coloniales las que impusieran el libre comercio sobre sus colonias durante el periodo de expansión capitalista. En lo esencial el sistema sigue funcionando de la misma forma.

    El neoliberalismo (liberalismo) está determinado por relaciones de poder entre los Estados, que son continuación del sistema liberal-colonial desde el s. XIX. La mayoría de los países actualmente independientes continúan funcionando como colonias, como vasallos de la dominación económico-financiera y militar anglosajona. Sólo los Estados con gran suficiencia política en recursos, industria, población, poder monetario, ejército, etc., pueden oponer resistencia para liberarse de las imposiciones neoliberales externas.

    Efectivamente, son las políticas activas de intervención pública (nacional, española, no cabe otra) lo que permite el desarrollo económico y la prosperidad del conjunto de la sociedad política a través de la industrialización, producción de bienes y servicios que conforma y articula la vida de la población. Con todo, nuestra situación actual es la de un Estado debilitado y dependiente, entregado a la soberanía norteamericana.

    Y, por último ¿Quién es esa “inteligencia colectiva” con capacidad de operar en cuestiones políticas? Sospecho que sea alguien o algo tan metafísico como el dios de las religiones.

    En fin. Un saludo cordial.

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