Salvados de Sálvame

Se ve que uno sigue en los mundos de Yupi (a pesar de que el programa dejó de emitirse en 1991) ajeno a una realidad que todos los días da una vuelta más de tuerca (no de tuerka) hacia el vandalismo mediático.

Uno (en los mundos de Yupi) sigue empeñado en que depositar un voto es un ejercicio de responsabilidad intelectual, un ejercicio ideológico, capaz de abstraerse de las peculiaridades de las personas que lideran las corrientes y de centrarse en las políticas que representan unos y otros partidos. Y ¿qué son las políticas? O ¿qué son las ideologías?

La ideología se define como el conjunto de ideales, emociones y creencias colectivas que definen el modo en el que queremos estar en el mundo. Las políticas son ese conjunto de actividades que se asocian a la toma de decisiones y que buscan permitir estar en el mundo de aquella manera que, ideológicamente, habíamos concebido como justa, buena, posible, conveniente.

Uno va a votar las políticas que mejor concuerdan con su ideología. No importa nada haber escudriñado los programas de los partidos, porque ninguno dirá abiertamente qué coño cree que será posible hacer (de verdad) con las pensiones o con la vivienda. Cada cual hará lo que pueda pero, eso sí, lo hará de acuerdo con su ideología: unos no harán lo mismo que los otros, no tomarán las mismas decisiones para afrontar un problema que, en origen, es idéntico. Porque unos piensan de una manera y otros de otra.

Adolfo Suárez era un tío guapo (para su época) y obtuvo los votos de muchas mamás y de muchos papás por esta magnífica circunstancia (andaba también en un asunto al que llamaron La Transición, otra circunstancia que, a buen seguro, le hizo acopiar algunos votos más). Adolfo Suárez Illana también es un tipo guapo (para aquella misma época) pero este año no se están llevando nada los pelazos y no recauda en las urnas más allá de cuatro votos mal contados, restados aquellos que arrastra la ideología a la que representa.

Adolfo Suárez padre abanderaba un proyecto político. Adolfo Suárez hijo, no.

Así que pensaba yo que uno se enfrentaba, al acudir a las urnas, con un ejercicio de responsabilidad intelectual, intentando discernir de la mejor manera quiénes practicarían las políticas más cercanas a su ideología; quiénes harían posible (o se acercarían a conformar) aquella sociedad con la que soñó.

En este sentido sería muy difícil, por ejemplo, votar a según qué tipo de semovientes que, careciendo de ideología (careciendo de intelecto, en realidad), hacen imposible intuir qué tipo de políticas pensaría en poner en marcha con el fin de transformar la realidad hacia el modelo que tiene de sociedad, si es que alguno alberga en su imaginación.

Se podría pensar por la definición que me estoy refiriendo a Isabel Díaz Ayuso, pero no. O no solo. Me refiero a todas las políticas y políticos que llaman a la puerta de la visceralidad fomentando el odio hacia el contrario y el amor a sí mismos, sin asomo de proyecto de futuro para el grupo humano que pretende gobernar, más allá del reclamo de la libertad de tomarse unas tapas aunque una pandemia mundial amenace la vida los individuos que lo componen.

¿Cómo estos individuos consiguen acopiar votos por cientos de miles?

Aquí aparecen Mediaset y su presidente, Borja Prado que, hijo del administrador real de Juan Carlos I, Manuel Prado y Colón de Carvajal, y miembro destacado de la cúpula internacional del Opus Dei, adquiere tras la dimisión de Paolo Vasile en 2022 poderes exorbitantes en relación con la línea editorial de los programas informativos.

Borja Prado asume sin ambages las doctrinas más torticeras de la cadena americana Fox News y se dispone a crear reyes, a nombrar presidentes, a inventar sin pudor la realidad y hacer de las tripas de cada ser humano sus aliadas incondicionales bajo el lema bien aprendido de “Si les dices qué pensar, los pierdes; si les dices qué sentir, son tuyos”.

Mediaset quiere ser el órgano de propaganda de la ultraderecha como Fox News se convirtió sin ocultarlo en el órgano de propaganda de los republicanos de Donald Trump. Y no lo va a disimular.

Sustituye a Jorge Javier Vázquez por Ana Rosa Quintana, quintacolumnista de la ranciedumbre, porque aquel ‘rojo maricón’ ya no sirve a sus propósitos. No es tan sencillo: se trata de inventar la realidad disfrazada de entretenimiento para que cale en el inconsciente de un televidente distraído que asimila el mensaje subliminal del odio. No importan aquellos viejos principios de formar, informar y entretener que antes eran pilares del periodismo. Ahora el asunto es muy otro y Ana Rosa lo sabrá hacer muy bien.

Aquella telebasura que juzgamos despreciable y nos hizo reconocernos en Rociíto sin comerlo y beberlo, teñida pese a todo de feminismo, de libertad, de diversidad, ya no sirve a los intereses de nuestra derecha. Borja Prado lo sabe.

No. No nos han salvado de Sálvame. Quieren salvarnos del pensamiento, de la ideología, de la política.

Sin escrúpulos.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.


8 respuestas a “Salvados de Sálvame

  1. Voy a ser muy breve, hace cuatro años que no veo ni un minuto de televisión.
    No entiendo que alguien, teniendo un mínimo de criterio, siga viendola.
    De todas maneras no sé que necesidad hay de todo eso. La izquierda se lo jode todo sola. A Yolanda Díaz la insultan sus supuestos afines de ideas, Bildu que ha sido tan importante en la legislatura, le da carnaza a la ultraderecha. Y llevamos una nana gitana a Eurovisión, cuando nuestro idioma ha dado un golpe en la mesa al mercado anglosajón casi expulsandolo.
    Cuando tenemos todas las herramientas para avanzar, retrocedemos.
    No hay forma de salvarse.
    Pd: Habrían contratado a Romeo Santos y Rosalía cantando el pañuelo en Eurovisión y arrasamos.
    Feliz domingo.
    Abrazos.

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    1. Ciertamente, en la izquierda nos jodemos solos, no hacen falta anas rosas para destrozarnos entre nosotros. ¡Qué barbaridad! ¡Qué puta barbaridad!

      Mediaset hará el resto.

      Fuerte abrazo, amigo. Gracias

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  2. Leí en un blog de crítica televisiva que la señora Belén Esteban acusaba a Díaz Ayuso de estar detrás del cierre y que alguno de los que ahí largaban por sus boquitas aseguraba que la supresión era un atentado contra la libre expresión… Como mi “visión” de ese programa es de oídas vecinales y de leídas en red porque para mis meninges no es suficiente que un programa lo presente un “rojo maricón” para engancharme a su contenido, te diré que me parece exagerado y fuera de lugar que un espacio donde se trata de vísceras ajenas pretenda ser convertido en paradigma de las libertades y la señora Carrasco en mujer maltratada (y bien remunerada, según tengo entendido) por excelencia. Telecinco no ha dejado de ser, desde sus inicios, la cadena de las “mamachichos”, con una programación donde han reinado la zafiedad y las broncas. Si ahora resulta que todos esos entresijos eran la esencia de la izquierda, es para echarse a llorar. O a lo mejor es que yo no soy de izquierdas.

    Salud, compañero.

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    1. Completamente de acuerdo contigo.

      De ninguna manera pretendo presentar Sálvame (también de oídas, claro) como paradigma de valor alguno que pueda apreciarse por la inteligencia.

      Sálvame era (todavía lo es) paradigma de la vulgaridad y la torticería, con princesas del pueblo que causan rubor tertulianos que producen náuseas. Nada que valorar excepto, eso sí, que carecía de intencionalidad subliminal y mostraba la diversidad de la que siempre hemos carecido.

      El drama no es que Sálvame salte de la parrilla de contenidos de Mediaset; el drama es por qué salta y por qué otra cosa lo sustituyen.

      Notar que Sálvame no satisfacía los intereses políticos de Mediaset y que se quitan la máscara y salen a por todas en prime time a falsificar la verdad en pro de la ultraderecha, me ha epatado.

      Epata. A mí sí.

      Gracias por darme la oportunidad de explicarme mejor.

      ABRAZO

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      1. Amigo Justo, te explicas perfectamente sin necesidad de que nadie tenga que darte una oportunidad para hacerlo, ¡faltaría más! Como en el caso de Javier y tú mismo, soy poco televisero; veo, previa consulta a la programación, algunas películas, el Pasapalabra, algún programa de la Sexta y, aunque resulte manido, programas y documentales de La 2. Ni siquiera tengo Neflix ni ninguna plataforma ajena a lo que son las cadenas generalistas. Quizás por eso mismo no me cabe en la cabeza que un espacio de cotilleo y murmuraciones sirva para encauzar el voto; lo mismo digo en cuanto a Ana Rosa Quintana. Mal lo llevan Borja Prado y el resto de directivos si creen que la sustitución de un magazine por otro es garantía de triunfo de la derecha. Y si acaso hay personas que votan en función de los medios de comunicación (y, en demasiadas ocasiones, de desinformación)e país nuestro sigue anclado en aquello de «La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María…» de don Antonio Machado. Si la izquierda se va a la mierda será por sus propios deméritos. Porque es obvio que, si Feijóo llega a Moncloa no será porque haya ganado la derecha sino porque habrá perdido la izquierda.

        Otro abrazo, compañero.

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      2. Ninguna duda respecto a los deméritos de la izquierda y la mucha responsabilidad que, en su caso, tendrían en la entronización de un individuo de la catadura moral e intelectual de Feijóo.

        Sin embargo, los medios de comunicación ejercen un poder definitivo sobre la masa y los medios dedicados a la desinformación cuentan con triunfos más que notables, como el caso palmario de Donald Trunp y Fox News, que se convirtió con éxito evidente en su vocero.

        Tales fueron los desmanes del sujeto, que ni siquiera la poderosa Fox pudo sujetarlo en el poder, pero su influencia fue más que notable en ese rozar la victoria. Y la rozó.

        Lo medios de entretenimiento simulado tienen un poder tremendo, no son como las tertulias, a las que uno va avisado. Sus mensajes se cuelan en el telespectador como de rondón, por eso se llama propaganda subliminal. En Sálvame no la había. Y por eso la cadena sustituye al director de orquesta por otra que sí sabrá meterla. Y para ese fin.

        No dudo de que hará su efecto. Como tampoco dudo de que los versos de don Antonio Machado están más vigentes que nunca. Charanga y pandereta. Difícil salir de ahí.

        Otra vez gracias, amigo.

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