La hija del rey

En un país muy muy lejano, había un rey.

Hace mucho, muchísimo tiempo, porque en los países de hoy en día no mandan los reyes sino los presidentes. Los reyes, por aquel entonces, recibían la corona por la cosa de la sangre, sin dar nada a cambio, lo que hoy en día sería impensable porque los tronos no se heredan: se heredan las cuberterías buenas y los apartamentos de la playa, pero los pueblos no pueden estar en los testamentos porque no son de nadie.

Aquel rey del país lejanísimo tenía unos poderes que daban un poco de miedo. Por ejemplo era irresponsable. Bueno, un irresponsable sí que era pero es que, además, no se le podían exigir responsabilidades y eso quiere decir que no respondía por sus actos. Además era inviolable porque no se le podía juzgar por sus acciones, fueran las que fueran. El que se inventó esta forma de regir los destinos de un territorio y las personas que lo habitaban debía ser imbécil. Es eso o es que se la inventaron hace tanto tiempo que los pueblos no pintaban nada en la decisión de los asuntos que le concernían y entre los poderosos se repartían como en los juegos de cartas la riqueza, las prebendas y a las personas. Además podían ordenar que toda la gente, menos ellos mismos, cumplieran con sus mandatos, a riesgo de padecer las penas que ellos mismos podían imponer.

Un tal Montesquieu (un barón, no digo más) vino a poner orden intelectual en esta forma de entender el poder. Pero de eso hace ya días y, por eso, acontecimientos como el que hoy relato ya no pueden suceder.

Así las cosas, aquel rey campaba por sus respetos a lo largo y ancho de su reino y de todos los demás reinos del mundo, porque era un rey campechano y viajero.

Estaba el rey casado con una señora que siempre había sido mayor, aún de joven, cuando no tenía todavía edad para ser tan mayor. Era mayor y extranjera, lo que le otorgaba cierto aire real e imprimía a la corte ese tufillo rancio que tanto bien hace a las monarquías. Entiéndase que una corona como Dios manda, en aquel tiempo tan lejano, tenía que oler un poquitín a naftalina pues, como todo el mundo sabe, la polilla es muy gustosa del armiño y un manto apolillado da un aspecto de descuido, como de desdoro, que en nada beneficia a los valores que la corona debe transmitir a sus súbditos.

Le dio la reina al rey tres descendientes, de cuyo sexo y género no ha trascendido toda la información, uno de los cuales, varón, por supuesto, estaba llamado a suceder a su padre en la más alta magistratura del Estado. Digo bien, Estado, aunque este es un concepto muy moderno y se compadece mal con aquél tiempo tan lejano. Y digo varón, o sea, con pene, porque en aquel tiempo tan lejano las mujeres (las que entre las dos piernecitas nacían con vulva y no con pene: en aquel tiempo tan lejano del género ni se hablaba) no podían heredar pueblos si había sujetos con pene en la descendencia directa del rey. Dejamos aquí este dato, pues será relevante un poco después.

Y el pueblo adoraba a su rey. Devoción. Pleitesía. Aclamado por la multitud que vivía ajena a sus andanzas y satrapías a pesar de conocerlas aunque fuera de refilón. Vivía así el pueblo en una suerte irrepetida de mística colectiva, como idiotizado por el maleficio de algún bebedizo que le permitía creer en lo increíble, no ver lo que veía, ignorar lo que sabía. Los juglares que se encargaban de glosar las gestas regias hacían no saber que sabían que el rey se había ido de putas o andaba de cacerías en fastos carísimos o se agenciaba bolsones repletos de monedas de oro puro que guardaba sigiloso en otros reinos para solo poder él disponer de su riqueza y evitar el diezmo que estaba mandado para los demás. Pero recuerde que era inviolable y que de sus andanzas y pillerías nadie podía dar cuenta, ni juglares, ni alguaciles, ni recaudadores, ni gobernadores.

Y fue así hasta que la cosa se hizo tan gorda que los sabios por los que se hacía aconsejar le dijeron por lo bajini: ‘majestad está llegada la hora de darse el piro, que esto ya no hay quien lo sujete’. Fue por el sastrecillo valiente que un día, en pleno desfile real, alzó la voz señalándolo al grito ‘el rey está corrupto’ (el sastrecillo de verdad dijo desnudo, pero para este cuentito encaja mejor corrupto, que ya se había ocupado la reina mayor de poner en todos los armarios de palacio naftalina que evitara la desnudez del rey).

‘Recogió sus capas y se pegó el piro’, como el alcahuete noble de la canción de Joan Manuel Serrat, pero con más estilo. No en vano él no era bufón, sino el rey.

Se abrió la veda. Todos contra el rey menos un grupúsculo aguerrido que seguía secretamente coreando la consigna en clave VERDE (Viva El Rey De Es-sepaistanlejano, por sus siglas en castellano). Juglares, recaudadores, alguaciles y gobernadores acecharon a su presa lanzando dentelladas sobre el carromato de oro que lo transportaba ya a tierras todavía más lejanas.

Vástagos ilegítimos, cuentas millonarias, amantes despechadas, como un culebrón venezolano de los años noventa. Basura y más basura que su hijo el rey esquivaba con artes de contorsionista y habilidades de prestidigitador tras heredar, por varón, la jefatura de aquel estado antiquísimo.

Y en esto, deslumbrante, bellísima, codeándose con lo más granado de la corte y a la vez apartada entre purasangres en la paz calurosa de un cigarral toledano, ella, la cuarta hija del viejo rey, emergió silenciosa del silencio mismo dibujando en su mirada alzada y limpia la expresión de la esperanza:

‘El rey soy yo’.

VLRDE: Viva La República De España

El dibujo es de mi hermana Maripepa


5 respuestas a “La hija del rey

  1. Yo me llamo Juan Carlos pero no soy este al que te refieres, este señor tenia y tiene unos privilegios que ni tu ni yo tenemos, la verdad no lo entiendo yo tambien podria haber sido Rey por que el nombre ya lo llevaba, tu no por que no era tan justo, fuera de bromas , ese señor supongo que tambien habrá echo cosas buenas , pero las que mas resaltan son estas que posiblemente en su situacion mas de uno le hubiese imitado, pero tenemos que reconocer que fue mas fino con eso de las relaciones extramatrimoniales y se escondia en lo que podia ( aunque era muy dificil por eso de ser el Rey) pero no utilizo las normas de sus antepasados Reyes con el derecho de pernada a este le habrian dado en todo el gusto, aunque tambien tiene que ser duro eso de ser el primero en esas gestiones, aunque este nos ha salido muy macho y posiblemente hubiese dejado el liston alto , algo que me parece el hijo no hubiese podido, salvo que el cuñado urdangarin le hubiese echado una mano .

    pero quedaremos para el recuerdo del cuento de «una vez un Rey de españa »

    buen domingo

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    1. De esas cosas buenas que dices que a lo mejor ha hecho, yo no me acuerdo de ninguna.

      Aquello del 23F está todavía lleno de dudas sobre lo del ‘elefante blanco’ y, tanto en la Transición como en la revuelta de Tejero, me temo que no pudo hacer nada distinto de lo que hizo, salvo no haberse blindado en la Constitución como obligó a hacer.

      No le reconozco ningún mérito, más allá de no haber entorpecido el proceso de normalización del país, que su mérito tiene.

      Una tomadura de pelo del franquismo, que pensábamos (yo lo pensé) que no haría daño y ya ves por dónde nos ha salido la jugada.

      Una burla, sin más. A todo un pueblo…

      UN ABRAZO ENORME

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  2. Bonito cuento y muy bien escrito. Resumir tanta mierda en unos pocos párrafos no es tarea fácil y hacerlo, además, entretenido y cómico duplica el mérito.

    Yo lo digo muchas veces: de acabar con los reinados se encargará la realeza. Nuestro campechano emérito es buen ejemplo de ello, su nuera nos echará una mano (el hijo ya lo hizo casándose con ella) como ya hicieron sus yernos (antes las infantas casándose con ellos). Los borbones son débiles. Sí, ya sé que llevan más de tres siglos instalados en la piel de toro, desde que el Animoso, nieto del rey Sol, heredara el trono tras fallecer el Hechizado (último de los Habsburgo) pero, qué quieres, los asuntos de palacio van despacio y cuando un pueblo es tan tonto y manso como el nuestro, más despacio aún. Siempre habrá gente que crea en la sangre azul, en gente que ha nacido, por designio divino, para «gobernar» … vamos a dejarlo en reinar. Habrá siempre quienes crean que esto de tener gente tan refinada en los más altos estamentos nos da un toque de distinción, una cierta clase ante esos bárbaros países republicanos donde todos son iguales y cualquiera puede llegar al «trono». Qué barbaridad.

    Con mis disculpas de antemano para el compañero Moraleda, lo de «emérito» nunca ha estado tan injustificado, tan vacío, como en el caso de nuestro simpático Juan Carlos I. Lo único que hizo en el 23F fue no arriesgarse a que los militares volvieran a hacerse con el poder y lo echaran de palacio. Sopesó la situación y pensó exclusivamente en «su» presente y futuro, el país le traía al pairo. Por orden del puñetero Generlalísimo y gracias a la mansedumbre de un pueblo que había sufrido una guerra atroz (no hay peor guerra que la civil), una represión cruel y brutal y una posguerra larguísima y llena de calamidades más décadas de adoctrinadora dictadura, el campechano fue instalado en el trono y la monarquía (parlamentaria, para que no nos quejemos) atada y bien atada. Eso
    no lo iba a desaprovechar un bribón, digo, un borbón.
    El desmerecido emérito (oxímoron que le viene al pelo) no ha hecho jamás ni hará, claro está, nada por Es-sepaístanlejano. Y su hijo tampoco.

    Yo no lo voy a ver pero apuesto a que la nieta de Juan Carlos I, el Bribón, será la última de su estúpida e inútil dinastía. Y llegará la República, como el hombre (no Dios) manda.

    Saludos a todos los que piensan por aquí.

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    1. ¡Claro que estoy de acuerdo!

      Lo único que me provoca serias dudas es el verdadero papel del rey el 23F; está sin contar y espero que se cuente más pronto que tarde, aunque solo sea para salir de una duda que me tiene seriamente ocupado.

      El gran papel de Juan Carlos I en la Transición no fue otro que blindarse, aunque tal vez deba agradecérsele que, una vez blindado, no pusiera demasiadas trabas al devenir de la Historia.

      Ser una parte viva de la Historia debe ser un coñazo. Pero mancharla hasta el punto de convertirla en basura solo podría haberlo hecho él mismo.

      Tanta irresponsabilidad o acaso esa seguridad absoluta de haberse encumbrado por encima del bien y del mal, ese desprecio a la ciudadanía, esa cara, pasarán factura. La monarquía se resiente del peor de los males: la podredumbre. Y sus buenos oficios redactando la constitución a su medida y solo eso, hará que se prolongue la agonía.

      Gracias, amigo. Otra vez completamente de acuerdo.

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  3. Ayer no pude leerte. Así que voy con retraso.
    El campechano, buen tema has escogido. Solo una hija, hace poco que yo recuerde, se le murió otro supuesto hijo, oportunamente como cuando mató a su hermano.
    Los borbones, los argentinos tan republicanos ellos, llevan su bandera, será por otras raxones supongo, pero llevan su bandera.
    A lo que iba, los borbones es lo peor que le ha pasado a la península ibèrica desde el Big Bang.
    Felipe V, rechazó Gibraltar tres veces, dejó la corona en manos de su hijo Carlos para trincar la francesa. Se le murió el hijo y tuvo que volver con el rabo entre las piernas.
    Así llegamos, tropezón tras tropezón hasta Carlos IV y su hijo Fernando Vll.
    Con éstos dos pajarracos ya caímos en picado.
    Carlos lV nos «regaló a Fernando, su absolutismo y los cien mil hijos de San Luis.
    De la abdicación de los dos en favor de Napoleón mejor no hablar. Mañana es 2 de mayo y homenajean a Daodiz y Velarde, del teniente Ruiz no se acuerda nadie. Los dos oficiales fueron muertos por tropas francesas a causa de un «intermediador» un general español llamado San Simón.
    Esos militares, políticos y «nobles» fueron los que dejaron tirados al pueblo madrileño y qué, con absoluta hipocresía, ahora se dedican a homenajearlos.
    Bien, como rey que era, Fernando nos dejo otro digno de la dinastía Borbón, Isabel a la que echaron de España a patadas por corrupta.
    De los Alfonsos que decir…
    Y así llegamos a Juan Carlos, ese migrante que llegó a España de la mano de Franco con lo puesto, su padre vivía de lo que aportaban sus cortesanos y se lo fundía en alcohol.
    Su primera tropelía fué entregar el Sahara a Marruecos. (Papeles desclasificados de la CI A)
    Después perdió la amistad con Suarez, imagino porque le laminó los poderes en la Constitución.
    Creo que esa fué la causa del 23F, se le olvidó que el ya no nombraba presidentes y sin embargo habló con todo el mundo para intentar echar a Suárez.
    Hay una frase, cuando Suárez fué a informarle que dimitía, llamó a Sabino Fernández Campo y le dijo: éste se va (sic)
    Quizás ese fué el momento en que se desactivó el golpe del 23F que ya estaba en marcha. Muchos se echarían atrás con la dimisión.
    Los militares mas, digamos beligerantes, fueron los mas cercanos al rey. Blanco y en botella.
    El dia anterior a las elecciones donde ganó el PSOE se desarticuló otro intento de golpe de estado. Con órdenes de «anular» políticos.
    Por cierto, su aportación a la redacción de la Constitución fué la ley Sálica «porque no querrás que lo sea Elena, debe ser Felipe.
    Después fué aprovechar la amistad de su amigo conocido en el internado suizo para que el petróleo árabe llegara a España en plena crisis del petróleo. Eso sí, llevándose un pellizquito de cada barril «por el bien de España».
    Hay algo que no me entra en la cabeza, todos estos ultras que se envuelven en la bandera porqué gritan viva el rey. Con lo defensores que son ellos de la unidad de España no hay un solo coronado o coronada que no se haya dejado tierra española por el camino.
    Deben ser muy monárquicos pero no saben o no quieren saber las tropelías de esos a los que dan vivas.
    Qué importante es la historia, la buena.
    Feliz día del trabajo, abrazos.

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